Ante los gritos inesperados de Luna, Marina se quedó al instante sin palabras. Se acercó a la cama de Eduardo, inclinó la cabeza en señal de respeto y salió apresurada de la habitación.Diego también se inclinó con rapidez y la siguió, sin mirar siquiera a Luna, que seguía maldiciéndola desde atrás.Los gritos descontrolados de Luna seguían resonando en sus oídos, llenos de odio y dolor.Cuando llegaron a la puerta, Marina miró a Matías, con una mirada cansada y triste.—Matías, te dejo todo lo que falta —dijo con voz suave.Matías aceptó en silencio.El peso en el ánimo de Marina era realmente palpable, y las lágrimas empezaron a asomarse poco a poco en sus ojos.Diego, preocupado, la abrazó con fuerza, la acomodó en la silla de ruedas y, en un leve susurro, le dijo:—Marina, no pienses en eso, esto no tiene nada que ver contigo.A pesar de las palabras de consuelo, los gritos de Luna seguían sonando como un eco en sus oídos. Marina cerró los ojos, tratando de calmarse un poco.Diego
—Puedo caminar sola, son solo unos cuantos escalones —dijo Marina al ver que Diego intentaba cargarla para subir las escaleras. No pudo evitar añadir—. Diego, mira hay gente observando.Diego echó un ligero vistazo alrededor, y al ver que las personas empezaban a desviar la mirada, respondió con tranquilidad:—Ya no hay nadie mirando.Y justo cuando terminó de decir eso, la levantó con cuidado y la llevó hacia la floristería.Una vez adentro, Diego la dejó suavemente, pero sin soltarla de la cintura, por si acaso se caía.El aire estaba lleno del dulce aroma de las flores. Marina eligió un hermoso ramo de crisantemos blancos, y la dueña de la tienda lo empaquetó con gran esmero antes de entregárselo.Esa tarde, irían al cementerio a rendirle homenaje a Eduardo.Al regresar al hospital, Marina vio a Fernando esperando en el pasillo. Le dio un fuerte nudo en el estómago. Sabía que algo pasaba en la empresa, o Fernando no habría venido él mismo.Fernando los siguió cauteloso hasta la habi
Diego levantó una ceja y se miraron, sabían muy bien que esto no era tan simple.—Si quieren verme, los veré mañana —dijo Marina con calma.Le pidió a Fernando que se pusiera al instante en contacto con Enrique y los demás....Cuando Martina fue al hospital a cuidar a Luna, casualmente mencionó el encuentro con Marina.—¿Qué le pasó? —preguntó Luna, con una voz sombría.—Parece que se sometió a una cirugía y está internada —dijo Martina, algo insegura.Luna, visiblemente molesta, se puso seria. Martina decidió no insistir en el tema.La verdad, lo había mencionado a propósito. Mientras más se pelearan madre e hija, mejor para su familia, especialmente para Matías.Una vez que Martina se fue, Luna pensó por un momento y luego hizo una llamada urgente.—Gabriel, necesito tu ayuda —dijo, con un tono apurado—. ¿Tienes algún hechizo o agua bendita que pueda quitarle la mala suerte a alguien? Al otro lado de la línea, Gabriel suspiró con calma.—Luna, no es tan fácil como un hechizo o agua
Enrique y su grupo entraron a paso firme al hospital con una expresión de confianza y satisfacción.Durante el camino, ya habían escuchado los rumores sobre el terrible conflicto entre Marina y su madre, Luna.Enrique sonrió con cierto aire de superioridad.—Pensaba que todavía podría contar con el Grupo Cabello como una salida, pero parece que no.Guillermo comentó con una sonrisa socarrona.—No esperaba que Luna fuera tan... supersticiosa.Su tono reflejaba una mezcla de sorpresa y burla.Aunque las familias de alta sociedad suelen creer en esas cosas, nadie en realidad llegaba al extremo de Luna.Pablo, por su parte, negó.—Luna no es supersticiosa, es simplemente egoísta.Ellos estaban seguros de que Marina compraría las acciones, por lo que ahora podían relajarse un poco y charlar con tranquilidad sobre el último chisme.Finalmente llegaron a la habitación de Marina.Adentro estaban ella, Fernando y el grupo de Enrique.Marina había pedido a Diego que se fuera antes de la llegada d
Después de que Yolanda se fue, Marina se puso a trabajar en algunos asuntos pendientes. Mientras lo hacía, se quedó pensativa, tratando de entender qué querían con todo esto.Realmente no le encontraba mucho sentido, así que levantó la mirada y le preguntó curiosa a Diego:—Diego, ¿por qué crees que quieren vender las acciones de la empresa?Diego, siempre tranquilo y algo distante cuando se trataba de los Zárate, respondió con calma:—No importa por qué lo hagan. Puedes comprarlas al precio del mercado.Marina afirmó, pensativa.—Eso tengo en mente. Esperaré a que pase la boda de Yolanda y luego hablaré bien con Enrique.Diego, viendo que ella seguía concentrada, no pudo evitar sugerirle:—¿No vas a descansar un poco? Podrías relajarte un rato.Marina estaba por aceptar cuando el guardia tocó la puerta para avisarle que Matías y una señora de apellido Ramírez querían verla en ese momento.Marina enseguida pensó en la familia Ramírez, la madre de Luna.—Si no quieres verla, no hay prob
—Tú... —dijo Nerea, mirando a Luna con reproche—. Luna, después de todo, Marina es tu hija, ¿cómo puedes hacerle esto? Llegaste al punto de convertirte en enemiga de tu propia hija, me has decepcionado muchísimo.Luna cambió de inmediato su expresión y, nerviosa, trató en ese momento de defenderse.—Mamá, el adivino dijo que su destino era malo, que nos traería una terrible desgracia. Yo solo tengo miedo de que termine perjudicándonos a todos.Nerea no podía creerlo. Gruñó con enojo y respiró hondo.—Deberías mejor ir al psiquiatra. ¿Cómo pudiste apartar a tu propia hija por algo sin fundamento? Es mi culpa por no haberte educado mejor.Luna, sintiéndose avergonzada por lo sucedido, bajó la cabeza y dejó de hablar.Su obstinación hacía que Nerea sintiera como si su cabeza fuera a estallar.Nunca se había dado cuenta de lo tonta que podía ser su hija.Nerea se puso en ese instante seria, y su tono se volvió aún más severo.—Marina es la única hija de Eduardo. ¿Qué vas a hacer ahora, tra
El día de la boda de Yolanda y Lorenzo, la ceremonia tenía una decoración sencilla pero bastante acogedora, y amigos y familiares se reunieron para celebrar el enlace de los novios.Diego, empujando con cuidado la silla de ruedas de Marina, también llegó puntual al evento.Cuando los asistentes vieron a Diego y Marina juntos, no pudieron evitar sorprenderse. ¿No se habían divorciado ya? ¿Por qué aparecían ahora juntos casualmente en una boda?Diego, elegante como siempre, llevaba un traje negro que le ajustaba perfecto. Movía la silla de ruedas de Marina con suavidad y mucha atención.Marina, por su parte, lucía un hermoso vestido largo, el cabello suelto y una sonrisa suave y delicada que acentuaba su elegancia.Enrique, que también había asistido a la boda, no pudo evitar cambiar su expresión al ver a Diego llegar con Marina. En su mente, los pensamientos corrían a toda velocidad, preguntándose si esto afectaría en algo sus planes. Tendría que hablar urgente con Mateo y los demás des
Al otro lado del celular, la voz dijo:—La boda acaba de comenzar, ya tenemos todo listo.Victor entrecerró los ojos en ese momento, y una sombra fugaz cruzó su mirada.—Perfecto. Sigue minuciosamente con el plan. No quiero que nada salga mal.El niño, obediente, se sentó tranquilo a un lado, observando a Victor con atención.Victor colgó de inmediato la llamada y miró al niño, suavizando su expresión.—Hijo, ¿sabes lo que tienes que hacer cuando veas a mamá? ¿Verdad?El niño lo confirmó con fuerza, sonriendo.—Sí, papá, lo sé.Victor esbozó una sonrisa satisfecha, orgulloso de lo listo que era el hermoso niño.El auto llegó justo al lugar de la boda de Yolanda y Lorenzo.Victor abrió la puerta y esperó a que el niño también bajara. Padre e hijo, tranquilos tomados de la mano, caminaron juntos hacia la ceremonia.Victor llevaba un elegante traje negro, y el niño llevaba uno igualito, pequeño y muy bien pulido. Se veían como una versión a escala de la misma persona....Mientras tanto,