Margarita observó cómo Diego se alejaba, sintiendo aún cierta inquietud en el pecho. Esa mirada suya hace un momento... demasiado sombría, incluso un poco aterradora.Cuando Verónica y las demás vieron que el jefe ya se había ido, se acercaron rápidamente a Margarita.Verónica, con un aire burlón, le puso la mano en el hombro y soltó:—¡Vaya, cómo nos lo tenías bien escondido!Margarita, desconcertada, respondió con una mueca de sorpresa:—¿Escondido qué o qué?Verónica, relajada, se cruzó de brazos y, con tono cómplice, añadió:—Digamos que nada. Señora jefa, si quieres mantenerlo en secreto, todo bien entonces yo me quedare callado.Margarita casi se atraganta del coraje. Exhaló y, haciendo un esfuerzo por mantenerse tranquila, aclaró:—¡Están equivocadas! No hay absolutamente nada entre el jefe y yo. ¡No se hagan ideas raras! Ni siquiera tengo pinta de señora rica, ¿ok?Otra compañera, con un tono pícaro y malicioso, intervino:—Pues mira, hace rato se les veía bien cerquita.Y una
Marina y Álex se habían ido al Grupo D&M para platicar con Max acerca de los servidores. Max los acompañó personalmente a ver cómo iban las pruebas del modelo recién salido de servidores.Margarita estaba en el área de pruebas. Cuando vio que el presidente llegaba con dos clientes, se levantó rápidamente para saludarlos con amabilidad y luego volvió a concentrarse en su trabajo.Max se giró hacia Marina y Álex, comenzando a explicarles:—Miren este modelo. Es un servidor de alta gama, con procesadores de alto rendimiento, multinúcleo y multitarea. Además, tiene una memoria de gran capacidad, ideal para aplicaciones que requieren procesar grandes volúmenes de datos y de accesos rápidos.Marina asintió y, curiosa, preguntó:—¿Y qué tal en temas de seguridad y gestión?Max hizo un gesto hacia Margarita para que respondiera.Con una voz profesional, Margarita explicó:—Este modelo soporta cifrado por hardware, lo que garantiza la total seguridad de tanto en la transmisión como en el almace
Álex asintió con entusiasmo:—Sí, he oído hablar de ese lugar. Y siempre he querido visitarlo, pero nunca encuentro el momento.Marina, alzando la mirada, se cruzó con los ojos de Diego, que la observaba desde el sofá frente a ella.Cuando se sentaron a la mesa, Marina se dio cuenta de que los platos servidos eran exactamente de su gusto. Sus ojos brillaron un poco, pero decidió no decir nada.Mientras tanto, frente a Diego solo había una simple caja de comida vegetariana.—Yo soy vegetariano, pero ustedes no se preocupen, coman tranquilos —comentó Diego con naturalidad.Marina fijó la mirada en la caja frente a él, se quedó unos segundos procesando y luego levantó la vista hacia Diego con algo al parecer de incredulidad.Diego, al notar su reacción, le dedicó una sonrisa tranquila, como si estuviera leyendo sus pensamientos.Marina, sintiéndose un poco incómoda con la intensidad de sus propios sentimientos, apartó la mirada y se concentró de nuevo en su plato.Al terminar la comida, t
De camino al hotel, Marina se sentía bastante agotada. Envió mensajes a Álex y Max para explicar que, debido a su lesión, no podría salir al día siguiente.Ricardo la acompañó hasta la puerta de su habitación.—Jefa, cualquier cosa, llámeme.Marina le devolvió una leve sonrisa.—Muchas gracias.Justo cuando Ricardo se daba la vuelta, vio a Diego acercarse, a punto de tocar la puerta. Diego asintió con la cabeza y entró sin decir una palabra.Aunque Ricardo quiso cerrarle el paso, sabía que no podía hacerlo.Marina alzó la mirada, sorprendida al verlo.—¿Max te lo contó todo?Diego asintió mientras se acercaba a ella.—Sí, él me lo conto.Se arrodilló para examinar su rodilla vendada con atención. Aunque estaba cubierta, la revisó con seriedad antes de levantarse y buscarle ropa de dormir.—Hoy no puedes mojarte la rodilla. Mejor límpiate con un paño húmedo.Marina hizo una mueca, incómoda. Diego, al notarlo, agregó:—Si prefieres, puedo pedir un protector impermeable para que te bañes.
Uno con una sonrisa amplia, el otro con una expresión calmada y educada.Ricardo, mostrando sus hoyuelos, sonrió despreocupado:—Ya le compré el desayuno a la jefa. Lo que traes, mejor llévatelo de vuelta.Daniel, ajustándose las gafas, respondió tranquilo:—La sopa que traigo es ideal para que se recupere.Ricardo suspiro y mantuvo la sonrisa:—Dame el termo, yo se lo entrego.Daniel sonrió sereno:—No hace falta. Justo quería pasar a saludar a la señora Marina.Ambos tocaron la puerta al mismo tiempo y esperaron.Un momento después, Marina abrió la puerta.—Jefa, le traje el desayuno.—Mi jefe me pidió que le entregara esto.Los dos hablaron casi a la vez.Marina los miró y soltó una sonrisa de resignación.—Adelante, pasen.Ricardo y Daniel intercambiaron una mirada rápida antes de entrar con sus respectivos desayunos.Ricardo dejó su bolsa sobre la mesa, animado:—Jefa, este desayuno es de un desayunadero que ahora está bastante popular. Tuve que hacer una fila larguísima para cons
En las oficinas del Grupo D&M, todo parecía transcurrir con normalidad. Los empleados estaban trabajando, pero justo antes de la hora del almuerzo, un mensaje en el grupo interno de la empresa rompió la rutina y desató un mar de chismes: [La esposa del jefe está aquí, trabajando en la empresa.]En cuanto el mensaje se publicó, el grupo estalló en reacciones. Incluso aquellos que normalmente se mantenían al margen comenzaron a escribir sin parar.[¿Quién es?][¡Suelta ya la sopa[¿La esposa del jefe? ¿Es en serio?][Espera, ¿el jefe está casado?]El autor del mensaje, claramente disfrutando del enigma, siguió alimentando el morbo:[¿Por qué les mentiría? La esposa del jefe está aquí, trabajando. Adivinen quién es.]El chisme se desató aún más y pronto todos en la oficina estaban hablando de eso. En el departamento de pruebas, Rebeca, al leer el mensaje, miró de reojo a Margarita, que seguía totalmente concentrada en su trabajo.Rebeca pensó con desdén: Si de verdad es la esposa del jefe
—¿Otra vez tienes que escribir de nuevo ese informe?Margarita se encogió de hombros, resignada. Al parecer, el subgerente tenía algo en su contra....Mientras tanto, en el hotel, Diego llegó al mediodía con el almuerzo y una silla de ruedas.Marina miró la mesa con la comida y la silla, sonrió y le agradeció:—Muchas gracias.Ricardo, como un niño obediente, salió de la habitación con un aire triste.Diego cargó a Marina con cuidado y la sentó junto a la mesa. Luego, con delicadeza, le limpió las manos con una toallita húmeda antes de sentarse frente a ella.Sus ojos no dejaban de mirarla, y la tensión se sentía en el aire.Marina tomó el tenedor y empezó a comer lentamente, saboreando cada bocado. Diego la observaba en silencio, hasta que finalmente preguntó en un tono suave:—Marina, ¿cuándo planeas regresar a Estelaria?Marina hizo una pausa breve, levantó la mirada y respondió con una sonrisa tenue:—Mañana voy al Grupo D&M a firmar el contrato, y pasado mañana vuelo de regreso a
Después de la videoconferencia, Ricardo salió del cuarto de Marina.Al regresar a su habitación, no podía quitarse de la cabeza la mirada de su jefa, esos ojos que parecían haber llorado bastante.Agarró su celular, buscó la juguetería más cercana al hotel y, sin pensarlo mucho, salió a comprar.Regresó con una bolsa en la mano y tocó la puerta de Marina.Al escuchar el llamado, Marina se movió en su silla de ruedas para abrir.Ricardo, un poco nervioso, le extendió la bolsa y, mientras se tocaba la nariz con timidez, dijo:—Jefa, esto es para... digamos que desestresarse un poco. Bueno... me voy ya.Sin esperar respuesta, salió corriendo hacia su habitación.Marina, curiosa, cerró la puerta, abrió la bolsa y vio lo que había dentro: un peluche, un saco antiestrés y un par de objetos más.Se quedó unos segundos en silencio, sorprendida, y luego sonrió. Ricardo en serio al parecer había tenido un detalle.Tomó el saco antiestrés, lo apretó entre las manos y notó lo suave y elástico que