La intuición aguda de Marina se activó al instante. Sin pensarlo, llevó de inmediato las manos al rostro, mientras sus mejillas adquirían un intenso tono carmesí. Al levantar la mirada, observó al hombre que se acercaba con la calma habitual que lo caracterizaba.—Acabo de pensar en un nombre para el bebé —dijo, intentando ocultar en ese momento el nerviosismo que impregnaba su voz.El hombre esbozó una leve sonrisa y, con un movimiento relajado, se dejó caer a su lado en el sofá. Apoyó un brazo en el respaldo, adoptando una postura que desprendía despreocupación.—Ah, ¿sí? ¿Y cuál sería?Marina, tratando de mantener una fachada de entusiasmo, exclamó emocionada:—¡Maximiliano! ¿Qué opinas? ¿No te parece un nombre magnífico? —Mientras hablaba, se aferró con fuerza al brazo del hombre, buscando una reacción en su mirada.Él bajó la vista hacia su mano, que lo sujetaba con fuerza, y permaneció en silencio por unos segundos. Su mente evaluaba con detenimiento la situación. Ella no parecí
El hombre la miró fijamente durante unos cuantos segundos y, con un movimiento rápido y decidido, le arrebató la pizza que intentaba comer a escondidas.—Alguien se encargará de eso pronto. Tú, come lo que te corresponde.Marina no mostró ningún signo de molestia ante el gesto. En lugar de eso, se elogió mentalmente por haber reaccionado con astucia. Mientras tanto, luchaba por controlar la fuerte tensión que empezaba a apoderarse de ella.Por la tarde, Marina debía recibir un tratamiento intravenoso.Conectada al suero, intentaba distraerse un poco viendo su serie favorita, mientras el hombre, en el mismo cuarto, parecía sumergido por completo en su trabajo.Por el momento, entre ambos reinaba una frágil tranquilidad, marcada por un silencio inquietante....Fabiola, por su parte, había salido del hospital profundamente perturbada por las confidencias de Marina. Cuanto más reflexionaba sobre sus palabras, más escalofriantes le parecían.Era evidente que Marina estaba enfrentando una s
El auto de Fabiola sufrió un fuerte choque que, debido al impacto contra el volante, le causó una contusión pulmonar. Por fortuna, su estado no era crítico, aunque permanecía en el hospital bajo observación.El hombre le informó a Marina sobre la situación de Fabiola, y ella, preocupada, no tardó en llamar a Quiles. Después de colgar, el falso Diego, con voz cálida y un tono cariñoso, le dijo:—Ahora más que nunca debes cuidarte. Tómate un baño y descansa un poco.Sin embargo, Marina sabía que no podría relajarse hasta que Quiles visitara a Fabiola en el hospital. Además, no quería seguir soportando por más tiempo la presencia del hombre que tenía enfrente. Aunque físicamente se parecía Diego, sus acciones lo delataban como alguien completamente distinto.Con un leve consentimiento, Marina se dirigió al baño. Mientras tanto, el hombre, mostrando una aparente preocupación, buscó ropa limpia y comentó de inmediato con un suspiro:—Olvidé traerte una pijama.—No te preocupes por eso, no s
Marina ya no tenía duda alguna: el hombre a su lado era, sin lugar a dudas, Diego.Sabía que él había regresado sano y salvo.Sin embargo, aunque lo tenía de nuevo a su lado, no podía evitar mirarlo de vez en cuando en silencio.Cada vez que lo hacía, él respondía con una sonrisa traviesa y decía:—¿Te parece que estoy guapo?Marina, incómoda y sin saber en ese momento qué contestar, pensaba para sí misma: Con esa cara hinchada que tiene ahora, guapo no sería en realidad la palabra adecuada.Tras varios días de hospitalización, finalmente le dieron el alta.Un auto ya la esperaba en la entrada.Diego, siempre atento, la ayudó a subir al vehículo con sumo cuidado.Le ajustó el cinturón de seguridad y, enseguida, sacó un libro, dispuesto a leerle al bebé.—¿Un bebé de menos de un mes? ¿De verdad crees que lo haces por él o por ti? —Marina, visiblemente irritada, lo interrumpió de inmediato con una mezcla de incredulidad y fastidio.Diego cerró el libro sin perder la calma y respondió con
—Como era de esperarse, los hombres son, en general, poco confiables —Marina lanzó enseguida su queja al aire, cargada de frustración.Reclinada cómodamente en el sofá, tomó un tomate cherry y se lo llevó en ese momento a la boca. Estaba dulce, nada ácido, con un sabor exquisito.Tras saborearlo, continuó con su comentario:—Diego, ¿cómo es posible que no sepas algo tan básico? ¿Lavar calcetines junto con la ropa sucia? ¿No te parece algo asqueroso?Un rato antes le había pedido a Diego que lavara la ropa, una tarea aparentemente sencilla. Sin embargo, él no solo había mezclado todas las prendas sin discriminación, sino que incluso había metido los calcetines junto con el resto de la ropa.¡Esto era algo inadmisible!Tomó otro tomate, buscando aplacar el enojo que se había apoderado de ella. Era extraño: antes, cuando miraba a Diego, todo en él le parecía admirable. Ahora, en cambio, cualquier cosa que hacía le resultaba ser bastante irritante. ¿Será que ya han superado la etapa dulce
Diego emitió un sonido neutral, indiferente, dejando claro que no pensaba dar mayor importancia al tema.Julio, con el semblante algo tenso, decidió cambiar de estrategia, pero como primo de Leticia, no pudo evitar en ese momento expresar su frustración.—Eres un irresponsable. Si ya no querías estar con Leticia, al menos debiste tomar ciertas precauciones.A diferencia de Diego, Julio siempre se había considerado alguien precavido. Aunque tuviera una vida amorosa agitada, jamás descuidaba las medidas de protección; sabía que era lo correcto y lo más sensato para evitar tener complicaciones futuras.Diego, imperturbable, se reclinó en su silla, cruzó las piernas con elegancia y tomó un libro que comenzó a hojear sin prisa alguna. Sus movimientos transmitían una indiferencia absoluta hacia los reclamos de Julio.—Nunca he estado con tu prima. Los niños no son míos —dijo con una sonrisa cínica que parecía un desafío velado.Él no tenía nada que ver con eso. Al fin y al cabo, él no era Di
—Diego, ¿podrías ir al supermercado a comprar algunas cosas? Te haré una lista.Marina apartó de inmediato la mano que él había dejado sobre su hombro, se llevó teatralmente la suya a la espalda, fingiendo dolor, y se dirigió a buscar un bolígrafo y papel.Diego observó con detenimiento su exagerado gesto con calma.Marina escribió con rapidez una larga lista que incluía productos básicos y algunas frutas. Estaba segura de que él tardaría al menos una hora, así que no se preocupó demasiado.Cuando terminó, le entregó la lista con una sonrisa cautivadora.—Apúrate y regresa pronto, ¿sí?Diego, recostado cómodo en el sofá, la miró con sus ojos oscuros y profundos. Echó un ligero vistazo a la lista, que no contenía más que artículos de uso cotidiano y algo de fruta.—Apúrate —repitió Marina sin apartar la vista de la televisión, dándole suaves golpecitos en las piernas con un cojín—. ¿Qué pasa contigo? Últimamente estás más flojo que nunca. Antes siempre eras tan eficiente.El comentario
Al recordar cómo él la había ayudado a bajar del auto con tanta delicadeza, Marina pasó la noche en vela, dando vueltas y vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. Su único deseo era hablar con él.Tras un largo tiempo de ausencia, Leticia había regresado a Marbesol. Ese día acompañaba a su madre y a su tía a un evento.Viviana avanzaba con aire altivo, su paso firme y una amplia sonrisa reflejaban en ese instante su confianza. Aún no habían llegado al lugar cuando, sin detenerse, giró ligeramente la cabeza hacia Leticia y le preguntó:—¿Y Diego? ¿Dónde está ahora?—En Marbesol —respondió Leticia con serenidad, mientras revisaba atenta su celular para responder algunos mensajes de sus amigas, quienes organizaban una reunión para esa misma noche.—¿Cuándo piensas traer a Diego a casa para una comida? ¿Y para cuándo la boda? Hay que hablar de esos temas ¿No crees? —Viviana la llenó de preguntas sin darle respiro.—Mamá, no hay prisa para eso —contestó Leticia con calma, aunque un