—Entonces, ¿me puedes dar el contacto de Andy? Quiero comunicarme con él.Camilo sacó despreocupado un cigarrillo, un hábito que había comenzado a adoptar con más frecuencia últimamente.—No tengo su número —respondió con cierto desinterés.—Pero Andy mencionó que siempre le has pedido que diseñe tus trajes —dijo Yadira, frunciendo el ceño—. ¿Se habrá confundido de persona?Camilo hizo una pausa y de repente recordó que Marina había comentado en alguna ocasión que había contratado a Andy para que le hiciera ropa.En ese instante, Yadira recibió una llamada de Natalia, avisándole que tenía que ir a grabar un programa.—Entendido, voy en camino —respondió, colgando apresurada la llamada.Al salir de la oficina, se dirigió a la secretaría.—Quiles, ¿tienes el contacto del diseñador Andy? —preguntó, esperanzada.Con su habilidad para gestionar, Quiles podría ayudarla a conseguir el número.—Señorita Yadira, tengo el contacto de Andy —dijo Cristina, levantando entusiasta la mirada desde su
Eran las diez de la noche. Marina giró la cabeza y mordió unas papas fritas que Yolanda le ofreció antes de publicar una historia en Instagram, etiquetando la cuenta falsa de Rosario.[Te di una oportunidad, pero no tuviste el valor suficiente de admitir tu error. Ya te he demandado.]A esa hora, muchos trasnochadores aún estaban activos en Internet. No tardaron en aparecer comentarios en su publicación.[¿Dónde están las pruebas? Muéstralas en este momento para que todos las vean. No será que solo hablas por hablar, ¿verdad?][Si tienes valor, saca primero las pruebas.][¿Cesarina Entretenimiento está en su ocaso? Una empresa tan pequeña que aún se atreve a amenazar a otros. Ya hemos llamado a la policía.]Lucía, al enterarse de la demanda, sintió al instante un creciente nerviosismo.—Ella dice que me va a demandar, ¿qué hago? ¿De verdad tiene pruebas?—No te preocupes por eso. Te transferiré el saldo pendiente de inmediato —respondió Natalia al ver la publicación.Lucía, aunque ans
La oficina estaba sumida en la completa penumbra. Las cortinas, bien cerradas, bloqueaban cualquier rayo de sol. Marina entró atenta con una taza de café y, al instante, se vio envuelta en un ambiente sombrío.—Marina, ¿cómo piensas darle una lección a esa Eloy? —preguntó una voz grave.Marina sorprendida encendió la luz. Sus ojos se adaptaron a la claridad y se posaron en el hombre sentado en el sofá, con las piernas abiertas y una actitud desafiante. Su mirada denotaba frustración.—Aún no tienes los resultados de los exámenes —replicó Marina, sin mostrar temor alguno. Se acercó y dejó el café sobre la mesa, consciente de que Luis no dejaría pasar el desaire de la mujer que lo había engañado. Su ira aún necesitaba ser liberada.Ella había aceptado el trato, cobrado el dinero y se había convertido en la amante de Luis. Sin embargo, se atrevía a engañarlo haciéndole creer que estaba soltera. Además, su novio tenía una terrible enfermedad de transmisión sexual.Luis mantenía una expre
Marina aún no había despertado del todo. Sentía un peso abrumador sobre su cuerpo, como si alguien la presionara contra la cama. Al abrir los ojos, se encontró con una tenue luz encendida en el dormitorio y el rostro atractivo de un hombre que la miraba con intensidad. Su mandíbula estaba tensa, y su torso musculoso, ahora al descubierto, irradiaba una fuerza imponente.—¿Cómo entraste? —preguntó, aún aturdida.—Tengo una llave —respondió Diego, notando que ella empezaba poco a poco a despertar.Marina soltó un pequeño gemido de sorpresa al asimilar que él tenía la llave de su dormitorio. Vaya, no había logrado que él durmiera en el suelo ni en el sofá. Con cierta frustración, mordió su labio inferior, rojo y tentador.—Cariño, eres increíblemente sensible incluso mientras duermes —le susurró Diego, inclinándose seductor hacia su oído con una voz ronca y profunda.—¿Qué? —Marina respondió, confundida.—Te ayudé a alcanzar el clímax hace un momento —Diego observó cómo el sonrojo se e
Hoy, Luis se dirigió al hospital para una consulta con el urólogo, lo que le permitió a Marina salir puntual del trabajo. Mientras conducía de regreso al Residencial El Paraíso, recibió una llamada de Blanca.Al otro lado de la línea, un bullicio ensordecedor la envolvía por completo.—Señorita Marina, estoy en el reservado 1 del Bar Tropical y me están molestando… —la voz de Blanca temblaba de angustia.Desde el baño, se oían golpes insistentes, como si alguien en ese instante estuviera llamando a Blanca para que saliera a cantar.—Voy para allá en un momento —respondió enojada Marina. No podía creer que Cesarina Entretenimiento permitiera que sus artistas fueran acosadas. Blanca, ansiosa, colgó de inmediato. Marina llamó a su guardaespaldas y, mientras giraba el volante, se dirigió al Bar Tropical. También envió un mensaje a Yolanda: [Yolanda, tengo que resolver un asunto importante en el Bar Tropical. Tal vez no pueda salir contigo esta noche.]Al llegar al Bar Tropical, la noche
Él la observó detenidamente y, al darse cuenta de que no había resultado herida, respiró aliviado. Entró de inmediato en el reservado y se acomodó en el sofá.—Cariño, ven a sentarte aquí —le dijo Diego a Marina, gesticulando con un movimiento.Marina permaneció en absoluto silencio, contemplando la situación.—¿Te invitó Julio a tomar algo aquí? —preguntó, notando los globos decorativos. Resultaba sorprendente que la celebración del cumpleaños de Julio se estuviera llevando a cabo en un bar.Algunos, al percatarse de que Diego pertenecía a la familia Herrera de Estelaria, optaron mejor por no involucrarse en lo que estaba por suceder.—Cálmate. Suéltame, y te prometo que no te buscaré —dijo Álvaro, conteniendo la respiración, temeroso de que la botella afilada en su cuello pudiera causarle algún daño.Julio salió a hacer una llamada y, al regresar al reservado, se encontró justo con un ambiente inusualmente silencioso. Al ver a Julio, Julia sintió que había encontrado a su salvador.
Marina salió en ese momento del Bar Tropical acompañada de Diego, pero no regresaron de inmediato. Primero, le pidió a los guardaespaldas que llevaran a Blanca a casa. En silencio, ocupó el asiento del copiloto mientras Diego se sentaba al volante.—Cariño —dijo él, iniciando el trayecto.Marina miraba distraída por la ventana, con los ojos ligeramente enrojecidos. Al recordar a Tomás, la humillación de aquella noche volvió a su mente. En el fondo, siempre había anhelado algo sencillo: un hogar estable. Sin embargo, alcanzar esa estabilidad a menudo se convertía en un verdadero desafío.—Marina, mírame —le pidió Diego, deteniendo el auto y fijando su mirada intensa y apasionada en ella.Afuera, la ciudad brillaba con luces, pero dentro del auto, solo había un profundo silencio que parecía envolverlos. Las pestañas de Marina parpadearon y giró la cabeza, evitando su mirada.Diego suspiró, desabrochó su cinturón y se inclinó cariñoso hacia ella, sosteniendo su hermoso rostro con tern
Marina miró a Diego con una ceja levantada, llena de incredulidad.—¿Solo deseas acostarte conmigo? ¿No piensas asumir ninguna responsabilidad?Al escuchar esto, Diego no pudo evitar soltar una risa. Con un gesto cariñoso, ajustó la bata que ella llevaba.—Vamos, ya viene siendo hora de comer.—Tenía pensado sorprenderte; ya había estado organizando el anillo de compromiso y el vestido —añadió con un aire de melancolía—. Ahora, toda sorpresa se ha desvanecido.Marina se levantó y se envolvió alrededor de Diego como una perezosa, sintiendo un ligero rubor en las orejas.—Vamos a comer.Diego sonrió al escucharla, levantándola con una mano mientras sostenía la caja de comida con la otra, llevándola hacia el sofá. Mientras comían, Diego terminó rápidamente, mientras Marina mostraba un inusual comportamiento diligente. Él se acomodaba en su silla, respondiendo mensajes a Daniel.En ese instante, se giró para mirar a Marina, con una expresión profunda.—Marina, aunque aún no tengo el anill