Cuando Laura se marchó Sergio tuvo la certeza de que no volvería a verla. Siempre le había ocurrido lo mismo y ahora no iba a ser diferente, aunque, por una vez, él lo deseara con todas sus fuerzas. Primero lo había abandonado su padre, al que ni siquiera llegó a conocer; luego su madre, que, a pesar de que lo quería muchísimo, lo dejó con su abuelo después de casarse con su padrastro. Después su abuelo, que prácticamente renegó de él y murió antes de tener tiempo de reconciliarse.Y Marga. También ella lo había abandonado hacía doce años, después de aquella noche terrible. Tampoco sus amigos habían vuelto a ponerse en contacto con él: todos desaparecieron de repente y nunca volvió a verlos.Había logrado sobreponerse, con mucho esfuerzo había salido adelante y, cuando conoció a Laura, incluso se hizo la ilusión de que podría llegar a ser feliz.Ahora todo había acabado. Sergio tenía la absoluta seguridad de que, como los demás, ella tampoco volvería. Ni siquiera la iba a llamar, ¿par
Laura pensó que eso era muy difícil, y también iba a ser muy difícil ayudarlo, porque él no quería dejarse ayudar. Pero había algo más, algo que a ella ni siquiera se le había ocurrido que podría pasar: se sentían incómodos juntos, ya nada volvería a ser como antes. Al mirarlo veía a un hombre distinto al que había conocido y del que se había enamorado, un hombre capaz de hacer cosas horribles. Dicen que nadie puede hacer bajo hipnosis algo que no sea capaz de hacer despierto… ¿Pasaría lo mismo con las drogas? Si no hubiera estado drogado, ¿habría sido Sergio capaz de hacer lo que hizo? No quería que sus pensamientos siguieran ese rumbo, pero no lo podía evitar. ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué el día anterior le había parecido cuestión de vida o muerte regresar con él? Su carácter impulsivo le había jugado otra mala pasada al hacerla tomar la decisión equivocada. Pero estaba allí, y lo peor era que quería continuar allí, a su lado.—Ahora no quiero hablar —le dijo, deteniendo el pelig
Laura cerró los ojos y, cuando él la acarició, se removió para apartarlo. No estaba dormida, pero quería que él lo pensara. Como siempre, habían ignorado los problemas haciendo el amor. Sus dificultades acababan en la cama, pero luego regresaban con más intensidad. No creía que pudieran soportar durante mucho tiempo una situación tan artificial, tan poco sincera.Permanecieron tumbados mucho tiempo, silenciosos, inmerso cada uno en sus propios pensamientos.—Llegará un momento en que no podremos solucionar todos nuestros problemas echando un polvo —dijo al fin Laura.—¿Por qué? —Sergio sonrió—. Además, éste ha sido glorioso. ¿Echamos otro?Ya la estaba acariciando de nuevo, y lo peor era que ella ya empezaba a estremecerse y a temblar.¿Por qué era tan seductor, tan encantador? Laura le sonrió. Ese hombre la tenía pillada. Si no fuera tan guapo, si no fuera tan tierno y a la vez tan complicado… Si no fuera Sergio, quizá no estaría tan coladita por él.—Ahora no…—No, claro, tú sólo qu
Cuando salió del cuarto la asaltaron un montón de ricos olores. Sergio estaba cocinando y el agradable aroma de un guiso especiado impregnaba todos los rincones de la casa.—Te quedaste dormida y me dio pena despertarte, así que estoy haciendo la comida.—¡Qué bien huele!—Ya verás, te vas a chupar los dedos —destapó la cazuela y cogió un poquito de salsa con una cuchara de madera—. Prueba, seguro que en tu vida has comido un estofado mejor.—¡Delicioso!—Y mira —la tomó de la mano y la llevó a la habitación—. He recogido.—¿Cuándo?—Mientras dormías. Estabas como un tronco, ni te has enterado, claro que he sido muy silencioso, lo he hecho con mucho cuidadito. Ahora haré la cama.Se dirigió a la ventana y la abrió.—Primero hay que ventilar la habitación.Laura sonrió para sus adentros. Él creía que había recogido, pero lo único que había hecho en realidad era quitar de en medio la ropa que estaba tirada de cualquier manera sobre las sillas y el sillón, aunque ella había dejado la suy
Celia se quedó estupefacta cuando Laura le dijo que tenía que ir a su casa a recoger la maleta, además de un montón de cosas que había ido añadiendo a la lista.—No entiendo nada. ¿Te fuiste a tu casa con la maleta y ahora no tienes ropa? ¿Por qué?—Ahora no puedo hablar —dijo, casi en un susurro para que Sergio no la oyera.—Discutisteis y lo abandonaste, es la única explicación… Venga, cuéntamelo.—Luego te lo cuento —le dio la dirección de Sergio y Celia quedó en llamarla cuando llegara para que él bajase a ayudarla a subir todo lo que le había pedido que le llevase.—Te espero entonces a eso de las cinco. Un beso, hermana. Te quiero.—Un beso. Y no te creas que te vas a ir de rositas de este embrollo… Me lo vas a contar todo, quieras o no. Empiezo a pensar que te traes demasiados líos.—¿De qué hablas? Y no te retrases, que necesito el vestido esta noche.
Durante la comida, ambos se esforzaron por hablar de cosas triviales para no tocar el tema que ocupaba sus pensamientos. Cuando Sergio se ponía a hablar de derecho, no había quien lo parase y Laura lo animó, haciéndole preguntas, consultándole sobre algunos casos que habría podido llevar de seguir en el bufete y que le interesaban por su complejidad jurídica… En ese tema se sentía seguro y sus consejos y apreciaciones eran brillantes y acertados. También hablaron de cine, como siempre, y de literatura… De todo menos de lo único que los obsesionaba.Recogieron en silencio. Laura estaba muy pensativa, tenía esa arruguita en el entrecejo que Sergio había aprendido a identificar como un signo de concentración y procuraba mantenerse alejada de él. Sus esfuerzos por no tocarlo le parecían ofensivos, le dolía pensar que no se sentía segura en su presencia.Pero en esa ocasión Sergio se equivocaba. No lo rehuía, sólo estaba muy concentrada dándole vueltas a esa idea que no podía sacarse de la
Laura lo abrazó y comenzaron a besarse. La tentación de decirle que no salieran, que se quedaran allí toda la noche haciendo el amor era demasiado fuerte y la consideró con seriedad. Pero se le adelantó Sergio que, en el fondo, odiaba la idea de tener que asistir a esa fiesta.—Y si nos quedamos aquí y…—No.Por mucho que a los dos les agradara la idea de quedarse en casa, protegidos, sería perjudicial que lo hicieran. Debían dejar de mantener su relación al margen de los demás, y sobre todo a Sergio le convenía salir de su aislamiento social. Era admirable cómo, solo, sin ninguna ayuda, había logrado encarrilar su vida y mantener controlada su obsesión; poco a poco había avanzado hasta lograr llevar una vida normal. Pero aún tenía muchas carencias, aún debía vencer varios obstáculos, y uno de ellos era su miedo a las relaciones sociales.—Es que… —parecía desvalido. Laura olvidó sus recelos y sintió una gran ternura por él—. Llevo tanto tiempo sin asistir a reuniones sociales que tem
El cóctel se celebraba en un lujoso hotel situado en una tranquila calle de Madrid, en el barrio de Chamberí. Cuando Laura y Sergio entraron ya había bastante gente. La joven se sintió un poco cohibida, pues le pareció que las mujeres iban demasiado vestidas, mucho más que ella, cuyo traje era bastante sencillo. No llevaba joyas, sólo unas perlas en las orejas, que su hermana había tenido la previsión de meter en su maleta, en una cajita.—Estás preciosa —le dijo Sergio cuando entregaron los abrigos a la entrada—. Ese vestido te sienta genial.—Gracias —le agradeció el cumplido, aunque no las tenía todas consigo.De todas formas, su mayor preocupación no era su aspecto, sino Sergio, que parecía un poco perdido entre la multitud. Iban de la mano, contemplando en silencio lo que los rodeaba, cuando se les acercó un hombre mayor que saludó a Sergio con afecto. Era el juez objeto del homenaje. Sergio le presentó a Laura y a partir de ese momento ya no estuvieron solos ni un segundo, charl