El sonido de la música retumbaba en sus oídos con fuerza, y el calor del whisky lo hacía sentirse levemente mareado. Henry Bennett observaba a aquellas mujeres bailando con sensualidad, luciendo aquellos mini vestidos de colores brillantes que destacaban en la pista de baile de aquel club nocturno de elite en donde había tomado la costumbre de embriagarse hasta casi desfallecer, todos los fines de semana.
En dos días más se cumplían seis años desde la última vez que había visto a su exesposa, Katherine Holmes, y aquellos años habían sido para él, un declive entre el alcohol y la culpa que sentía al haberla tratado como si no tuviese valor alguno, debatiéndose también en el rencor de aquella supuesta traición que daba por hecho. Toda su vida había sido el mimado hijo de la familia Bennett, destinado a ser el heredero de una cuantiosa fortuna y el dueño de las importantes empresas internacionales que su abuelo y padre habían levantado para ser el éxito que era. Las mujeres siempre le habían llegado por montones, esperando convertirse en la señora Bennett para vivir una vida acomodada y llena de privilegios…todas, siempre habían sido iguales, ninguna lo amaría de no ser quien era, y en su corazón, siempre había creído que Katherine era diferente.
Pero se había equivocado.
Dando otro trago a su costosa botella, Henry observaba a aquellas mujeres, eligiendo a las que quería llevarse a su cama para esa noche. Desde la partida de Katherine, él se había dedicado a levantar aún más el prestigioso apellido de su familia de lunes a jueves, permitiéndose los fines de semana para ahogarse entre mujeres y alcohol.
No volvería a enamorarse, se lo había prometido a sí mismo, mucho menos quería casarse de nuevo, aun y cuando su madre le insistía en tomar a Emily Gibson como su esposa.
— Quiero que traigas a esas chicas, las de los vestidos brillantes…ofréceles lo de siempre. — ordenó Henry a su guardaespaldas, Miguel López, quien solo negó y se dirigió luego a hablar con aquellas mujeres que su amo había elegido para pasar la noche.
Aquel viernes Henry salió nuevamente acompañado de aquellas mujeres que club, y al sábado siguiente, despertaba entre sus sabanas de seda con aquellas dos mujeres durmiendo a su lado. Levantándose con pesadumbre de su cama, nuevamente amanecía con dos desconocidas y sintiéndose tan miserable como se había sentido los últimos casi seis años, resopló molesto para luego levantarse de la cama.
Saliendo a su balcón, Henry observó la ciudad vistiéndose de amanecer, mientras encendía un cigarrillo. Había intentado todo para olvidarla, desde embriagarse hasta perder la conciencia de sí mismo, hasta buscar placeres mundanos en tantos cuerpos femeninos como le era posible hacerlo…pero, aun así, no lograba olvidarla ni siquiera un instante al día, y por las noches, cuando Morfeo llegaba, la hermosa figura de Katherine Holmes se aparecía en medio de sus sueños tan solo para desaparecer al despertar.
Poco a poco, día con día, mes con mes y año con año, Henry Bennett sentía volverse cada vez más loco.
Su celular resonó sobre el buró junto a su cama, y decidiendo ignorarlo, exhalo el humo del cigarrillo observando con atención las curiosas formas que se hacían con él. Sin embargo, cuando el móvil sonó dos veces más, con molestia caminó hacia el para tomarlo, y leer atentamente el nombre de su asistente personal y su hermano menor, que recién regresaba de un importante viaje de negocios en su nombre desde Londres. Con molestia, decidió atender cuando una tercera llamada dio comienzo.
— ¿Qué es lo ocurre?, te he dicho que está terminantemente prohibido molestarme los fines de semana, estoy con dos bellezas ahora mismo, si ha surgido algún problema, es tu responsabilidad resolverlo. — dijo Henry evidentemente molesto.
— Lo se Henry, pero esto es demasiado importante para esperar hasta el lunes…vi a una mujer en mi vuelo de regreso aquí, en la zona VIP… —
— Basta Jhon, no me interesa si viste a una mujer que te ha gustado, es tu asunto. — interrumpió groseramente Henry.
Jhon al otro lado de la línea, tomo aire y paciencia. Su hermano mayor se había convertido en un completo imbécil desde que Katherine se había ido, meditó.
— Vi a Katherine Holmes en mi vuelo de regreso…la estoy viendo ahora mismo y me he mantenido oculto a su vista…ella no viene sola. — dijo Jhon mirando a aquella hermosa mujer de cabellos rubios, acompañada de un hombre completamente desconocido, y dos niños pequeños extrañamente familiares, que mantenían sus cabellos ocultos bajo un par de gorros.
Henry sintió como si le hubiesen dado un baldazo de agua helada directamente en el rostro, y se quedó en silencio durante varios segundos que le parecieron eternos. La figura de aquella mujer saltaba nuevamente de sus recuerdos, y su corazón latió tan deprisa, que sintió que este le estallaría dentro del pecho.
— ¿Sigues allí? — cuestionó Jhon del otro lado de la línea.
Mirando el amanecer, Henry sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, y con voz trémula, respondió.
— ¿E-Estas seguro de que es ella? — cuestionó.
— Lo estoy, jamás podría olvidarla. — respondió Jhon con seriedad, viendo como Katherine Holmes tomaba a uno de los niños en sus brazos mientras el hombre desconocido tomaba a otro.
Henry se recargó en la fría pared. La nieve había comenzado a caer sobre la ciudad, y su helado corazón nuevamente se había estremecido.
— ¿Quién la está acompañando? — cuestionó el magnate con premura.
— Va con un hombre al que jamás había visto, muy elegante, parece inglés, y también…va con dos niños pequeños…no mayores de los cinco o seis años. — respondió Jhon.
Henry se quedó nuevamente en silencio, y lo que aún le quedaba de corazón, lo sintió romperse en ese momento.
¿Ella se había casado con otro hombre?, ¿Katherine ahora tenía hijos?
Henry sintió como la ira, la desilusión y el rencor le reventaban todos a la vez dentro del pecho. Katherine Holmes, la única mujer a la que había amado, de la que no había logrado olvidarse, había vuelto a hacer su vida mientras que el…buscaba en otras aquellas caricias que noche tras noche extrañaba de sus manos.
— Detenla ahora mismo, y si no logras detenerla, quiero que la sigas y no la pierdas…ya es momento de volvernos a ver y de aclarar algunas cosas…es momento de que esa mujer escuche lo que tengo que decirle. — dijo Henry tajante y frío, y luego regresó a su habitación.
Viendo a aquellas mujeres que aún seguían durmiendo, el apuesto magnate de cabellos castaños y ojos azules tomó su elegante abrigo, y salió de su lujoso departamento con solo una cosa dentro de su mente.
Quería volver a ver a aquella mujer, quería ver con sus propios ojos a Katherine Holmes, y a aquellos hijos que ella se había atrevido a tener con otro hombre.
El aire de New York, se sentía tan denso y pesado como Katherine lo recordaba. La nieve había comenzado a caer, y de a poco, el suelo y las altas copas de los árboles comenzaban a pintarse de blanco hacia el exterior del aeropuerto, mientras esperaban por sus maletas y por María quien había ido a los sanitarios, la habían traído consigo para que cuidase de los gemelos. Hacía frío, aunque quizás, no tanto como en Londres, donde había estado viviendo casi los últimos seis años de su vida…sus hijos, habían nacido en aquel país al que decidió marcharse junto a su padre para comenzar una nueva vida…y para preparar su venganza.— Cielos, los estadounidenses sí que son extravagantes, mira todas esas luces que se ven en la ciudad en esa fotografía, seguro las personas que viven en los departamentos cercanos en el centro de New York, no deben de lograr un sueño reparador por las noches. — dijo Jackson Evans quien sostenía entre sus brazos a la pequeña Emma.Katherine sonrió por el comentario.
—No es un placer volver a verte. — dijo Katherine con una frialdad que hirió a Henry.Aquel apuesto magnate de cabellos castaños y ojos azules, vio a su ex esposa recorriendo con su mirada cada parte de ella sin perder detalle.Katherine había cambiado, admitió. Ella estaba tan hermosa como la recordaba, sin embargo, su porte estaba cargado de una elegancia distinguida y de un orgullo avasallador, y sus ojos verdes esmeralda, no lo miraban con aquella adoración y devoción como siempre lo habían visto…en su lugar, había frialdad, desdén y un desprecio devastador. Henry sintió como un escalofrió lo recorrió por completo, pues, aunque no quería admitirlo ni siquiera para sí mismo, esperaba encontrarse con aquella hermosa y cálida mujer que lo había amado con adoración.—¿Por qué has vuelto?, ¿Esperabas volver a verme? — cuestionó Henry, mientras observaba a aquel hombre junto a su exesposa. —¿Y quién es este hombre? — exigió saber sintiendo los celos carcomerle el pecho.—Jackson Evans.
La nieve ya había cubierto de blanco a la ciudad de New York, y Katherine admiraba el panorama en silencio, desde el último piso de aquel lujoso edificio de departamentos que se hallaba frente al Central Park. Había comprado aquel precioso pent-house, que tenía todos los lujos que cualquiera soñaría con poseer, sin embargo, no se sentía satisfecha…en su corazón, siempre hacía falta algo.La rubia de fríos ojos verdes, aun sentía sus piernas temblorosas después de volver a ver; tan repentinamente, a Henry Bennett, su exesposo, y mil preguntas rondaban por su mente en ese momento, mientras observaba la nieve caer. ¿Cómo era que Henry sabía que ella estaba en el aeropuerto?, ¿Había notado algo de sus hijos?, ¿Por qué a pesar de odiarlo, su corazón latió con fuerza en el momento en que volvió a verlo?Negándose en silencio a responderse esa última pregunta, Katherine suspiró. No sería sencillo realizar su venganza sin contratiempos, ahora que Henry estaba al tanto de que ella estaba en la
Aquella noche, Gabriel y Emma miraban las estrellas de su proyector, que se reflejaban en el techo de su habitación. En la mente de los gemelos, se dibujaba el rostro de aquel misterioso hombre que hablaba con su madre cuando salieron del aeropuerto. Los ojos azules tan raros como los de ellos, y el cabello color café como lo tenían ellos, no dejaban de rondar su inocente mente que había ya retratado mil escenarios ficticios.Nunca habían conocido a su padre, y su madre, jamás les hablaba de él. Ambos niños habían crecido con aquel vacío en sus pequeños corazones, y con el anhelo de algún día conocer a su papá…aquella, era la mayor ilusión que tenían en sus vidas.—Oye Emma, ese señor que estaba con mamá, ¿Crees que se parece a nosotros? — cuestionó Gabriel pensando en ese hombre que lo había deslumbrado.Emma suspiró.—Si, se parece a ti y a mí, pero si le preguntamos a mami, ella va a enojarse como siempre se enoja cuando le preguntamos por papito…pero, yo quiero saber quién es ese
—Esto es un desastre. — dijo María mirando como el agua del sanitario en el baño privado de los gemelos, salía sin control de la misma.—Demonios…se supone que pagué por un maldito mantenimiento antes de mudarme. Lo siento, María, pero tengo que irme para asegurarme que los preparativos para el desfile de esta noche marchen bien…además de que me reuniré con Carl para alistarme para el evento, por favor perdóname por dejarte con este problema. — se disculpó Katherine con María.La vieja nana sonrió. — No se preocupe señora, me encargare de que los plomeros hagan bien su trabajo, usted vaya tranquila, este evento es muy importante, no se preocupe de esta anciana, he sido ama de llaves toda mi vida y se cómo manejar a la demás servidumbre. Aunque, debo de admitir señora, que es un poco extraño lo que ha ocurrido tan repentinamente, quizás algún duendecillo hizo de las suyas. — dijo entre risas María, dando una mirada de reojo a los gemelos que se hallaban ocultos tras la puerta del baño.
La tarde había caído en el salón de belleza, y Katherine sentía como su querido amigo e importante diseñador Carl Valentino, a quien había conocido en una pasarela en Milán y desde entonces habían llevado una hermosa amistad, maquillaba su hermoso rostro con la maestría que solo él podía. Colgado en la pared, se hallaba el hermoso vestido que la hermosa rubia de ojos verdes usaría para esa noche: un largo vestido de terciopelo azul zafiro en corte sirena, que se amoldaría a su cuerpo, de larga cola que caía desde la media espalda como una cascada, y con hermosas incrustaciones de diamantes a lo largo de él. Aquella prenda era un diseño propio de Katherine, y que tan solo ella usaría; no saldría a la venta, ese vestido era único y ella sería la única en el mundo en poseerlo.—Esta noche sin duda alguna vas a brillar mi bella Charlie, nadie podrá igualar la majestuosidad del vestido que diseñaste para este evento, es tan elegante, sofisticado y al mismo tiempo tan dramático, que no pued
—¿Pero que hace esa maldita mujer aquí? — cuestionó Antonella Bennett al mirar a Katherine Holmes, la arruinada ex esposa de su millonario hijo, caminar sobre la alfombra roja de la pasarela Divane, y atravesándole el paso, no le permitió continuar al interior.Emily Gibson no podía creer que estuviese viendo a aquella miserable mujer allí mismo, en donde solo la alta sociedad estaba codeándose.—¡¿Cómo te atreves a presentarte aquí cuando no eres más que una pordiosera?! — cuestionó Emily realmente furiosa, intentando tomar del brazo a Katherine para obligarla a marcharse, sin embargo, la fuerte mano de Henry le impidió tocarla.Henry, también se hallaba genuinamente sorprendido de mirar a su exesposa allí, aunque, recordando el incidente en el aeropuerto y con el gobernador, aquello no era tan descabellado. ¿Con quién se había casado Katherine para tener semejante influencia?, no pudo evitar cuestionarse.—Basta, Emily, es suficiente. — dijo Henry tajante.Emily resopló furiosa, y l
—Gracias a todos por acompañarnos esta noche, mi nombre es Katherine Holmes, y yo soy la diseñadora detrás de Katherine Divane. —Emily sintió como si algo se le hubiera atravesado en medio de la garganta, oprimiendo también su pecho. Su respiración se volvió dificultosa y la rabia que sentía hacia latir su corazón tan fuerte, que apenas podía disimularlo.¿Cómo era posible aquello? Se cuestionó a sí misma. Katherine, la pobre y miserable Katherine Holmes, no podía ser la afamada diseñadora a la que tanto admiraba. Mirando el vestido que llevaba puesto, y que había presumido con tanto alarde, se sintió asqueada al entender que estaba usando una prenda diseñada por una simple pordiosera.—Esto no puede ser posible. — dijo Antonella Bennett desde su asiento, mientras apretaba entre sus manos aquel costoso bolso de Divane del cual había hecho alarde los últimos meses con sus amigas en sociedad.Sintiendo rabia al comprender que aquel bolso había sido diseñado por la inmunda Katherine Hol