Capítulo 3: El Ceo derrotado.

El sonido de la música retumbaba en sus oídos con fuerza, y el calor del whisky lo hacía sentirse levemente mareado. Henry Bennett observaba a aquellas mujeres bailando con sensualidad, luciendo aquellos mini vestidos de colores brillantes que destacaban en la pista de baile de aquel club nocturno de elite en donde había tomado la costumbre de embriagarse hasta casi desfallecer, todos los fines de semana.

En dos días más se cumplían seis años desde la última vez que había visto a su exesposa, Katherine Holmes, y aquellos años habían sido para él, un declive entre el alcohol y la culpa que sentía al haberla tratado como si no tuviese valor alguno, debatiéndose también en el rencor de aquella supuesta traición que daba por hecho. Toda su vida había sido el mimado hijo de la familia Bennett, destinado a ser el heredero de una cuantiosa fortuna y el dueño de las importantes empresas internacionales que su abuelo y padre habían levantado para ser el éxito que era. Las mujeres siempre le habían llegado por montones, esperando convertirse en la señora Bennett para vivir una vida acomodada y llena de privilegios…todas, siempre habían sido iguales, ninguna lo amaría de no ser quien era, y en su corazón, siempre había creído que Katherine era diferente.

Pero se había equivocado.

Dando otro trago a su costosa botella, Henry observaba a aquellas mujeres, eligiendo a las que quería llevarse a su cama para esa noche. Desde la partida de Katherine, él se había dedicado a levantar aún más el prestigioso apellido de su familia de lunes a jueves, permitiéndose los fines de semana para ahogarse entre mujeres y alcohol.

No volvería a enamorarse, se lo había prometido a sí mismo, mucho menos quería casarse de nuevo, aun y cuando su madre le insistía en tomar a Emily Gibson como su esposa.

— Quiero que traigas a esas chicas, las de los vestidos brillantes…ofréceles lo de siempre. — ordenó Henry a su guardaespaldas, Miguel López, quien solo negó y se dirigió luego a hablar con aquellas mujeres que su amo había elegido para pasar la noche.

Aquel viernes Henry salió nuevamente acompañado de aquellas mujeres que club, y al sábado siguiente, despertaba entre sus sabanas de seda con aquellas dos mujeres durmiendo a su lado. Levantándose con pesadumbre de su cama, nuevamente amanecía con dos desconocidas y sintiéndose tan miserable como se había sentido los últimos casi seis años, resopló molesto para luego levantarse de la cama.

Saliendo a su balcón, Henry observó la ciudad vistiéndose de amanecer, mientras encendía un cigarrillo. Había intentado todo para olvidarla, desde embriagarse hasta perder la conciencia de sí mismo, hasta buscar placeres mundanos en tantos cuerpos femeninos como le era posible hacerlo…pero, aun así, no lograba olvidarla ni siquiera un instante al día, y por las noches, cuando Morfeo llegaba, la hermosa figura de Katherine Holmes se aparecía en medio de sus sueños tan solo para desaparecer al despertar.

Poco a poco, día con día, mes con mes y año con año, Henry Bennett sentía volverse cada vez más loco.

Su celular resonó sobre el buró junto a su cama, y decidiendo ignorarlo, exhalo el humo del cigarrillo observando con atención las curiosas formas que se hacían con él. Sin embargo, cuando el móvil sonó dos veces más, con molestia caminó hacia el para tomarlo, y leer atentamente el nombre de su asistente personal y su hermano menor, que recién regresaba de un importante viaje de negocios en su nombre desde Londres. Con molestia, decidió atender cuando una tercera llamada dio comienzo.

— ¿Qué es lo ocurre?, te he dicho que está terminantemente prohibido molestarme los fines de semana, estoy con dos bellezas ahora mismo, si ha surgido algún problema, es tu responsabilidad resolverlo. — dijo Henry evidentemente molesto.

— Lo se Henry, pero esto es demasiado importante para esperar hasta el lunes…vi a una mujer en mi vuelo de regreso aquí, en la zona VIP… —

— Basta Jhon, no me interesa si viste a una mujer que te ha gustado, es tu asunto. — interrumpió groseramente Henry.

Jhon al otro lado de la línea, tomo aire y paciencia. Su hermano mayor se había convertido en un completo imbécil desde que Katherine se había ido, meditó.

— Vi a Katherine Holmes en mi vuelo de regreso…la estoy viendo ahora mismo y me he mantenido oculto a su vista…ella no viene sola. — dijo Jhon mirando a aquella hermosa mujer de cabellos rubios, acompañada de un hombre completamente desconocido, y dos niños pequeños extrañamente familiares, que mantenían sus cabellos ocultos bajo un par de gorros.

Henry sintió como si le hubiesen dado un baldazo de agua helada directamente en el rostro, y se quedó en silencio durante varios segundos que le parecieron eternos. La figura de aquella mujer saltaba nuevamente de sus recuerdos, y su corazón latió tan deprisa, que sintió que este le estallaría dentro del pecho.

— ¿Sigues allí? — cuestionó Jhon del otro lado de la línea.

Mirando el amanecer, Henry sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, y con voz trémula, respondió.

— ¿E-Estas seguro de que es ella? — cuestionó.

— Lo estoy, jamás podría olvidarla. — respondió Jhon con seriedad, viendo como Katherine Holmes tomaba a uno de los niños en sus brazos mientras el hombre desconocido tomaba a otro.

Henry se recargó en la fría pared. La nieve había comenzado a caer sobre la ciudad, y su helado corazón nuevamente se había estremecido.

— ¿Quién la está acompañando? — cuestionó el magnate con premura.

— Va con un hombre al que jamás había visto, muy elegante, parece inglés, y también…va con dos niños pequeños…no mayores de los cinco o seis años. — respondió Jhon.

Henry se quedó nuevamente en silencio, y lo que aún le quedaba de corazón, lo sintió romperse en ese momento.

¿Ella se había casado con otro hombre?, ¿Katherine ahora tenía hijos?

Henry sintió como la ira, la desilusión y el rencor le reventaban todos a la vez dentro del pecho. Katherine Holmes, la única mujer a la que había amado, de la que no había logrado olvidarse, había vuelto a hacer su vida mientras que el…buscaba en otras aquellas caricias que noche tras noche extrañaba de sus manos.

— Detenla ahora mismo, y si no logras detenerla, quiero que la sigas y no la pierdas…ya es momento de volvernos a ver y de aclarar algunas cosas…es momento de que esa mujer escuche lo que tengo que decirle. — dijo Henry tajante y frío, y luego regresó a su habitación.

Viendo a aquellas mujeres que aún seguían durmiendo, el apuesto magnate de cabellos castaños y ojos azules tomó su elegante abrigo, y salió de su lujoso departamento con solo una cosa dentro de su mente.

Quería volver a ver a aquella mujer, quería ver con sus propios ojos a Katherine Holmes, y a aquellos hijos que ella se había atrevido a tener con otro hombre.

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