La nieve ya había cubierto de blanco a la ciudad de New York, y Katherine admiraba el panorama en silencio, desde el último piso de aquel lujoso edificio de departamentos que se hallaba frente al Central Park. Había comprado aquel precioso pent-house, que tenía todos los lujos que cualquiera soñaría con poseer, sin embargo, no se sentía satisfecha…en su corazón, siempre hacía falta algo.
La rubia de fríos ojos verdes, aun sentía sus piernas temblorosas después de volver a ver; tan repentinamente, a Henry Bennett, su exesposo, y mil preguntas rondaban por su mente en ese momento, mientras observaba la nieve caer. ¿Cómo era que Henry sabía que ella estaba en el aeropuerto?, ¿Había notado algo de sus hijos?, ¿Por qué a pesar de odiarlo, su corazón latió con fuerza en el momento en que volvió a verlo?
Negándose en silencio a responderse esa última pregunta, Katherine suspiró. No sería sencillo realizar su venganza sin contratiempos, ahora que Henry estaba al tanto de que ella estaba en la ciudad, y aunque su exesposo se había hecho una idea equivocada entre lo que realmente pasaba con ella y Jackson, había decidido no corregir su pequeño error…era mejor que Henry creyera que su colega de negocios y amigo, era en realidad su pareja. Secretamente, esperaba que esa falsa idea que se había dado, le causara, aunque sea un poco, algo de dolor a su exesposo.
Escuchando a sus hijos reír mientras jugaban con su nana, Katherine sintió tristeza al hacerse una nueva pregunta: ¿Qué hubiese pasado si Henry le hubiese creído a ella en lugar de creerle a Emily Gibson?, quizás, en aquel momento ellos tendrían la familia feliz con la que una vez soñaron juntos, aceptó para sí misma, sin embargo, por el rencor que sentía hacia Henry y los Bennett, no se permitió pensar o anhelar con algo que nunca fue…ella no podría perdonar lo que le hicieron, ni que Henry no hubiese creído en ella.
En su propio departamento, Henry Bennett observaba aquel video de su boda con Katherine, mientras bebía directamente de su costosa botella de whisky. Las mujeres con las que había despertado esa mañana habían tomado sus cosas, su pago, y se habían marchado antes de que el regresara. Katherine estaba tan bella como la recordaba, aunque con un aire de superioridad y frialdad que no tenía. Ahora, ella la madre de dos pequeños niños, y sintió su corazón apretarse ante el recuerdo de aquellas charlas entre ella y el que solían durar horas y horas…charlas en las que hablaban sobre la familia que añoraban formar juntos, y aquellos hijos que desearon tener imaginándolos corriendo por los extensos jardines de su hogar.
Pero aquello, no pudo ser.
Bebiendo como si no fuese a haber un mañana, Henry sollozó en silencio, al admitir para sí mismo que se había arrepentido cada día desde aquel día de enero hacía ya casi seis años, en que permitió que su madre y Emily humillaran a su esposa. Había anhelado con recuperarla desde el momento en que tuvo el divorcio firmado en sus manos, y al saber que Katherine había renunciado voluntariamente a la compensación económica que él le había otorgado.
“No quiero tu dinero, no quiero a nadie más…tan solo a ti”
A sus pies, Katherine le había dicho aquello, sin embargo, después del divorcio, ella había simplemente desaparecido, su padre había puesto en venta su casa, y de su exesposa ya no encontró ni el rastro…era como si la tierra se la hubiese tragado.
Volverla a ver, había despertado en él, sensaciones que creía muertas, aun y cuando aquellas fotografías eran tan reales, que traían de regreso aquel dolor que sintió destrozarlo cuando supo que la mujer que amaba le había sido infiel. Aquel debate interno entre su amor y su rencor hacia Katherine, lo estaban volviendo loco.
Tomando su celular, Henry llamó a su hermano, ya sintiéndose mareado por al alcohol.
—Jhon, quiero que averigües todo lo que puedas de Katherine, su nuevo hombre y sus hijos…quiero saber todo acerca de ese maldito que ahora duerme con ella, y que es lo que ella hace en la ciudad. Quiero saberlo todo. — exigió.
Jhon escuchó la desesperación de su hermano, y recordó los peculiares ojos azul zafiro que tenían aquellos pequeños que presumiblemente eran los hijos de Katherine. Aquel color, era tan similar a los ojos de él, su padre y su hermano, que por un momento en su mente cruzó una idea.
¿Realmente aquel hombre elegante que acompañaba a Katherine Holmes, era el padre de esos niños?
—Si hermano, averiguare todo cuanto pueda. — le respondió a Henry.
En el edificio de Bennett Family Corp. Emily Gibson recibía una llamada.
—¿Estas completamente seguro de que era ella? — cuestionó la mujer de cabellos castaños y ojos grises.
—Si señora Gibson, estoy seguro de que esa mujer era Katherine Holmes. — respondió un hombre al otro lado de la línea.
Terminando la llamada en ese momento y sin decir nada más, Emily se mordió el labio ansiosamente, y apretó los dientes. ¿Qué hacía Katherine Holmes de regreso en New York después de tantos años? Se cuestionó con desespero.
En aquellos casi seis años, no había logrado acercarse a Henry Bennett, y el tan solo le había mostrado el mismo desprecio de siempre.
Katherine no podía arrebatarle nuevamente al hombre que ella deseaba…no podía permitirlo, se prometió a sí misma.
Cuando la noche cayó sobre la ciudad, Katherine sonrió al mirar en las noticias aquella nota.
“El día de mañana por la noche en el centro Rockefeller, se llevará a cabo el desfile de modas que presentará la nueva línea de ropa de la afamada diseñadora Katherine Divane, estamos ansiosos por ver sus nuevos diseños. La diseñadora cobro fama, reconocimiento y popularidad en Londres hace cuatro años, cuando la princesa de Gales comenzó a usar sus inigualables diseños…”
Ya sin prestar atención al resto de la nota, Katherine sonrió y brindó consigo misma. El tablero de su juego estaba puesto, y la partida de ajedrez estaba a punto de dar comienzo. El momento que Emily Gibson y los Bennett pagarían lo que le habían hecho, estaba llegando paso a paso.
Aquella noche, Gabriel y Emma miraban las estrellas de su proyector, que se reflejaban en el techo de su habitación. En la mente de los gemelos, se dibujaba el rostro de aquel misterioso hombre que hablaba con su madre cuando salieron del aeropuerto. Los ojos azules tan raros como los de ellos, y el cabello color café como lo tenían ellos, no dejaban de rondar su inocente mente que había ya retratado mil escenarios ficticios.Nunca habían conocido a su padre, y su madre, jamás les hablaba de él. Ambos niños habían crecido con aquel vacío en sus pequeños corazones, y con el anhelo de algún día conocer a su papá…aquella, era la mayor ilusión que tenían en sus vidas.—Oye Emma, ese señor que estaba con mamá, ¿Crees que se parece a nosotros? — cuestionó Gabriel pensando en ese hombre que lo había deslumbrado.Emma suspiró.—Si, se parece a ti y a mí, pero si le preguntamos a mami, ella va a enojarse como siempre se enoja cuando le preguntamos por papito…pero, yo quiero saber quién es ese
—Esto es un desastre. — dijo María mirando como el agua del sanitario en el baño privado de los gemelos, salía sin control de la misma.—Demonios…se supone que pagué por un maldito mantenimiento antes de mudarme. Lo siento, María, pero tengo que irme para asegurarme que los preparativos para el desfile de esta noche marchen bien…además de que me reuniré con Carl para alistarme para el evento, por favor perdóname por dejarte con este problema. — se disculpó Katherine con María.La vieja nana sonrió. — No se preocupe señora, me encargare de que los plomeros hagan bien su trabajo, usted vaya tranquila, este evento es muy importante, no se preocupe de esta anciana, he sido ama de llaves toda mi vida y se cómo manejar a la demás servidumbre. Aunque, debo de admitir señora, que es un poco extraño lo que ha ocurrido tan repentinamente, quizás algún duendecillo hizo de las suyas. — dijo entre risas María, dando una mirada de reojo a los gemelos que se hallaban ocultos tras la puerta del baño.
La tarde había caído en el salón de belleza, y Katherine sentía como su querido amigo e importante diseñador Carl Valentino, a quien había conocido en una pasarela en Milán y desde entonces habían llevado una hermosa amistad, maquillaba su hermoso rostro con la maestría que solo él podía. Colgado en la pared, se hallaba el hermoso vestido que la hermosa rubia de ojos verdes usaría para esa noche: un largo vestido de terciopelo azul zafiro en corte sirena, que se amoldaría a su cuerpo, de larga cola que caía desde la media espalda como una cascada, y con hermosas incrustaciones de diamantes a lo largo de él. Aquella prenda era un diseño propio de Katherine, y que tan solo ella usaría; no saldría a la venta, ese vestido era único y ella sería la única en el mundo en poseerlo.—Esta noche sin duda alguna vas a brillar mi bella Charlie, nadie podrá igualar la majestuosidad del vestido que diseñaste para este evento, es tan elegante, sofisticado y al mismo tiempo tan dramático, que no pued
—¿Pero que hace esa maldita mujer aquí? — cuestionó Antonella Bennett al mirar a Katherine Holmes, la arruinada ex esposa de su millonario hijo, caminar sobre la alfombra roja de la pasarela Divane, y atravesándole el paso, no le permitió continuar al interior.Emily Gibson no podía creer que estuviese viendo a aquella miserable mujer allí mismo, en donde solo la alta sociedad estaba codeándose.—¡¿Cómo te atreves a presentarte aquí cuando no eres más que una pordiosera?! — cuestionó Emily realmente furiosa, intentando tomar del brazo a Katherine para obligarla a marcharse, sin embargo, la fuerte mano de Henry le impidió tocarla.Henry, también se hallaba genuinamente sorprendido de mirar a su exesposa allí, aunque, recordando el incidente en el aeropuerto y con el gobernador, aquello no era tan descabellado. ¿Con quién se había casado Katherine para tener semejante influencia?, no pudo evitar cuestionarse.—Basta, Emily, es suficiente. — dijo Henry tajante.Emily resopló furiosa, y l
—Gracias a todos por acompañarnos esta noche, mi nombre es Katherine Holmes, y yo soy la diseñadora detrás de Katherine Divane. —Emily sintió como si algo se le hubiera atravesado en medio de la garganta, oprimiendo también su pecho. Su respiración se volvió dificultosa y la rabia que sentía hacia latir su corazón tan fuerte, que apenas podía disimularlo.¿Cómo era posible aquello? Se cuestionó a sí misma. Katherine, la pobre y miserable Katherine Holmes, no podía ser la afamada diseñadora a la que tanto admiraba. Mirando el vestido que llevaba puesto, y que había presumido con tanto alarde, se sintió asqueada al entender que estaba usando una prenda diseñada por una simple pordiosera.—Esto no puede ser posible. — dijo Antonella Bennett desde su asiento, mientras apretaba entre sus manos aquel costoso bolso de Divane del cual había hecho alarde los últimos meses con sus amigas en sociedad.Sintiendo rabia al comprender que aquel bolso había sido diseñado por la inmunda Katherine Hol
Katherine, miraba los ojos azul zafiro de su exesposo, quien parecía divertirse a costa suya. ¿Qué era lo que Henry Bennett estaba pensando?, ¿Por qué simplemente no se enfurecía de su éxito como si lo habían hecho su madre y Sofía?— Pareces muy relajado bailando con quien te prometió que te arrepentirías un día. — dijo Katherine con seriedad, mientras el second waltz estaba sonando.Tomando con firmeza a su exesposa por la cintura, Henry dibujó en su rostro una sonrisa ladina.— Puedes prometerme el infierno, si así lo deseas, pero eso no cambiará nada de lo que una vez sentiste por mí. — respondió Henry.Katherine apenas podía creer el cinismo mostrado por su exmarido; Henry Bennett siempre había sido de cierto modo muy arrogante porque así se lo permitía su muy acomodada posición…pero ahora, aquel rasgo que alguna vez había amado de él, lograba enfurecerla.— No soy la misma mujer a la que permitiste que humillaran aquel día, puedo y tengo el poder para destruirte, así que será me
Aquella melodía se había por fin terminado, y Henry, vio como Katherine escapaba de él, cómo se le había escapado de sus manos hacía ya siete años atrás. La hermosa rubia se había alejado para reunirse de nuevo con aquel hombre que lo miraba a cambio desafiante. El magnate de cabellos castaños le sostuvo la mirada a Jackson Williams de vuelta, y tomando una copa de champagne de uno de los meseros, hizo un brindis hacia el hombre.No podía evitarlo, Henry lo supo, pero la rabia que sentía en ese momento, le quemaba el estómago y la garganta…pero no haría una escena. No todavía. Jackson, tomaba a Katherine de la cintura y caminaba junto a ella para saludar a algunas otras personas; aquella mujer, su ex esposa, ni siquiera lo había mirado una vez que el second waltz había terminado, y se sentía herido por ello. Dando un sorbo a su elegante copa de cristal, el apuesto magnate quiso que aquella fría indiferencia de Katherine no le afectara…pero lo hacía irremediablemente.—No puedo creer e
Jackson, había dejado a Katherine en su casa, sin embargo, la hermosa rubia se había encontrado con algo inesperado. Aquello era un desastre. Meditó Katherine al mirar la tubería expuesta en el baño de sus hijos.—Tenemos que buscar un lugar en donde permanecer mientras tanto, pues el plomero y el señor que maneja este edificio, me aseguraron que podrían tardar por lo menos cuatro semanas en terminar los trabajos y dejar todo como antes. — decía María con seriedad.Katherine se apretó con las yemas de sus dedos el puente de la nariz. Aquel era un problema serio con el que se había encontrado apenas llegando de su lujosa fiesta de presentación, y no tenía humor para lidiar con ello después de soportar a Henry Russel todo el rato. Ya había hablado con el dueño del edificio, y no tenían ningún otro departamento libre, ni siquiera los más económicos.—Bien…esto, es un desastre, pero Gabriel y Emma aseguran no saber nada, ¿No es así? — dijo Katherine dando una mirada de soslayo a sus travi