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29. Vicky, amor mío, despierta.

El rostro de Erwan palideció en el instante en que vio cómo el cuerpo de Victoria cedía ante la gravedad. Todo empezó a verse en cámara lenta a su alrededor. Sin embargo, su cuerpo se movió rápidamente, al mismo ritmo que su corazón latía en ese momento, evitando que la mujer que amaba cayera por completo al suelo.

—Vicky, por favor, mi bello cisne, no me hagas esto. Despierta, por favor —le rogaba Erwan mientras la llevaba en brazos hasta el sillón de tres plazas que había en la habitación.

Erwan no tardó nada en aflojar cualquier cosa que impidiera que el aire circulara libremente hacia sus pulmones. No dejaba de llamarla, tocando suavemente sus brazos y hombros.

—Vicky, amor mío, despierta, esto ya no es gracioso.

Victoria sabía que Erwan estaba allí con ella, lo sentía preocupado; sin embargo, no podía abrir los ojos. La oscuridad en la que se encontraba parecía no querer dejarla ir. Deseaba gritar, hacerle saber que estaba bien. ¿Pero realmente lo estaba? Un cambio en la posición
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