Capítulo 264
Al mencionar esto, Enzo también se sintió un poco triste:—Así que cuando te reencontré en la universidad, me odié a mí mismo por haber estado ausente en tu vida durante tantos años, dejándote pasar por tantas dificultades.

—Enzo, esto no tiene nada que ver contigo.

Cuando enfrenté esos problemas, él también era solo un niño.

Había caminos en la vida que uno debía recorrer solo.

Nadie podía ayudarte.

El hecho de que él pudiera tenderme una mano cuando más lo necesitaba ya era más que suficiente.

Mientras hablábamos, Olaia salió con la olla caliente en la mano, sonriendo: —¿Cómo va la charla? ¿Ya puedo encender el fuego?

Enzo le siguió el juego: —¡Adelante! No almorcé y ya tengo hambre.

Durante esa comida, con Olaia presente, las risas y el buen humor no faltaron.

Poco a poco, fui dejando de lado ese tema candente en las redes sociales.

Todo pasaría con el tiempo.

Al día siguiente, la nieve seguía cayendo, el viento soplaba con fuerza, y todo el suelo estaba cubierto de un blanco inmacul
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