Capítulo 269
Cuando Isabella llegó a la oficina, su respiración aún era agitada, visiblemente alterada.

Era evidente cuánto le importaba su hija Estrella.

La cuidaba como a su mayor tesoro.

Al ver que su apoyo había llegado, Estrella hizo un puchero, como si estuviera a punto de llorar: —Mamá, me apiadé de ella porque acaba de divorciarse y vine a ayudarla con su negocio, ¡y ella junto con su amiga me insultaron, llamándome perra!

Las cejas de Isabella se fruncieron, y me miró con furia: —¡Delia, no seas tan desagradecida! ¡Pídele disculpas a mi hija!

—De tal palo, tal astilla — intervino Olaia, incapaz de contenerse.

—¿Qué es eso de ser desagradecida? Nadie le rogó a tu hija que nos ayudara con el negocio. ¡Ya le dije que no aceptaríamos su pedido, pero ella insiste en imponerse!

—¿Y tú quién te crees para hablarme así?

Isabella replicó con desdén, lanzándome una mirada amenazante: —Delia, la última vez te hice el favor de dejarlo pasar, pero si hoy no ella controla su lengua, me aseguraré de que
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