Capítulo 272
Me sorprendió.

—¿Esperarme hasta que termine mi jornada?

¿Qué más podía pasar?

—Un amigo me trajo antes. No tengo coche.

Explicó Mateo mientras me mostraba la hora en su reloj: —Ya casi terminas, así que podrías llevarme cuando salgas.

—Te pediré un coche.

Saqué mi celular, pero él frunció el ceño y dijo en tono suave: —Nunca monto en coches de afuera.

Bien.

Era normal que los ricos tuvieran sus excentricidades.

Sin saber qué decir, respondí: —Entonces, quédate aquí.

Entré en mi oficina, y Olaia se acercó poco después.

Se me quedó mirando con una expresión curiosa: —¿Qué pasa con el señor Vargas? ¿Por qué sigue aquí?

—Está esperando un ride.

Respondí con resignación.

Olaia se sentó en la silla frente a mí, apoyó los codos en la mesa y se sostuvo la cara con las manos.

—Acabo de ver que las dos mujeres de la familia Hernández parecen tenerle bastante miedo. ¿No deberías mejorar la relación con él? Si pasa algo, podría ayudarte.

—Olvídalo.

Rechacé sin pensarlo: —¿Crees que es alguien que
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