Capítulo 262
Olaia corrió descalza a abrir la puerta. Al hacerlo, se quedó un momento paralizada: —Enzo, ¿vienes a ver a Delia?

—Sí.

Enzo sonrió amablemente mientras entraba. Se cambió los zapatos por las pantuflas, y al mirarme, preguntó: —¿Cómo te sientes hoy? ¿Todavía te duele?

Aunque solo había pasado una noche, al verlo de nuevo, me invadió una sensación de vergüenza.

Él era quien me había ayudado.

Enzo notó que me quedé absorta, se acercó y, entre risas, dijo: —¿En qué piensas?

—Nada.

Sacudí la cabeza apresuradamente, intentando apartar esos pensamientos, y respondí a su pregunta: —Estoy mucho mejor, ya no duele tanto como ayer.

—Me alegra oír eso.

Colocó una bolsa en la mesa de centro: —Fui al hospital a buscarte una pomada para las cicatrices. Tienes heridas bastante graves, aunque no estén en el rostro, no debemos descuidarlas para evitar que queden marcas.

Quizás por saber lo que había ocurrido, me sentía culpable y agradecida, así que le respondí obedientemente: —Sí, la usaré esta noche
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