De lo contrario, el abuelo no le habría entregado el grupo directamente.—Y tú, ¿cómo has estado? —le pregunté con cierta timidez, alzando la mirada hacia su barbilla de líneas marcadas.—Durante estos tres años que hemos estado casados —esbozó una sonrisa melancólica y suspiró —, he estado muy bien.Esa respuesta me hizo querer llorar aún más. Qué lástima, ¿no? Si tan solo nada de eso hubiera pasado, podríamos haber envejecido juntos.***De vuelta a casa, tanto él como yo nos entendíamos mutuamente sin necesidad de palabras. Nadie dijo nada más durante todo el proyecto. Algunas cosas sería mejor dejarlas como estar. Él no podía cambiar realmente la situación, y yo tampoco podía vivir en paz con estas cosas guardada en mi corazón. Mejor soltarnos pronto, antes de que llegáramos a odiarnos el uno al otro.Al atardecer, su silueta se bañaba en un resplandor dorado a través del cristal del auto.—Te acompaño arriba —propuso.Cuando llegamos al distrito, ni bien hablé, él se adelantó. N
No se sabía si Enzo no había captado el significado oculto o simplemente no le daba importancia, sólo sonrió amablemente:—Es una pequeña cosa. Vayan a lavarse las manos, que ya está lista la comida.Enzo también era un excelente cocinero. Había preparado un montón de platillos en la mesa, llenando toda la casa de color, aroma y sabor, que incitaban mucho el apetito. Tanto Izan como Olaia no paraban de elogiar la comida. Yo tampoco pude evitar alabar:—Enzo, ¡tus platillos se ven increíbles!—Coman ya, a ver si son de su agrado.Enzo sacó los últimos dos platos de la cocina, poniendo el de camarones picantes frente a mí, con una sonrisa apacible. Me dijo:—Deberías disfrutarlo.En realidad, me sorprendí un poco. Aparte de Olaia, todos creían que mi paladar era tan delicado como el de Marc. Pero antes de que pudiera decir algo, Marc dijo con tono gélido:—Ella no tolera lo picante, aunque sean viejos amigos de universidad, aún no conoces bien sus gustos...—Señor Romero —intervino Olaia
Ellos incluso me habían preparado regalos de mudanza. Enzo me entregó una caja de regalo preciosa. —Espero que te guste —dijo.—Gracias —respondí con una sonrisa.Al ver que dentro de la caja había un vestido de diseño fino y único, me sorprendí y lo miré.—¿Tú lo diseñaste? —le pregunté.—Sí, es el único —sonrió—¡Qué regalo considerado! —elogió Olaia y luego buscar incomodar a Marc: —Presidente, también has participado en nuestra fiesta, supongo que también trajiste un regalo, ¿verdad?Yo quería interrumpir, pero Olaia me detuvo. Ni siquiera sabía que ellos me habían preparado una fiesta antes de entrar en la casa, ¿cómo podría Marc haber preparado un regalo con anticipación?Marc me miró fijamente con sus ojos negros y brillantes, sacó una caja de terciopelo de su bolsillo y la colocó frente a mí. Ocultando la emoción en sus ojos, con una leve sonrisa en los labios, me dijo:—Originalmente no he encontrado la oportunidad de dártelo, pero ahora parece ser el momento adecuado.—¿Qué
Se me hizo una risa ridícula al escuchar sus palabras. Yo fui a la que fue dejado sola en la noche de bodas, a la que el esposo le faltó en cada uno de sus cumpleaños, a la que perdió su obsequio que tanto anhelaba porque su marido lo había regalado a la otra mujer, también a la que el esposo acompañó a otra mujer durante sus chequeos médicos...Ahora ya habíamos llegado al punto del divorcio, y cuando los amigos me organizaron una fiesta, ¿él ya no lo pudo aceptar?Esbocé una media sonrisa y bajé la mirada hacia él:—Si no te vas, le llamaré a Ania.Si Ania venía a discutir con él, no podría manejar más la situación.De pronto, el hombre me rodeó la cintura con fuerza, con la frente apoyada en mi pecho y me dijo con la voz ronca:—Delia, nunca quise que las cosas terminaran así, de verdad.Cuando hizo eso, realmente casi ya no pude evitar ablandarme. Sin embargo, en el momento en que iba a abrir la boca, el teléfono que él había dejado sobre la mesa comenzó a sonar. En la pantalla b
¿Realmente quieres que agradecerme? —preguntó él. Llegando al auto, Enzo empujó a Izan al asiento trasero, se recargó en el auto y me miró con una sonrisa.Asentí:—Claro.—Entonces prométeme que no digas “gracias” todo el tiempo conmigo.Estas palabras parecían tener un tono inusual, y antes de que pudiera pensarlo más, él agregó con una sonrisa:—Suena demasiado distante.Sonreí ligeramente:—Está bien, lo entiendo.Justo a tiempo, llegó el conductor de reemplazo. Él le entregó las llaves al conductor y me dijo con una mirada cálida:—Ya me voy, tú sube rápido.Cuando subí, la sala de estar ya estaba vacía. Marc tampoco no estaba ahí. Sentí como si se hubiera vaciado algo dentro de mí. Pero solo fue por un momento, aunque sabía que, irse sin decir nada no fue su estilo. Debió haber surgido una emergencia en el lado de Ania…Regresé al dormitorio y sacudí suavemente a Olaia—Despierta, voy a cambiarte la pijama para que duermas más cómoda, ¿de acuerdo?—Mmm… —respondió Olaia entreab
Si me hubiera hecho esa pregunta hace un tiempo, quizás me habría perturbado. Pero ahora, había aceptado el hecho de que Marc nunca tuvo sentimientos por mí, así que ya no tenía interés en seguir preguntándola.Solo la miré con calma y le dije: —Ya tienes todo asegurado, ¿por qué tienes que venir a mi oficina mostrándome tus enfados todos los días?Loca pura. Ella apareció en mi oficina tan temprano en la mañana, como si fuera la esposa legítima engañaba confrontando a la amante.Al ver que no mostré ninguna reacción, Ania se puso un poco nerviosa, sin siquiera esperar a que yo le preguntara, habló con aire de victoria:—Es por mí.Apoyando sus manos en mi escritorio, se inclinó ligeramente hacia adelante, mirándome como a un subordinado derrotado y me dijo:—Alguien como tú, Delia, jamás podría haber entrado a la familia Romero si no fuera por mí. ¡Ni siquiera habrías sabido dónde está la puerta principal de la mansión!Al escuchar esto, mis manos se apretaron con fuerza y sentí una
—Me duele mucho la espalda... —se quejó ella mientras se acurrucaba en los brazos de Marc, llorando —. Solo le pregunté cómo iba su trabajo y me empujó... Marc, ¿por qué no la nombras gerente? Todos los demás también la defienden, ya no quiero estar en este ambiente laboral.Al escuchar esas palabras, fruncí el ceño, admirando su habilidad para inventar mentiras. Casi riéndome de la ira, pero me encontré con la mirada interrogatorio de Marc.—¿Es así? —preguntó.Su voz sonaba gélida, haciéndome sentir un escalofrío de los pies a la cabeza. Le respondí en tono de burlarme a mí misma:—Si te digo que no, ¿me creerás?—Marc... —llamó Ania de nuevo.Sus ojos se llenaron de lágrimas, con sus delicados dedos, agarraba la camisa del hombre. Este traje de Marc… Lo diseñé y confeccioné yo misma… Era el regalo que le di por el Día de los Enamorados este año.Él no me respondió, solo bajó la mirada hacia la mujer que tenía en brazos, frunciendo el ceño con impaciencia, pero también con preocupaci
Me asusté por sus gritos. Fue hasta entonces que me di cuenta y me toqué el lóbulo de la oreja, la sangre ya se había secado y al tocarla se desprendió un poco de costra roja. Eso volvió a hacer que la oreja me doliera.Ni siquiera me había dado cuenta de la herida…Olaia me dio una palmadita en la mano y me reprendió:—¿Cómo puedes rascarlo con tanta fuerza? ¿No te dolía?Luego, sacó de su bolsa un algodón con yodo y, con sumo cuidado, me desinfectó la oreja.—¿Cómo te hiciste esto?—Fue Ania la que me jaló.Luego, le expliqué rápidamente lo que había pasado.Olaia se encabronó y empezó a soltar sus floreos:—¡Qué cosa tan pendej* ¡Quién se cree que es! ¡Y se atrevió a robarte las cosas que no son suyas! Vaya que es una pinch* ratera reencarnada.—¿De dónde sacaste estas palabras, excelentes? —pregunté sonriendo.Después de esa sarta de insultos, mi ánimo sombrío también mejoró bastante.Olaia me dirigió una mirada y casi me rodó los ojos:—Pues claro que tengo que aprender a insultar