—¿Quieres que lo haga de manera discreta o espectacular? —me preguntó con una sonrisa.—Espectacular —le respondí sin dudarlo. —Me lo encargaré —asintió Enzo mientras me acompañaba al auto—. Cuídate, llámame si pasa algo.Su voz clara y gentil tenía un toque mágico que me tranquilizaba. Arranqué el auto y salí del estacionamiento. Cuando me detuve a pagar la caseta, vi por el espejo retrovisor que él seguía ahí de pie, alto y gallardo, con la mirada fija en la dirección por donde me había ido. De no saber que tenía a esa mujer que le había gustado desde hace años, pensaría que estaba secretamente enamorado de mí. Manejé con soltura hasta el Grupo Romero. En el camino, le marqué a Nadia.—Te espero en el estacionamiento subterráneo en diez minutos —le dije.—Es que… jefa, estoy muy ocupada ahora —me respondió un poco desconcertada.Con frialdad, le advertí: —¿Quieres que vaya yo a buscarte en persona?—No… Mejor bajo yo..Al principio, aún albergaba la esperanza de que no fuera ella.
El desarrollo de la cosa fue exactamente como se había previsto.Justo después de que me fui del Grupo Romero, este asunto ya empezó a circular en el mundo de diseño. Le pregunté a Enzo, y él todavía no había hecho nada. Entonces, fue Ania quien hizo que la gente lo divulgara:"Plagio del subgerente del Grupo Romero"Y la mayoría de la gente también fue fácilmente llevada por la corriente. Después de todo, la persona que presentó primero el diseño fue Ania. A todos les disgusta este tipo de cosas y me insultaron de manera horrenda:[Perra plagiadora, no mereces comer de este plato, ¡lárgate del mundo del diseño!][Robándote los logros del trabajo de los demás, ¡que se mueran todos en tu familia!][Qué desfachatez, ¿esta se atreve a plagiar a alguien de la misma compañía?]…Justo cuando iba a apagar mi móvil, el blog oficial de MS publicó un anuncio, diciendo que mañana me convocarían a mí y a Ania a la torre de MS para llegar a una conclusión sobre el plagio, y también invitaban al pú
Le dirigí una mirada con gratitud y luego también entré en la sala con confianza. —Buenos días. Soy Ania Lamberto. Hoy vine aquí a aclarar este asunto de plagio de diseño con ustedes de forma clara y sencilla.Ania me siguió de cerca y reveló una sonrisa con desdén:—Bueno, si quieres limpiar tu nombre, empieza ya.Se veía muy segura. De no haber sido por mi costumbre secreta de protegerme, este asunto habría desarrollado siguiendo su ritmo, y yo no habría tenido manera de defenderme.—Primero, les invito que escuchen esta grabación.Saqué mi móvil y reproduje la conversación de ayer con Nadia.Al escucharlo, los demás cambiaron de semblante, pero Ania pareció ya lo había previsto, diciendo con calma: —¿Y esto qué demuestra? Nadia es tu asistenta, quién sabe si no lo organizaron ustedes con antemano.—Tienes razón —asentí complacido y saqué de mi bolso los bocetos de mi diseño—. Miren, estos son mis bocetos manuales. Se nota claramente que la versión que presentó Delia es la versión
—Yo no soy tan dramática como tú —solté esas palabras y no quise seguir discutiendo con ella, solo me di la vuelta y me fui.—¡No te vayas! ¡Hoy tienes que darme una explicación!Sin embargo, de repente ella se abalanzó sobre mí, tropezó a propósito y se lanzó directo hacia mí. ¡Y justo a mi lado estaba una gran fuente de agua! Ella me empujó directo a la fuente y yo, sin pensarlo dos veces, ¡la agarré del brazo para llevarla conmigo!Si le gustaba tanto buscar la muerte, pues no me importaba llevarla al infierno juntas.El agua fría y punzante me calaba hasta los huesos, inundándome la nariz y la boca sin poder evitarlo.Por suerte, el agua no era muy profunda y comencé a tantear a mi alrededor, buscando desesperadamente algo en qué apoyarme. De repente una mano grande me agarró con fuerza.—¡Delia!Al instante, alguien me sacó del agua y me envolvió en un abrigo, acunándome en un cálido abrazo.Seguía tosiendo violentamente por la asfixia cuando oí a Enzo gritarle al lugar desde don
Al ver su reacción, sentí una emoción indescriptible que me invadía. Esa sensación me impulsaba a decir más. En realidad, ya me sentía un poco mareada y acalorada, pero mi ánimo estaba sumamente exaltado y ya no me importaba nada más. Solo quería desesperadamente desahogarme, con urgencia.Mirando fijamente sus profundos ojos, esbocé una sonrisa y empecé a hablar con la mayor crueldad: —Sí, cuando me hicieron el análisis, apenas tenía cinco semanas, era muy, muy pequeño, ni siquiera tenía latidos. En aquellos días, tenía síntomas de abortar, por lo que siempre me dolía la panza, ¡pues era porque estaba embarazada!Marc me miraba con ojos enrojecidos, con la boca entreabierta.—¿Por qué... no me lo dijiste?—Me enteré de la noticia en el mismo día de nuestro tercer aniversario de bodas. ¡Estaba tan emocionada y con tantas ganas de compartir la buena noticia contigo! Regresé a casa y preparé con esmero una cena a la luz de las velas para celebrarlo. Además, escondí el resultado del anál
Todavía siento que no me había desahogado lo suficiente, así que sonreí y dije: —¿Sabes qué? Cuando sufrí un aborto, tú estabas acompañando a Ania; cuando salí de la sala de operaciones, me diste una bofetada y me preguntaste por qué no la detuve… ¡Porque yo también estaba embarazada! Tenía miedo de resultar herida... ¡no me atreví a hacerlo! ¿Ahora te sientes satisfecho con esta respuesta?—Delia...Esta fue la primera vez que vi una expresión tan desconcertada en su rostro. Me extendió la mano, queriendo agarrar la mía. Pero, ¡una mano lo detuvo inesperadamente! Era Enzo, que había vuelto repentinamente. Lo interrogó con su amabilidad mezclada con agudeza:—¿Vienes a ajustar cuentas por Ania? Esto es culpa mía, no tiene nada que ver con Delia.Marc recobró rápidamente su característico semblante frío y despectivo y le respondió:—No te apures, saldré la cuenta contigo en el futuro.Yo sabía muy bien de los métodos de Marc, así que intervine: —Enzo solo está ayudándome. No le eches
De camino al hospital, me recosté como muerta en el asiento del copiloto, pensando en la expresión dolorida y decaída de Marc antes de irme, y sentía como si alguien me exprimiera limón en el corazón, sintiendo la sensación ácida y amarga insoportable. Pero después de desahogarme toda la emoción reprimida en el pecho durante tanto tiempo, en verdad se había aliviado mucho la opresión sofocante en mi corazón.Sí, la cosa debía ser como así. Después de todo, el bebé que había perdido era de nosotros dos. ¿Por qué tenía que sufrir todo eso yo sola? Él también debería estar sufriendo, experimentando el dolor juntos.Enzo conducía con una mano. Estiró la otra para tocarme la frente y me dijo con gesto preocupado: —Tienes una fiebre bastante grave.—No es nada grave, solo me resfrié. Con unas inyecciones me pondré bien —le respondí sin mucho interés. Total, ya no hay bebé en mi vientre, si me dio gripe y fiebre, con unas pastillas y inyecciones se solucionaría el problema.Enzo, para no per
El médico que caminaba detrás del director del hospital se me acercó a preguntar por los síntomas, y sin siquiera hacer la prueba de sangre, directamente le recetó medicinas y le pidió a la enfermera que las fuera a traer. Cuando me estaban poniendo la intravenosa, no pude evitar tener miedo y retraer un poco el brazo. De repente, una mano grande y fría me cubrió los ojos, consolándome:—No tengas miedo, ya está dentro.Me tranquilicé un poco, pero justo en ese momento la aguja penetró mi vena. Cuando esa mano se retiró, miré con resignación a Enzo:—¿También sabes engañarme?—Una mentira piadosa —me respondió él con una ligera sonrisa.Después de que la enfermera me ayudó a acostarme en la cama, me puso una compresa fría en la frente. Luego, el director y los demás se retiraron. En cuanto me colocaron la compresa, sentí un gran alivio por el frío.Enzo se sentó a mi lado. Señaló hacia afuera y dudó en preguntarme con suavidad: —¿Te asusté hace rato?—¿Qué?Me sorprendí un poco y reac