En la mansión donde vivía Fernando, en el estudio del segundo piso, él aguardaba con visible impaciencia. Se había pasado un buen rato mirando el chat, hasta que por fin apareció la contestación de Daisy:[No puedo ayudarte.]Fernando frunció el ceño al leerlo, y tecleó con rapidez:[¿Crees que es poco dinero?]Sin embargo, justo en ese instante apareció una notificación:"Lo sentimos. Tú y esta persona aún no son contactos. Por favor, envía solicitud para agregarla."—¿Me borró? —murmuró Fernando, incrédulo. Era la primera vez que Daisy hacía algo así. En un ataque de rabia, arrojó el teléfono con brusquedad.Para su mala suerte, justo en ese momento Blanca abrió la puerta y el teléfono fue a estrellarse contra su cabeza.—¡Ay! —exclamó ella, cubriéndose la frente con una mano y mirando a su hermano con expresión quejumbrosa—. Thiago me dijo que estabas de mal humor y corrí a verte aunque fuera de madrugada. ¡Pero ni las gracias me das, y encima me avientas el teléfono! ¿Ya viste cómo
—Bah, —murmuró para sí—, si apenas fue un chichón. De niña se cayó mil veces peor y nunca pasó nada.A la mañana siguiente, sin embargo, Blanca lo llamó de urgencia para decirle que tenía una conmoción cerebral y necesitaba hospitalización.***En el hospital, en la habitación donde estaba internada Blanca, Fernando abrió la puerta. La encontró echada en la cama, sosteniendo el teléfono con una mano y hablando con alguien al otro lado de la línea con voz suplicante:—Lo sé, lo sé… No quería molestarte tan temprano, pero es que temía no volver a tener oportunidad…La persona del otro lado respondió algo inaudible. Blanca, entonces, adoptó un tono meloso, casi infantil, que a Fernando le provocó un visible fastidio. Por fin, ella colgó y, al voltear, se topó con la mirada inquisitiva de su hermano, que se había sentado en una silla junto a la cama.—¿Quién era? —preguntó Fernando.Blanca captó enseguida la intención de la pregunta, pero se hizo la desentendida:—¿Quién era qué?Fernando
Blanca empujó a Fernando con impaciencia, obligándolo a ponerse de pie y acercarse a Daisy.—¡Vamos, díselo!Justo cuando Fernando iba a hablar, Daisy se le adelantó:—Blanca, él no sabe mentir. No le insistas.—Cuñada, te lo juro, mi hermano ya no siente nada por Frigg —afirmó Blanca con vehemencia—. ¿Acaso no sabes que Frigg y su madre van a ser condenadas? —Luego apuntó con el dedo a Fernando—. ¡Fue cosa de mi hermano! Si aún las quisiera, ¿por qué meterlas a la cárcel?—Blanca… —Daisy la interrumpió con serenidad—. Si no escuché mal, al entrar te oí decir que él debía confesar que lamenta haberse divorciado. ¿Y qué respondió?Los ojos de Daisy se posaron en Fernando, repitiendo con lentitud cada sílaba:—"Nunca".—¡Es que mi hermano es más terco que una mula! —se defendió Blanca, desesperada—. Siempre habla con el orgullo por delante. Claro que se arrepiente, pero le da vergüenza admitirlo. Si no me crees, puedes llamarla a mi abuela. Hace apenas unos días él estuvo hablando largo
***A pesar de lo furiosa que estaba Blanca, no podía simplemente desentenderse de Fernando. Después de todo, solo tenía un hermano y, para colmo, uno que no sabía expresarse. Si lo abandonaba a su suerte, sería imposible que recuperara a Daisy. Así que, al salir de la habitación, alcanzó a ver en el extremo del pasillo a alguien con actitud sospechosa y no lo pensó dos veces antes de seguirlo.La planta del hospital estaba desierta. Blanca no tenía enemigos, así que resultaba lógico pensar que esa persona podía ser el verdadero culpable de incriminar a su hermano. Tal vez se ocultaba para seguir sus movimientos y disfrutar del drama que aquejaba a Fernando y a Daisy.«Tengo que atraparlo yo misma», pensó Blanca. «De lo contrario, mi hermano terminará siendo culpado de algo que no hizo.»Sin embargo, aquel individuo se movía con sorprendente rapidez y en un parpadeo había desaparecido. Blanca no se rindió y fue directo a la sala de seguridad a revisar las cámaras de vigilancia. El prob
Delante de ella se abría un abismo imposible de medir. En otras circunstancias, con un solo empujón habría terminado hecha pedazos, pero Daisy logró aferrarse a su entrenamiento. En el instante mismo en que notó la fuerza que la empujaba, se impulsó y giró en el aire, logrando esquivar la caída y colocándose de nuevo a salvo.—Nada mal. Veo que no has dejado de entrenar.La voz provenía de Ginesa, cuyos labios se curvaron primero en una leve sonrisa de aprobación para transformarse enseguida en un gesto duro.—Aunque tu sentido de alerta no es tan agudo como antes —agregó—. Dejaste tu espalda al descubierto. Para cualquiera que viva al filo, eso es un error imperdonable.—Sabía que eras tú, —respondió Daisy con tranquilidad.—¿Ah, sí? ¿Desde cuándo lo notaste? —preguntó Ginesa, entornando los ojos.—Desde que escuché tus pasos acercándote, —contestó Daisy.Porque tenía la certeza de que se trataba de Ginesa, bajó la guardia… y, aun así, había recibido ese empujón. Daisy la miró con una
Daisy se alarmó.—¿Qué le pasó a Blanca?—Tuvo un accidente automovilístico… está muy grave.La cabeza de Daisy se quedó repitiendo en bucle esas dos palabras: «muy grave». Recordó las dos llamadas que Blanca le había hecho poco antes y que ella había ignorado, quizá buscando ayuda. De pronto sintió un puñal clavándosele en el pecho.Apretó con fuerza el teléfono.—¿Fue un accidente de verdad?—Parece que no, —contestó Enzo con voz sombría—. Sucedió en una calle sin cámaras de vigilancia. La grabación de la cámara del auto no muestra nada fuera de lo normal.Daisy apretó aún más el dispositivo.—¿En qué hospital está?—En el primer hospital de la red Unión Suárez.Al terminar la llamada, Daisy condujo a toda velocidad hacia el lugar donde atendían a Blanca. Sin que nadie la notara, se detuvo cerca de la entrada de urgencias, desde donde pudo ver a Fernando con semblante tenso, Thiago a su lado y Eliot un poco detrás. Revisó rápidamente si encontraba a la abuela María, pero no estaba. E
—Sí —asintió Enzo con determinación.—¡Contestó! —gritó entonces Thiago con un súbito brillo de esperanza en los ojos—. La Doctora Jade dice que está muy cerca y vendrá de inmediato. Pero pide que, por favor, todos se retiren por un momento y que apaguen las cámaras de seguridad.Fernando no se lo pensó dos veces.—Ordena a seguridad que corte la grabación de esta área de inmediato.Thiago salió corriendo a hablar con los directivos del hospital y con el personal de seguridad. Fernando y Eliot se alejaron de la puerta de la sala de emergencias, dejándola desierta al poco tiempo. Entonces Daisy aprovechó para salir de su escondite.Ella tenía claro que la identidad de «hija de la familia La Torre» podría hacerse pública sin grandes problemas; sin embargo, otras facetas suyas —como la de «médica prodigiosa»— no eran para presumir. Para Daisy no pasaba de ser un nombre en clave, una herramienta que no necesitaba exhibir.Tras cambiarse y desinfectarse, Daisy entró finalmente al quirófano.
Justo en ese momento, sacaban a Blanca en una camilla. Antes de que Fernando preguntara, el médico se adelantó a hablar:—Señor Suárez, la operación fue exitosa, pero la señorita todavía no está completamente fuera de peligro. Tendrá que permanecer en Cuidados Intensivos un par de días.Tras llevarse a Blanca a la UCI, Fernando se inclinó para susurrarle algo a Thiago, quien asintió de inmediato y se marchó. Eliot, curioso, se acercó:—Oye, ¿qué le dijiste? ¿Por qué tanto misterio?Fernando no le respondió, sino que lanzó una orden seca:—Ponte en contacto con "T". Necesito que encuentre al responsable.—¿Cómo? —Eliot frunció el ceño—. Hermano, ¿acaso no me dedico justamente a eso? ¿Por qué contratar a otra persona? ¿Prefieres pagarle a alguien más?Fernando lo miró con frialdad:—¿Podrías hacerlo en 24 horas?—… —Eliot entendió el punto. Localizar al culpable en un plazo tan corto no era precisamente sencillo. "T", en cambio, tenía fama de no fallar nunca, sobre todo en misiones de ra