***A pesar de lo furiosa que estaba Blanca, no podía simplemente desentenderse de Fernando. Después de todo, solo tenía un hermano y, para colmo, uno que no sabía expresarse. Si lo abandonaba a su suerte, sería imposible que recuperara a Daisy. Así que, al salir de la habitación, alcanzó a ver en el extremo del pasillo a alguien con actitud sospechosa y no lo pensó dos veces antes de seguirlo.La planta del hospital estaba desierta. Blanca no tenía enemigos, así que resultaba lógico pensar que esa persona podía ser el verdadero culpable de incriminar a su hermano. Tal vez se ocultaba para seguir sus movimientos y disfrutar del drama que aquejaba a Fernando y a Daisy.«Tengo que atraparlo yo misma», pensó Blanca. «De lo contrario, mi hermano terminará siendo culpado de algo que no hizo.»Sin embargo, aquel individuo se movía con sorprendente rapidez y en un parpadeo había desaparecido. Blanca no se rindió y fue directo a la sala de seguridad a revisar las cámaras de vigilancia. El prob
Delante de ella se abría un abismo imposible de medir. En otras circunstancias, con un solo empujón habría terminado hecha pedazos, pero Daisy logró aferrarse a su entrenamiento. En el instante mismo en que notó la fuerza que la empujaba, se impulsó y giró en el aire, logrando esquivar la caída y colocándose de nuevo a salvo.—Nada mal. Veo que no has dejado de entrenar.La voz provenía de Ginesa, cuyos labios se curvaron primero en una leve sonrisa de aprobación para transformarse enseguida en un gesto duro.—Aunque tu sentido de alerta no es tan agudo como antes —agregó—. Dejaste tu espalda al descubierto. Para cualquiera que viva al filo, eso es un error imperdonable.—Sabía que eras tú, —respondió Daisy con tranquilidad.—¿Ah, sí? ¿Desde cuándo lo notaste? —preguntó Ginesa, entornando los ojos.—Desde que escuché tus pasos acercándote, —contestó Daisy.Porque tenía la certeza de que se trataba de Ginesa, bajó la guardia… y, aun así, había recibido ese empujón. Daisy la miró con una
Daisy se alarmó.—¿Qué le pasó a Blanca?—Tuvo un accidente automovilístico… está muy grave.La cabeza de Daisy se quedó repitiendo en bucle esas dos palabras: «muy grave». Recordó las dos llamadas que Blanca le había hecho poco antes y que ella había ignorado, quizá buscando ayuda. De pronto sintió un puñal clavándosele en el pecho.Apretó con fuerza el teléfono.—¿Fue un accidente de verdad?—Parece que no, —contestó Enzo con voz sombría—. Sucedió en una calle sin cámaras de vigilancia. La grabación de la cámara del auto no muestra nada fuera de lo normal.Daisy apretó aún más el dispositivo.—¿En qué hospital está?—En el primer hospital de la red Unión Suárez.Al terminar la llamada, Daisy condujo a toda velocidad hacia el lugar donde atendían a Blanca. Sin que nadie la notara, se detuvo cerca de la entrada de urgencias, desde donde pudo ver a Fernando con semblante tenso, Thiago a su lado y Eliot un poco detrás. Revisó rápidamente si encontraba a la abuela María, pero no estaba. E
—Sí —asintió Enzo con determinación.—¡Contestó! —gritó entonces Thiago con un súbito brillo de esperanza en los ojos—. La Doctora Jade dice que está muy cerca y vendrá de inmediato. Pero pide que, por favor, todos se retiren por un momento y que apaguen las cámaras de seguridad.Fernando no se lo pensó dos veces.—Ordena a seguridad que corte la grabación de esta área de inmediato.Thiago salió corriendo a hablar con los directivos del hospital y con el personal de seguridad. Fernando y Eliot se alejaron de la puerta de la sala de emergencias, dejándola desierta al poco tiempo. Entonces Daisy aprovechó para salir de su escondite.Ella tenía claro que la identidad de «hija de la familia La Torre» podría hacerse pública sin grandes problemas; sin embargo, otras facetas suyas —como la de «médica prodigiosa»— no eran para presumir. Para Daisy no pasaba de ser un nombre en clave, una herramienta que no necesitaba exhibir.Tras cambiarse y desinfectarse, Daisy entró finalmente al quirófano.
Justo en ese momento, sacaban a Blanca en una camilla. Antes de que Fernando preguntara, el médico se adelantó a hablar:—Señor Suárez, la operación fue exitosa, pero la señorita todavía no está completamente fuera de peligro. Tendrá que permanecer en Cuidados Intensivos un par de días.Tras llevarse a Blanca a la UCI, Fernando se inclinó para susurrarle algo a Thiago, quien asintió de inmediato y se marchó. Eliot, curioso, se acercó:—Oye, ¿qué le dijiste? ¿Por qué tanto misterio?Fernando no le respondió, sino que lanzó una orden seca:—Ponte en contacto con "T". Necesito que encuentre al responsable.—¿Cómo? —Eliot frunció el ceño—. Hermano, ¿acaso no me dedico justamente a eso? ¿Por qué contratar a otra persona? ¿Prefieres pagarle a alguien más?Fernando lo miró con frialdad:—¿Podrías hacerlo en 24 horas?—… —Eliot entendió el punto. Localizar al culpable en un plazo tan corto no era precisamente sencillo. "T", en cambio, tenía fama de no fallar nunca, sobre todo en misiones de ra
Daisy creyó que se trataba del personal de turno, así que, en cuanto escuchó que alguien venía, cerró su laptop de inmediato y se escondió detrás de la puerta. No es que temiera que la descubrieran haciendo algo indebido, pero siempre hay que mostrar cierto respeto hacia los funcionarios públicos.Cuando la puerta se abrió, Daisy notó que la persona que entraba parecía moverse con aún más cautela que ella.¿Sería alguien enviado por el culpable?Tal vez no confiaban por completo en las trampas que habían tendido.Sí, seguro era eso. Si no, ¿quién más andaría vagando por ahí a altas horas de la noche?Convencida de que se trataba de un espía del asesino, esperó el momento justo en que la figura se dio la vuelta. Entonces Daisy le propinó una patada certera y, en cuanto cayó al suelo, le clavó el pie en la espalda.—¿Quién te envió?Eliot, la víctima del ataque, quedó atónito.«¡Qué mala suerte la mía!», pensó, frotándose el pecho con una mueca de dolor. Él solo había venido a revisar si
Y al parecer, muy bien.Desde niño, Fernando y él habían sido entrenados en diferentes disciplinas de combate; rara vez alguien les hacía frente con tanta facilidad. Sin embargo, él acababa de intercambiar más de veinte golpes con Daisy y no pudo sacarle ventaja. «Eso significa que su habilidad sobrepasa la mía», pensó, agudizando la mirada.—¿Quién eres en realidad?Daisy le lanzó una mirada fugaz y contestó con desdén:—Soy la exesposa de Fernando, presidenta del Grupo De Jesús, ahijada de don Erik de la familia Ortega. ¿Te basta con eso?—Daisy, sabes muy bien que no me refiero a eso —repuso Eliot, entornando sus ojos negros—. Pasaste tres años al lado de Fernando fingiendo… ¿cuál es tu verdadero objetivo?A Daisy le parecía un desperdicio de tiempo entrar en detalles, así que respondió con total descaro:—Obvio, por dinero.Eliot se quedó helado. «¿De verdad lo admite así, sin más?» ¿No temía que él fuera corriendo a decírselo a Fernando? Pero Daisy parecía leerle la mente y le lan
"Lo sentimos, la persona a la que llama está en otra llamada, intente de nuevo más tarde…"Volvió a intentarlo y el resultado fue el mismo.—¿Con quién rayos está hablando tanto rato? —murmuró Eliot, contrariado.Él sabía que Fernando jamás se extendía más de un minuto en el teléfono. Que llevara varios minutos hablando significaba que era un asunto muy importante.Eliot pensó en volver a llamar más tarde. Tal vez, en un rato, Fernando le devolvería la llamada.Sin embargo, ya de camino a casa no hubo ninguna señal de él, y cuando intentó comunicarse de nuevo, se topó con la misma contestadora mecánica.Fue entonces cuando se dio cuenta de que probablemente Daisy estaba detrás de todo.—¿De verdad crees que bloquear mi teléfono va a dejarme de brazos cruzados? —masculló mientras abría la puerta de su habitación, dispuesto a bajar las escaleras.Casi al mismo tiempo, recibió un mensaje de Daisy:[Elena ha trabajado para ti como una mula durante tantos años. Ya es hora de que hagas algo