Daisy entornó los ojos, sospechando que alguien lo había provocado a propósito. Sin embargo, cambió de tema:—Me voy a preparar. Sigo pensando que lo mejor es que yo misma te opere; así estaré más tranquila.—No hay necesidad. —Javier negó con la cabeza—. Es un procedimiento simple. Además, puede que la familia Ortega envíe a alguien a ver cómo estoy. Si descubren que tú misma me operaste, podrían pensar cosas que no son.Él tenía razón, así que Daisy acabó desistiendo de la idea. De cualquier modo, era una intervención sencilla, e intentó convencerse de que todo saldría bien. Aun así, no podía evitar sentirse nerviosa: si le ocurría algún accidente, sus piernas —que todavía no se habían recuperado por completo— podrían verse aún más afectadas.De pronto, se abrió la puerta del quirófano y salió una enfermera:—¿Quién es el familiar del paciente? Por favor, necesitamos su firma en este documento de riesgo vital.—¿Riesgo vital? —Daisy frunció el ceño—. ¿Cómo es posible en una cirugía d
"No tendré problema en llevarte a la tumba junto con él…"Las palabras de Daisy quedaron resonando en los oídos de Fernando, como un eco demoledor. Sintió la sangre subirle a la cabeza.—¿Tan mal concepto tienes de mí? —preguntó, con la voz tensa—. ¿Crees que llegaría a atentar contra la vida de un hombre en silla de ruedas?—¡Sí! —contestó Daisy sin dudarlo—. Nunca has sido alguien decente. Haberme fijado en ti en su momento fue mi peor ceguera.Esa última frase, "haberme fijado en ti", se quedó dando vueltas en la mente de Fernando cuando Daisy se alejó.«¿Acaso Daisy realmente estuvo enamorada de mí en aquel entonces? ¿Pero por qué se esforzó tanto por casarse conmigo si ni siquiera nos conocíamos bien?»Con la cabeza hecha un lío, Fernando regresó a la vieja mansión de los Suárez. Terminó yendo al jardín, donde encontró a la abuela María ocupada con sus flores bajo la luz rojiza del atardecer. Sus recuerdos se agolparon: durante tres años, Daisy solía pasarse horas allí con la abue
Justo en ese momento, su teléfono vibró con la llamada de Ginesa. Revisó con la mirada que no hubiera nadie cerca y, entonces, contestó en voz baja:—Tía…La voz de Ginesa al otro lado sonaba realmente preocupada:—Niña, ¿cómo es que pasó algo tan grave y otra vez no me lo dijiste? Si la señora Ortega no me hubiera llamado, ¿pensabas mantenerlo todo en secreto?—He estado… muy ocupada —respondió Daisy, presionando con fuerza sus sienes adoloridas.—Ay… —suspiró Ginesa—. ¿Cómo está Javier?—Sigue inconsciente.—¿Y cómo llegó a ese extremo? Es absurdo que Fernando, por mucho rencor que te tenga, se ensañe de ese modo con alguien en silla de ruedas.—¿Tía, a qué te refieres?—La señora Ortega me dijo que, en el momento del incidente, una sirvienta vio cómo el asistente de Fernando, de pronto, soltó las empuñaduras de la silla. Eso provocó que Javier cayera.«Entonces… ¿de verdad fue él?» pensó Daisy, sintiendo un escalofrío.***En la casa de los OrtegaTan pronto como Daisy entró, fue di
Su voz, entrecortada por el llanto, sonaba casi desesperada.—Ya perdí a mis otros tres hermanos, y tú me prometiste que ocuparías su lugar y me cuidarías. ¿Cómo puedes irte ahora? ¿Cómo vas a romper tu promesa?La angustia nublaba sus pensamientos, y soltó un montón de frases inconexas mientras las lágrimas salpicaban sus mejillas:—Pronto comenzará el proyecto de la empresa, ese que pertenece a los De Jesús… ¿En serio vas a dejármelo todo a mí sola? ¿Quieres que muera de cansancio? ¿No eras tú el que siempre decía que odiabas verme exhausta?Mientras le hablaba, sacó sus agujas de plata e intentó salvarlo con la técnica que tantas veces había usado para revertir situaciones críticas. Daisy había logrado rescatar a muchos de la muerte, así que se aferraba a la esperanza de que, esta vez, Javier también sobreviviría. Pero, a pesar de sus esfuerzos, él dejó escapar su último aliento, sin que su cuerpo reaccionara a las maniobras de Daisy.—¡Hermano…! —sollozó ella, con el corazón oprimi
Un tigre blanco adulto, salvaje y agresivo, que incluso había sido inyectado con algún tipo de sustancia para volverlo más violento. En ese lugar, no importaban ni la edad ni la voluntad de la persona: todo el mundo tenía que acatar las órdenes del instructor. En esa ocasión, Daisy casi terminó convertida en la cena del felino; en el último segundo, él apareció para salvarla, sin importarle su propia vida.No solo la rescató de las fauces del tigre, sino que, en los días y semanas posteriores, la acompañó en cada entrenamiento inhumano, dándole fuerzas para resistir. Daisy jamás olvidaría sus palabras:«No temas, hermanita… estoy aquí para protegerte.»Era imposible imaginar aquellos años tan difíciles sin su compañía. Para Daisy, él se convirtió en una luz que irrumpía en medio de su oscuridad.Al recordarlo, sus lágrimas arreciaron:—A partir de ahora… ya no me queda ningún hermano. Ni uno solo.Su luz se había extinguido, y a Daisy le parecía que su mundo volvería a quedar sumido en
Aquella actitud desafiante solo avivó la furia de Daisy. Con la vista clavada en su pecho, alzó el cuchillo, dispuesta a hundírselo de un solo golpe…En el último segundo apareció Blanca.—¡Cuñada…! —gritó, horrorizada de que Daisy estuviera a punto de matar a su hermano.«¿En qué momento llegó a odiarlo así…?»Sin pensarlo, Blanca se lanzó entre ellos y agarró la mano con la que Daisy sostenía el arma.—Cuñada, no sé qué pasó entre ustedes para que llegaras a esto —dijo con la voz temblorosa—, pero tengo que advertirte… ¡matar a alguien es un delito! Y más si se trata de un ex esposo que ni siquiera vale la pena.Fernando estaba en silencio.Daisy, al escuchar la voz de Blanca, recuperó un poco la compostura. Sin embargo, el odio que sentía por Fernando no disminuyó ni un ápice.—Fernando, porque Blanca se metió en medio te salvaste por hoy, pero no creas que vas a librarte tan fácil. Lo que le hiciste a Javier te va a costar caro, y te juro que voy a cobrártelo mil veces.Fernando no
A pesar de que el Grupo De Jesús fuera fundado por Tomás, su visión de negocios llevaba tiempo quedándose obsoleta. Jacob, por su parte, era un hombre de artimañas y poca sustancia: más astuto que competente. Durante todos estos años, en realidad, quien había mantenido a flote y en crecimiento la empresa era Javier. Sin él, el Grupo De Jesús no habría llegado a donde estaba. Ahora que no estaba, Daisy no podía permitir que todo su esfuerzo se echara a perder.Sin embargo, al regresar del lugar de Fernando al hospital, Daisy vio a lo lejos una multitud de reporteros abarrotando la entrada. Uno de ellos, con ojos avispados, la reconoció:—¡Miren, es la asistente personal de señor Javier!Con ese grito, todos se agolparon alrededor de Daisy como abejas sin reina:—Señorita La Torre, nos han dicho que el señor Javier ha fallecido. ¿Puede confirmar si es cierto?—¿Quién les dio esa información? —replicó Daisy, con la mirada aguda.El reportero no se inmutó:—Eso no importa, solo necesitamos
—¿La comisaría?—Exacto —confirmó Enzo—. Frigg y Jasmine aprovecharon el escándalo que ocurrió en la casa de los Ortega para escapar. Fernando las persiguió, y yo pensé que iría a consolarlas.» Pero, al llegar, les dio tremenda bofetada y ordenó que las llevaran directo a la policía, presentando evidencia de cómo intentaron incriminarte. Además, la familia Ortega hizo presión, así que ni siquiera Alberto pudo sacarlas bajo fianza. Muy probablemente las condenen a prisión.—… ¿Y eso qué? —preguntó Daisy, sin rastro de compasión.—Solo digo que, si Fernando de veras estuviera tan obsesionado con Frigg como crees, no la habría enviado a la cárcel. ¿Cómo iba a encerrarla así si tanto le importaba?Enzo llevaba tiempo vigilando la mansión de los Mero y había visto la actitud de Fernando hacia Frigg. Le parecía que su jefa lo estaba malinterpretando. Daisy soltó una risa cargada de amargura:—Estar tras las rejas puede ser menos libre, pero no necesariamente más peligroso. Mira todo lo que