Aquella actitud desafiante solo avivó la furia de Daisy. Con la vista clavada en su pecho, alzó el cuchillo, dispuesta a hundírselo de un solo golpe…En el último segundo apareció Blanca.—¡Cuñada…! —gritó, horrorizada de que Daisy estuviera a punto de matar a su hermano.«¿En qué momento llegó a odiarlo así…?»Sin pensarlo, Blanca se lanzó entre ellos y agarró la mano con la que Daisy sostenía el arma.—Cuñada, no sé qué pasó entre ustedes para que llegaras a esto —dijo con la voz temblorosa—, pero tengo que advertirte… ¡matar a alguien es un delito! Y más si se trata de un ex esposo que ni siquiera vale la pena.Fernando estaba en silencio.Daisy, al escuchar la voz de Blanca, recuperó un poco la compostura. Sin embargo, el odio que sentía por Fernando no disminuyó ni un ápice.—Fernando, porque Blanca se metió en medio te salvaste por hoy, pero no creas que vas a librarte tan fácil. Lo que le hiciste a Javier te va a costar caro, y te juro que voy a cobrártelo mil veces.Fernando no
A pesar de que el Grupo De Jesús fuera fundado por Tomás, su visión de negocios llevaba tiempo quedándose obsoleta. Jacob, por su parte, era un hombre de artimañas y poca sustancia: más astuto que competente. Durante todos estos años, en realidad, quien había mantenido a flote y en crecimiento la empresa era Javier. Sin él, el Grupo De Jesús no habría llegado a donde estaba. Ahora que no estaba, Daisy no podía permitir que todo su esfuerzo se echara a perder.Sin embargo, al regresar del lugar de Fernando al hospital, Daisy vio a lo lejos una multitud de reporteros abarrotando la entrada. Uno de ellos, con ojos avispados, la reconoció:—¡Miren, es la asistente personal de señor Javier!Con ese grito, todos se agolparon alrededor de Daisy como abejas sin reina:—Señorita La Torre, nos han dicho que el señor Javier ha fallecido. ¿Puede confirmar si es cierto?—¿Quién les dio esa información? —replicó Daisy, con la mirada aguda.El reportero no se inmutó:—Eso no importa, solo necesitamos
—¿La comisaría?—Exacto —confirmó Enzo—. Frigg y Jasmine aprovecharon el escándalo que ocurrió en la casa de los Ortega para escapar. Fernando las persiguió, y yo pensé que iría a consolarlas.» Pero, al llegar, les dio tremenda bofetada y ordenó que las llevaran directo a la policía, presentando evidencia de cómo intentaron incriminarte. Además, la familia Ortega hizo presión, así que ni siquiera Alberto pudo sacarlas bajo fianza. Muy probablemente las condenen a prisión.—… ¿Y eso qué? —preguntó Daisy, sin rastro de compasión.—Solo digo que, si Fernando de veras estuviera tan obsesionado con Frigg como crees, no la habría enviado a la cárcel. ¿Cómo iba a encerrarla así si tanto le importaba?Enzo llevaba tiempo vigilando la mansión de los Mero y había visto la actitud de Fernando hacia Frigg. Le parecía que su jefa lo estaba malinterpretando. Daisy soltó una risa cargada de amargura:—Estar tras las rejas puede ser menos libre, pero no necesariamente más peligroso. Mira todo lo que
Daisy soltó una carcajada mordaz:—¿Eso es todo lo que sabes hacer, Jacob? Si eres tan valiente, ¿por qué no vienes tú solo a golpearme?—… ¡Ponerme a tu nivel me ensuciaría las manos! —bufó él, con desprecio.—¡Pues a mí no me importa! —replicó Daisy, dando un paso decidido hacia él. Sin pensarlo dos veces, levantó la mano y le estampó una bofetada.—T-tu… ¿Quién te dio permiso para…?¡Paf!—¡Maldit…!¡Paf!—¡Joder…!¡Paf!Cada insulto que salía de la boca de Jacob terminaba en otra bofetada. En pocos segundos, su rostro estaba hinchado y colorado, y lo peor era que no tenía ni un segundo para defenderse; cada vez que levantaba la mano, Daisy le propinaba otro golpe. Al final, las palabras murieron en su garganta.Ella, al ver que por fin se callaba, preguntó con una sonrisa helada:—¿Quieres seguir hablando?Aun con el orgullo herido, Jacob no se atrevió a responder. La furia bullía en sus ojos, pero no soltó ni un sonido.—¿Por qué me miras así? —insistió Daisy, amagando con levanta
Había muchas personas presenciándolo todo, pero nadie levantó un dedo para evitarlo. Para ellos, Daisy era una intrusa en la familia De Jesús, un elemento incómodo. Pese a contar con aquella supuesta “última voluntad” de Javier, seguía sin tener el linaje suficiente para ostentar el mando. A fin de cuentas, se decían, ¿cómo una simple cuidadora, por mucho que tuviera el respaldo de los Ortega, iba a imponerse en el corazón de la familia De Jesús?Así que prefirieron quedarse al margen, deseando en secreto que Jacob y Daisy se atacaran mutuamente. Ojalá terminaran destruyéndose el uno al otro. Con eso, Tomás y sus descendientes quedarían sin lugar alguno, y al fin ellos podrían librarse de la sombra que los había limitado durante años. Habían olvidado que el Grupo De Jesús fue fundado por Tomás, y también habían olvidado lo mucho que él les había dado; sólo recordaban la tiranía con la que, según ellos, Tomás los trataba.Mientras Jacob se acercaba cada vez más, los presentes contenían
***Una vez concluido el funeral de Javier, Daisy asumió de manera oficial su nuevo cargo en Grupo De Jesús.La noticia de que se convertiría en la directora ejecutiva de la compañía no tardó en desatar toda clase de reacciones.Entre comentarios de admiración y murmullos de sospecha, había quienes ponían en tela de juicio su reputación:—Primero se vuelve la nieta adoptiva de Erik, de la familia Ortega... ¡y ahora sale nombrada como la nueva presidenta de Grupo De Jesús! ¿No es demasiado rápido?—Huele a conspiración, ¿no?—Dicen que las mujeres bonitas son las más peligrosas…Esas críticas injustas hicieron que Enzo, Lira y Gaviota estallaran de indignación.—¡Cómo me encantaría cortarle los dedos a esos tontos que escriben sin pensar! —soltó Lira, furiosa.—Son un montón de chismosos que solo buscan problemas —añadió Gaviota con el ceño fruncido.—Está clarísimo que hay alguien avivando el fuego —enfatizó Enzo—. Yo ya mandé rastrear las cuentas de esos trolls.Mientras tanto, la pro
En el estacionamiento subterráneo de Grupo De JesúsYa daban las once de la noche cuando Daisy, exhausta tras su jornada, por fin puso un alto a su trabajo. Sin embargo, la verdad era que no había tantísimo que hacer. Faltaba algún tiempo para que el proyecto iniciara oficialmente, y casi todos los preparativos estaban listos y contaban con personal de confianza. Ella, no obstante, prefería mantenerse ocupada. Cada vez que dejaba la mente libre, la imagen de Javier exhalando su último aliento frente a ella volvía para atormentarla. Esa escena se había convertido en una pesadilla recurrente, tan espeluznante como los recuerdos de cuando sus padres y hermanos fueron brutalmente asesinados. Simplemente no soportaba estar ociosa.Mientras caminaba hacia su auto y se disponía a abrir la puerta, Daisy escuchó un leve sonido de pasos tras ella. Su mirada se tornó alerta. Esperó hasta sentir que aquellos pasos se acercaban más… y de pronto se giró con toda la rapidez que la caracterizaba. Desa
Daisy hizo como si no lo oyera, inclinándose aún más para entrar en el vehículo. Justo antes de que pudiera acomodarse, Fernando la jaló suavemente para que se incorporara. Sin pensarlo dos veces, ella lanzó un puñetazo directo a su rostro. Fernando reaccionó con reflejos asombrosos y sujetó la mano de Daisy antes de que lo alcanzara.—Si no recuerdo mal, acabo de salvarte la vida, —dijo, apretando con suavidad pero firmeza la mano de Daisy—. ¿Así es como tratas a quien te salva?—¿Salvarme? —replicó Daisy con una amarga sonrisa—. ¿De verdad me estás protegiendo… o más bien estás confabulado con ellos? Tú sabrás mejor que nadie la respuesta.Fernando se quedó en silencio por un segundo, pero en su mirada se dibujó un brillo helado y, si uno lo notaba con atención, hasta un rastro de tristeza.—¿Confabulado? —repitió en un susurro—. Muy bien…Con el ceño fruncido, Daisy sacudió su mano para soltarse.—Fernando, —dijo con voz firme—, si todo esto lo haces para que retire la demanda, mejo