Capítulo 124
Un tigre blanco adulto, salvaje y agresivo, que incluso había sido inyectado con algún tipo de sustancia para volverlo más violento. En ese lugar, no importaban ni la edad ni la voluntad de la persona: todo el mundo tenía que acatar las órdenes del instructor. En esa ocasión, Daisy casi terminó convertida en la cena del felino; en el último segundo, él apareció para salvarla, sin importarle su propia vida.

No solo la rescató de las fauces del tigre, sino que, en los días y semanas posteriores, la acompañó en cada entrenamiento inhumano, dándole fuerzas para resistir. Daisy jamás olvidaría sus palabras:

«No temas, hermanita… estoy aquí para protegerte.»

Era imposible imaginar aquellos años tan difíciles sin su compañía. Para Daisy, él se convirtió en una luz que irrumpía en medio de su oscuridad.

Al recordarlo, sus lágrimas arreciaron:

—A partir de ahora… ya no me queda ningún hermano. Ni uno solo.

Su luz se había extinguido, y a Daisy le parecía que su mundo volvería a quedar sumido en
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