Lorena no dijo nada, pero asintió ligeramente, algo a regañadientes.Apenas Adrián notó su gesto, le puso la mano en el cabello y la despeinó por completo.—¡Adrián! —dijo Lorena, enojada.—¡Buenas noches, doña Lore!Tras despedirse, Adrián salió corriendo, dejando a Lorena parada en la puerta.A la tarde siguienteAdrián llevó a Lorena hasta el edificio del gobierno de Ciudad del Norte.—Espera en el carro. No tardaré mucho —le indicó Lorena antes de bajarse.Adrián asintió obedientemente.Afortunadamente, la reunión con el representante gubernamental fue muy fluida, y los bocetos fueron aprobados.Al salir del edificio donde tuvo la reunión, Lorena vio a César.Él caminaba en el centro de un grupo, rodeado por funcionarios del gobierno que lo recibían con entusiasmo.Lorena rápidamente fue por un pasillo para evitarlo. Solo cuando lo vio pasar, salió del edificio.—¿Qué hace César aquí en Chatelet? —se preguntaba.—¿Vendría por algo relacionado con la construcción de la nueva zona?E
—¿No habíamos quedado en que, si me tenías que decir algo, lo dirías por celular?Lorena abrió la puerta y quedó paralizada de la sorpresa.César.¿Él? ¿Qué hacía él aquí?—Por celular, ¿con quién quieres hablar por celular?Lorena permaneció en shock durante unos segundos, sin poder reaccionar. Pero cuando finalmente lo hizo, intentó cerrar la puerta con fuerza.¿Pero cómo iba a igualar la fuerza de un hombre hecho y derecho? Con un leve empujón, César logró abrir la puerta y entró de una vez.—César, ya es de noche. ¿No te parece inapropiado meterte a mi habitación? —Lorena se veía muy molesta.César actuó como si no escuchara, mirando cada rincón de la habitación. Miró detrás de las cortinas, bajo el sofá e incluso revisó el baño.¿No estaba Adrián aquí?¿No estaban en la misma habitación?Esa tarde, César había visto a Adrián en el estacionamiento y también había visto a Lorena.Lorena, aún de pie junto a la puerta, observaba a César con desagrado, dejando la puerta abierta, espera
—Ya está corregido, revísalo —dijo Lorena, tratando de ser profesional.El sonido de un teléfono interrumpió el momento; era una llamada de Adrián.Lorena dejó la computadora a un lado y se alejó, dándole la espalda a César mientras contestaba.—Sí, está bien, lo sé. No me repitas lo mismo, ve a dormir. Buenas noches.Durante toda la llamada, César no apartó la mirada de Lorena, observándola intensamente hasta que colgó.—¿Era Adrián?Lorena lo miró con incredulidad. ¿No era acaso obvio?—¿Qué ocurre? ¿Es que Adrián no tiene suficiente dinero para mantenerte? ¿Todavía necesitas trabajar? —preguntó César, con sarcasmo.—Lorena, ¿por qué te rebajas así? ¿haciendo de todo para mantenerlo? ¿no se supone que su familia es rica? Parece que no es muy generoso contigo.No mostraba interés en los bocetos; en cambio, solo le interesaba meterse en la vida personal de Lorena.—Esto es algo privado, y no tengo la necesidad de informarte al respecto —respondió Lorena, con una mirada seria. No quería
Lorena sentía como si alguien dentro de su pecho le apretara el corazón una y otra vez. Esa tristeza y ese vacío parecían interminables. Permaneció quieta, dejando que sus emociones la dominaran por completo.Lorena pensó que todo esto eran las secuelas normales de una ruptura amorosa.Sabía que, una vez que superara esta crisis, sería borrón y cuenta nueva.Ya había decidido dejar a César atrás y no volver a mirar al pasado.Mientras tanto, César condujo directo a la estación de tren y recogió a Teresa, llevándola de regreso al hotel.Allí, reservó una habitación aparte para que se quedara.—César —dijo Teresa con disgusto, no vine hasta Chatelet para quedarme sola en otra habitación.—Pórtate bien. Tu salud es delicada, no pienses en cosas innecesarias.—Ok… —aceptó Teresa con un suspiro, caminando hacia su habitación con pasos lentos y mirando hacia atrás una y otra vez.Después de acompañar a Teresa hasta su habitación, César regresó a la suya. Ya eran las tres de la madrugada, y d
En el departamento de ginecología.El médico, ajustándose las gafas, revisó los resultados del análisis y miró sonriente a Lorena y Adrián.—Felicidades a los dos, tienes un mes de embarazo… ¡y son gemelos! Las náuseas son normales y deberían pasar en un par de meses. Cuida tu alimentación, evita las comidas pesadas… —el médico continuó entonces hablando.¡Estas embarazada! ¡Y de gemelos!Lorena quedó completamente pasmada.No sabía ni cómo salió del consultorio, y cuando recuperó el sentido, ya estaba en el pasillo.¡Estaba preñada!Hace un mes, César había sido insistente con ella, y en esos momentos no habían tomado precauciones.¡Pero! ¿No se supone que la probabilidad era baja?Había leído en internet que a muchas personas les costaba bastante trabajo concebir.¿Cómo es que a ella le pasó tan fácilmente?No, no podía tener a estos niños.—Doña Lore. —Adrián le dijo.—¿Esos niños…?En el rostro joven y delicado de Adrián apareció una expresión de preocupación poco habitual.—Son de
Lorena no recibió ninguna respuesta. Los embriones aún eran muy pequeños.Registró su cita, programó el aborto, y la enfermera, eficiente, gestionó todo rápidamente.La intervención quedó agendada para las tres de la tarde. Debía permanecer en ayunas.Adrián, quien la acompañaba, decidió que él tampoco comería.Al ver que aún faltaban varias horas para la cita y que no podían comer, pensó en llevar a Lorena al carro para descansar un poco.Mientras salían por la entrada principal del hospital, se encontraron con Blanco caminando hacia ellos.—¿Lorena? ¡Qué casualidad encontrarte aquí en Chatelet! —saludó Blanco, con confianza.—¿Te sientes mal? ¿Estás enferma?Al notar a Adrián a su lado, también lo saludó.—Adrián.—Blanco, mi hermano — Adrian le respondió. .—Vine por trabajo, pero la gastritis me está dando problemas, así que vine a una cita—respondió Lorena, usando su gastritis como una burda excusa.Su cara tan pálida, sumado al hecho de que no había desayunado y los exámenes médi
En el hospital.Después de completar los preparativos previos a la cirugía, Lorena se recostó en la camilla mientras le daban la anestesia.La luz del quirófano brillaba intensamente sobre sus ojos, al punto que era molesto.Lorena no es de llorar mucho, pero en ese momento, las lágrimas recorrieron toda su cara hasta empapar su cabello de tristeza.Ya en el avión.César, que acababa de abordar, apenas tomó asiento cuando, de la nada, se sintió muy inquieto. Antes de que el avión despegara, su corazón latía sin control y tuvo un muy mal presentimiento, como si algo horrible estuviera a punto de suceder.Pensó en la noche anterior. Sacó su celular y le escribió un mensaje a Lorena:—Aléjate de Adrián. Si no tienes suficiente dinero, puedo dártelo. Pero no sigas trabajando.Tras enviar el mensaje, realizó una transferencia de quinientos mil a su cuenta.—Por si ella necesita más de lo que le he dado—pensó.Con todo listo, activó el modo avión y se preparó para el despegue.Y mientras tan
Dos mujeres. Para César, no había ningún problema con eso.En su círculo, era común que los empresarios y presidentes tuvieran más de una mujer.Sin embargo, su obsesión carnal por Lorena solo aumentaba la culpa que sentía hacia Teresa en lo más profundo de su ser.En grupo, salieron del aeropuerto por la zona VIP y se fueron directamente al estacionamiento subterráneo.Blanco y Clara los seguían de cerca.Cerca del auto, Teresa miró a César con tristeza.—César, ¿vas a volver a la oficina a trabajar? —preguntó, con un tono melancólico.Pensando en cómo mantener a Lorena mientras seguía atendiendo a Teresa, un sentimiento de culpa lo invadió.—No, no estoy muy ocupado. Te llevaré a casa primero. —César sonrió con dulzura.Teresa pasó de la melancolía a la alegría inmediatamente.Blanco, observándolo todo, suspiró.—Clara, creo debemos irnos rápido del estacionamiento. No vaya a ser que interrumpamos a tu jefe en mitad de algo importante.Teresa, incómoda, bajó la mirada.César le lanzó