Pensando en la promesa que les habían hecho, los hombres decidieron quedarse sentados y esperar.Mientras tanto, César acababa de finalizar una reunión de equipo sobre la colaboración con William en un nuevo proyecto. Se levantó y volvió a su oficina.Durante la reunión, sintió su teléfono vibrar, y ahora que tenía un momento libre, lo revisó. Vio un mensaje de Ricardo y, al leerlo, se alteró de inmediato.Guardó el y le entregó unos documentos a Clara.— Me voy de la empresa un rato. La reunión de la tarde se pospone para la noche y vamos a hacerla en línea.— Entendido, señor Balan — Clara respondió con profesionalidad.En ese momento, Teresa apareció, apurada y con unos documentos en la mano.— César, hay algo que no entiendo y quería preguntarte.César se detuvo un momento, pero en lugar de tomar los documentos, miró a Clara y dijo:— Tengo algo urgente que atender. Si tienes dudas, pregúntale a Clara.Dicho esto, aceleró el paso hacia el ascensor.— Oh… — Teresa, con un rastro de
— ¿Llegan cuando quieren y se van cuando les da la gana? — La voz de César era indiferente, pero su autoridad era innegable.Los tres hombres se pusieron tensos al instante, sus piernas temblaban sin que pudieran evitarlo.— Pero y… ¿qué piensas hacer?El aura de César era demasiado intimidante.Pensaron que César le ordenaría a sus guardaespaldas que los golpearan o los detuvieran, y el miedo casi los hacía orinarse en los pantalones.Pero, para su sorpresa, los dejó ir y ya.Ya fuera del hospital, caminando por un callejón cercano, los tres tipos discutían, frustrados.— Brother, ¿y ahora qué hacemos? Si no logramos llevarnos a esa vieja con nosotros, no nos van a pagar. — Uno de ellos habló con clara preocupación.— Maldición…Su misión era secuestrar a Lorena, abusar de ella, grabarlo y vender los videos en internet. Su cliente les había prometido pagarles un millón de dólares por el trabajo.Ellos eran delincuentes de la más baja calaña, sin familia ni valores, acostumbrados a hac
En el Grupo Financiero Runpex, Oficina del Presidente de la empresa.Rajiv se encontraba de pie frente a César, con una expresión seria y respetuosa.— Esa gente son unos bandiditos, sin nada fijo esos carajos de mierda. Sobreviven estafando y engañando. Después de salir del hospital anoche, usaron un minutero en la calle para comunicarse con su contacto.— Rastreando el número, descubrimos que usaron una tarjeta SIM desechable. Revisamos los registros bancarios y encontramos que la transferencia que recibieron vino del extranjero. Poco después, la cuenta fue eliminada. Al restaurar los registros, solo aparecen datos de ciudadanos extranjeros.La oficina estaba casi a oscuras. César seguía sentado en su escritorio, dándole golpecitos con los dedos.— Así que el que está detrás de esto es un profesional. No dejó ninguna pista.Rajiv inclinó la cabeza en silencio.Después de un breve momento de reflexión, César ordenó:— Empieza investigando a las personas cercanas a mí.Lorena era huérf
Pues era bastante obvio, César es la única persona que podría haber hecho eso.Solo él tiene tanto poder en Playa Escondida y la intención de acabar con Guillermo de una vez por todas.Guillermo fue despedido del Grupo Financiero Runpex, y la notificación le llegó a los correos electrónicos de los empleados como advertencia.Teresa movió el ratón, sin poder creer que César hubiera llegado a tales extremos por Lorena.Entonces, ¿qué significó ella misma en el pasado de él? ¿Qué fue de su propia experiencia hace tres años?Durante las pausas de trabajo, los empleados discutían el tema de Guillermo. Primero despidieron a Estela, y ahora era el turno de Guillermo.Todos especulaban sobre lo que pasó.Algunos decían que era una lucha entre los altos mandos de la empresa.César, tan pronto como ocurrió el incidente, se apuró y encubrió la noticia del secuestro de Lorena.Teresa caminó a través del área de oficinas compartidas. Como ella sabía la verdad, entendía que los rumores que corrían n
Lorena no entendía. —Pues como amigo, también eres todo buena onda.Lo trató como solo un amigo.Al escuchar esas palabras, César se sintió frustrado. Dio vueltas en la cama toda la noche sin poder dormir bien, soñando con ese asunto.A la mañana siguiente, Lorena durmió hasta pasadas las ocho. Al despertar, no encontró a César a su lado y pensó que ya se había ido a trabajar. Se levantó, se lavó y desayuno tranquila.En la sala de reuniones del equipo de proyectos especiales, Teresa se sentó a un lado discutiendo los puntos clave del proyecto. Sin saber cómo, de repente un olor sofocante e incómodo invadió la sala. Al percibirlo, le entraron unas fuertes náuseas.Al principio intentó controlarse, pero, después de un rato, ya no pudo más y soltó una arcada. En medio de la reunión, el sonido fue difícil de ignorar.—Fernando, voy al baño un momento —dijo Teresa mientras empujaba la puerta de la sala y desaparecía rápidamente.—Fernando, si ella está así todos los días y no puede hacer
Lorena acababa de responderle un mensaje a doña Marta cuando su teléfono volvió a sonar. Esta vez, era Marina la que le escribía para decirle que iba a su casa a cenar.—Bebé, ¿recuerdas ese pequeño restaurante cerca de mi universidad? Lo remodelaron y ahora es un local grandísimo. Hoy es la inauguración. Cuando termine mis clases por la tarde, compraré comida para dos y la llevaré a tu casa para cenar juntas.—También te llevaré unas entradas y cerveza. Pediré todo con más picante y mucha salsa dulce.Ambas tenían el mismo gusto por la comida rápida y picante.Para la gente común, no significaba nada especial. Pero el estómago refinado de César no apreciaba esas delicias y, por eso, tampoco permitía que ella las comiera.Así que, cada vez que César no estaba en casa, ya fuera por trabajo o por viajes de negocios, Lorena aprovechaba para salir a comer con Marina.Con el tiempo, ambas habían recorrido todos los puestos de comida callejera en Playa Escondida.Pero ninguna superaba la cal
Si Lorena llegara a enterarse de esto, ¿qué pasaría?César no quería ni imaginarlo. De repente, sintió un miedo profundo de que ella lo supiera.Aquella noche…En el banquete, César había bebido demasiado. No recordaba cómo había llegado a la habitación, ni cómo había terminado en la cama con Teresa.Solo tenía presente la escena de la mañana siguiente: Teresa, completamente desnuda, acostada a su lado en una cama desordenada y con manchas de sangre.—César, no es tu culpa. Soy yo la responsable. Al día siguiente, apenas llegué a la empresa, tomé la pastilla del día después. Si la hubiera tomado antes, quizás esto no habría pasado…Los ojos grandes y hermosos de Teresa estaban llenos de lágrimas. Miraba a César, culpándose a sí misma y asumiendo toda la responsabilidad. Mientras hablaba, sus gruesas lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas.—Tú ya estás con Lorena, y no quiero que, por mi culpa, por el bebé que llevo en mi vientre, haya malentendidos entre ustedes. No quiero conver
—Ser jefe implica muchas preocupaciones y trabajo. —Doña Marta comentó con una sonrisa amable.Como César aún no había llegado, Lorena encendió el televisor y comenzó a ver una serie con doña Marta, mientras comían algo de fruta y lo esperaban.La espera se alargó. Desde las siete de la noche hasta las ocho… luego hasta las ocho y media…El reloj ya iba a marcar las nueve, César aún no llegaba.Doña Marta, que había bostezado varias veces, se levantó del sofá para estirar las piernas.—¿No será que tuvo una reunión de última hora y no podrá venir? —comentó.En otras ocasiones, César había tenido reuniones inesperadas que no lo dejaban regresar a cenar, pero siempre pedía a David que llamara para avisar con antelación. Nunca las dejaba esperando sin decir nada.Lorena sacó su teléfono.—Voy a llamarlo para ver qué pasa.El celular timbró y timbró, pero nadie contestó.Lorena caminó hacia la ventana, observando la ciudad iluminada en la distancia. Cada casa tenía sus luces encendidas, ir