Capítulo 130
¡Duele! ¡Y me duele muchísimo! No solo el dolor de los latigazos y la quemadura del cigarro en el muslo, sino también el dolor insoportable estaba en su abdomen.

Las lágrimas de Lorena rodaban por sus mejillas, era demasiado dolor.

Bebés, mamá siempre pensó en abortarlos. Pero si podemos sobrevivir, mamá los tendrá.

¡No importa lo que pase después!

Los pequeños ojos de Guillermo, que parecían dos arvejas podridas, disfrutaban al máximo de la cara de sufrimiento y los gritos de Lorena.

—¡Grita, grita fuerte condenada perra que eso me excita!

Pero ese sonido aún no era el que había escuchado esa noche en la oficina del jefe, el que necesitaba oír para estar satisfecho.

Pensando en esto, Guillermo tiró el cigarro que tenía en la mano.

Mientras se quitaba la bata, dijo:

—Dime, ¿por qué sufres tanto? Te conviene ser obediente y dejar que termine, así podrás irte tranquila.

Lorena lo miró con odio, sin decir una palabra. Ella quería conservar su energía.

Ni siquiera sabía a quién odiaba más.
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