—¿¡Pero entonces en ese entonces ya estaba coqueteando con otros!? —César Balan pensó con furia contenida.Lorena escuchaba las palabras de don Piccolo con cierta duda. Su intuición aguda le decía que algo no encajaba.¿Qué estaba haciendo el viejito Piccolo? ¿Tratando de organizar una cita entre ella y César?Solo imaginarlo le provocó un escalofrío. Inmediatamente inventó una excusa para despedirse.—Don Piccolo, tengo cosas pendientes por hacer. No quiero interrumpir más su inspiración, así que me marcho.César, al ver que Lorena se iba, también aprovechó para despedirse con cortesía.—Don Piccolo, muchas gracias por su tiempo. También yo debo retirarme.El viejo Piccolo, con una sonrisa afable, agitó la mano animándolo:—¡Vayan, vayan! Los jóvenes deben divertirse. No como yo, que a mi edad ya ni el cuerpo me permite disfrutar.César asintió educadamente y dejó la playa detrás de Lorena.En el pasillo, aceleró el paso y, en la esquina, alcanzó a Lorena. Agarró su brazo con firmeza
Adrían agarró del brazo a César con fuerza, ayudando a Lorena a liberar su muñeca de la mano de él.César se quedó furioso. No forcejeó con Adrían, sino que aflojó el agarre de inmediato.Aprovechando el momento, Adrían colocó a Lorena detrás de él, interponiéndose entre los dos como un escudo protector.¿De intimidar hablas?César sentía incredulidad. Claramente había sido Lorena quien le había zampado la cachetada primero, ¿quién estaba intimidando a quién?¿Y esto contaba pues entonces como intimidación?Entonces, según esa lógica, ¿qué pasaba con todas las veces que Lorena había estado bajo su cuerpo, y se la follaba con fuerza? ¿Eso era pues intimidación?Y las veces que Lorena lo había arañado cuando se echaban el delicioso, ¿eso también contaba como intimidación?Ahora Lorena estaba allí, muda, refugiándose detrás de Adrían con una actitud que parecía expresar que había sido víctima de un gran agravio.¿Qué significaba pues? ¿Había sucedido algo entre ellos dos?Por primera vez,
Aunque el traje estaba completamente empapado, su color oscuro todavía lograba cumplir su propósito.—¡Cof... cof...! —Lorena no paraba de toser después de haber tragado agua de la piscina, su cara estaba roja de tanta agua que había tragado.Adrían le daba palmaditas en la espalda, ayudándola a expulsar el agua que había entrado en su nariz.—Voy a llevarte de regreso, hermosa. Date una ducha caliente y cámbiate de ropa —propuso Adrían, al notar que Lorena comenzaba a recuperarse.—De acuerdo... —La voz de Lorena, después de tanta tos, sonaba un poco ronca.El camarero que había provocado todo también salió de la piscina, inclinándose repetidamente mientras se disculpaba:—Lo siento mucho, de verdad no fue mi intención lo juro. Pero todo fue mi culpa por no ver bien el camino... Yo... Yo pagaré por el daño a su vestido.El camarero no sabía que Lorena también se había lastimado la muñeca.—Por favor, no me denuncie... Si lo hace, mi jefe me va a despedir... —añadió con una expresión d
Mientras Teresa caminaba con pasos ligeros y su brazo entrelazado con el de César, una sonrisa radiante adornaba su rostro.Los rumores se propagarían rápidamente, de una persona a otra, hasta llegar a los oídos de la familia Fuentes. Una mujer como Lorena, con esa reputación, jamás sería aceptada en esa familia.Lorena estaba destinada a ser una amante secreta, una tercera en discordia, alguien que nunca saldría a la luz.En el pasillo del hotel, Lorena caminaba junto a Adrían.—Muchas gracias por lo de antes —dijo ella sinceramente. Desde el accidente que la dejó herida, había desarrollado un profundo temor al agua.La sensación de ahogo en la piscina había sido en efecto muy aterradora.Además, nunca habría imaginado que la familia Fuentes era la que financiaba el desarrollo de dicho complejo turístico.—¿El camarero de antes...? —intentó decir Lorena, sin saber del acuerdo entre el camarero y Teresa. Pensaba que había sido un simple accidente.Quería hablar en su defensa.—Ese cama
La cara de César al alejarse reflejaba un enojo evidente.Lorena, ¡realmente ahora sí que me sorprendes!Con cualquier hombre, dices que te acuestas y lo haces, sin un respingo de culpa. Ante él, te comportas con altivez, pero detrás, corres a gatear a la cama de otros.¿Lorena no puede vivir acaso sin follar por un momento?Con frustración, César se ajustó el cuello de la camisa.Con pasos largos y apresurados, caminaba rápidamente por el pasillo, cuando en una esquina chocó de frente con una mujer vestida de manera atrevida y sensual.La mujer chocó contra el pecho de César y maldijo en silencio: ¿Acaso no tenía ojos como para no mirar por dónde caminaba?Estaba a punto de increparle cuando levantó la vista y vio al hombre frente a ella. Su rostro se sonrojó de inmediato.Lo había visto hace un momento junto a la piscina. Era César, el presidente de Runpex. Aunque había estado acompañado por otra mujer, no importaba.Un alto directivo como él era infinitamente mejor que cualquier otr
—Emm. —Ricardo asintió con indiferencia. No parecía muy interesado en Teresa, y entre ellos nunca hubo mucha afinidad.Ambos caminaban en silencio por el pasillo. La alfombra en el suelo absorbía el sonido de sus pasos, lo que hacía que el ambiente se volviera algo incómodo.Ricardo fue el primero en romper el silencio:—¿Cómo está tu salud últimamente? Pareces un poco débil, tienes sudor en la frente. Antes de recuperarte del todo, deberías descansar más, alimentarte bien y evitar el cansancio excesivo.Aunque no sentía simpatía por Teresa, sabía que era el gran amor de César y no podía permitirse que su salud se deteriorara. Si algo le pasara, César seguramente lo culparía como médico responsable.Y sería él quien tendría que asumir las consecuencias trabajando más horas.Así era César, completamente irracional y sobreprotector cuando se trataba de mujeres.Ricardo solo esperaba que Teresa tuviera algo de sentido común y no llevara su cuerpo ya débil al límite.—En serio le agradezco
—¿Pero qué te ocurrió en el cuello? ¿Quién te mordió? —Teresa preguntó temblorosa.César no podía responderle.Con el rostro serio y sin decir nada, desvió la mirada hacia Ricardo, buscando ayuda, esperando que él interviniera para sacarlo del apuro.Ricardo, que hasta ese momento disfrutaba de la situación, recibió la mirada de César y arqueó una ceja.¿En serio? Pensó para sí mismo.¿De verdad habías dejado sola a tu primer amor, Teresa, ¿para irte por ahí con otra mujer? ¿Y encima dejas que te muerda de semejante forma?¿Y ahora quieres que yo te ayude a justificarte?César, ¿puedes ser más ruin?Lorena ya es suficiente, pero ¿otra mujer más?Con una expresión seria y fija, César seguía esperando que Ricardo lo ayudara.Bueno, supongo que entre amigos hay que ayudarse en los momentos críticos. Pensó Ricardo finalmente.Ricardo se ajustó sus gafas, esbozó una leve sonrisa y dijo:—Querida compañera, la herida en el cuello de César... fue porque yo lo mordí. Espero que no te importe.
Después de aplicarle el Isodine, Ricardo usó una gasa para cubrir la herida.—¡Dime, qué necesidad había! —Ricardo tiró el paquete y los algodones usados a la basura.César estaba claramente molesto.—¿Ya no tienes nada más que decir? ¿Eso es todo? —Está bien, no diré más. —Ricardo cedió, dejando el tema.Justo en ese momento, sonó el mensaje del móvil. Al desbloquearlo y echarle un vistazo, Ricardo sonrió con satisfacción.—Recuerdo que le compraste varias chispitas mariposa a Teresa. ¿Dónde las dejaste? ¡Dame algunas! —Ricardo comenzó a mirar por la habitación en busca de la pólvora.César, de mal humor, no tenía ganas de meterse en los asuntos raros de su buen amigo. Levantó la barbilla de manera indiferente y señaló hacia un rincón.—La contraseña son cuatro ceros.Ricardo abrió la maleta y sacó sin problemas los palitos de fuego.—Muchas gracias.Cuando ya se disponía a irse, se detuvo y se giró para advertirle.—Recuerda cambiarte la camisa, tiene sangre.Aunque Ricardo no le ca