capitulo 2

James

Me levanto con un fuerte dolor de cabeza; la fiesta de ayer fue tremenda. A pesar de la niñita que se atrevió a tirarme el trago en la cara, juro que en ese momento quise estrangularla, pero me controlé por dos razones: primero, no le pego a las damas, y segundo, la niñata no estaba nada mal, al contrario, era muy hermosa.

Antes que nada, me presento. Soy James Adam, tengo 29 años y soy excombatiente de las fuerzas especiales del ejército. Sin embargo, debido a un accidente que no quiero recordar, salí del ejército y ahora me dedico a ser el guardaespaldas de las familias más adineradas de Londres.

Mi teléfono suena, así que lo tomo para contestar la llamada.

—Hola, Liam.

Liam es mi mejor amigo y también compañero en el trabajo. Nos conocimos hace algunos años cuando inicié en el trabajo como guardaespaldas, hasta que ambos decidimos crear una empresa de seguridad.

—James, tenemos trabajo. Te quiero en media hora en el hotel Hilton.

—Ok.

Cuelgo la llamada y me levanto para darme una ducha. La verdad es que estaba muy cómodo en mis vacaciones, pero el deber me llama. Además, ya era hora de tener un nuevo caso.

Me pongo mi traje negro y después tomo las llaves de mi Audi. Manejo hacia el hotel. Al llegar, veo a mi amigo parado en la puerta.

—Vaya, qué puntual —dice Liam con un tono irónico.

—Ayer tuve tremenda fiesta y amanecí con dolor de cabeza.

—Pues espero que se te pase, porque este trabajo es importante.

Asiento y subimos en el ascensor hasta llegar al séptimo piso. La recepcionista nos recibe con una sonrisa coqueta y ambos se la devolvemos.

—Hola, preciosa. Tenemos una cita con el señor Hilton.

—¿Sus nombres son?

—Liam y James - Liam mira su escote descaradamente y yo no puedo evitar mirar su trasero. Definitivamente, los dos no tenemos remedio.

—Pasen, el señor los espera.

Ambos le damos las gracias y pasamos a una oficina enorme con una hermosa vista.

—Buenos días, caballeros —aparece un señor de unos 50 años que, con solo verlo, demuestra presencia.

—Soy Roberto Hilton y estoy solicitando sus servicios.

—Señor Hilton, ¿por qué solicitó nuestro servicio? —pregunto en tono profesional.

—Ayer me enviaron una carta amenazándome a mí y a mi familia, pero en especial a mi hija.

—¿Se sabe algo, señor? —ahora el que pregunta es Liam.

—Aún no, joven, pero estamos en eso. Ahora, lo que quiero es que mi familia esté bien protegida, en especial mi hija. Por eso quiero que ustedes se encarguen de su protección.

—Claro, señor, no se preocupe.

—Solo les aviso, mi hija tiene un carácter fuerte, no creo que les haga fácil su trabajo.

Liam me mira y sé que acaba de encargarme ese trabajo a mí.

—¿Cuándo empezamos, señor?

—Mañana mismo, a primera hora. Los quiero a los dos en mi casa; mi secretaria les dará la dirección. El otro que quede libre estará al cuidado de mi mujer; ella sí es más tranquila. Liam vuelve a mirarme y me sonríe. ¡Qué hijo de puta!

—Está bien, señor, a las 7 am estaremos en su residencia. Si no hay nada más, nos retiramos. Con permiso.

—Hasta luego, señores.

La secretaria nos entrega la dirección, junto con su número telefónico. Lo curioso es que nos lo dio a ambos a la misma vez.

—¿Será que quiere un trío? —dice Liam con tono divertido.

—Ni lo sueñes, no pienso ver tu pito - Liam se ríe a carcajadas mientras caminamos a una cafetería para tomar un café.

—Bueno, ahora sí dime, ¿te quedarás con la chica? —dice Liam.

—No tengo otra opción.

—Oye, amigo, a mí no me gusta lidiar con locas y tú lo sabes.

—Ni a mí, pero bueno, este fue el trabajo que elegí, así que me tocó cuidar de su dulce princesa.

—Está bien, yo me encargo de la hija.

—¡Eso! ¿Qué tal si vamos por chicas y las llevamos a tu apartamento?

—Ok, pero que sea la última vez. Mañana empezamos a trabajar y tenemos que estar concentrados.

Llegaron las chicas. No sé cuál de todas se vestía más provocativa, pero bueno, a lo que vinimos: a follar.

—Hola, guapo —aparece una rubia con unos pechos enormes y unas piernas de infarto.

—Hola, preciosa, ¿quieres divertirte?

—Claro.

La tomo del brazo y la llevo a la habitación de invitados; ni loco la pienso llevar a mi cama.

La tiro con cero delicadeza y me la follo como si fuéramos dos animales. Fue buena la corrida de esta noche.

Despierto a las 6 am, me doy una ducha rápida y cuando bajo veo a mi amigo casi desnudo con una pelirroja desnuda sobre él.

—¡Liam - Al escuchar mi grito, este se levanta de golpe, haciendo que la pelirroja caiga al suelo.

—¿¡Qué te pasa!?, ¿Quieres matarme?

—Se nos hace tarde, a las 7 am hay que estar en la casa Hilton.

Este abre los ojos como platos y sube sin importarle la pelirroja. Ella me mira y se muerde el labio, pero rápidamente la freno.

—Ni lo sueñes, preciosa. Vístete y vete - Ella me muestra el dedo medio, se pone su vestido y sale de mi apartamento dando un portazo.

Estamos en la entrada de la casa Hilton y vaya casa, es enorme. Definitivamente, esta familia sí que tiene dinero.

—Buenas, somos los nuevos guardaespaldas —digo a los señores que nos reciben en la puerta.

—Pasen, el señor los espera.

Liam y yo entramos mientras observamos cada detalle de la casa. Sí que tienen buen gusto.

—Señores, buenos días —aparece el señor Hilton, como siempre derrochando elegancia.

—Buenos días, señor —decimos Liam y yo al mismo tiempo.

—Acompáñenme al despacho, ahí hablaremos con más tranquilidad.

Caminamos hacia su despacho, y vaya despacho: era enorme, lleno de puros libros.

—Bueno, quiero que conozcan bien la casa. Tendrán la oportunidad de verla. Ahora sí, díganme, ¿quién cuidará de mi hija?

—Yo, señor - La mirada del señor Hilton se posa en mí.

—Bueno, aquí tienes los horarios de clase de mi hija. Tienes que estar las 24 horas del día pegado a ella. Y si ella se quiere pasar de lista, tienes mi permiso para hacer lo que tú creas correcto.

Asiento. En ese momento, se escucha una hermosa voz cantando en francés. Liam y yo vemos al señor, y él está sonriendo.

—Esa debe ser ella, esperen, la llamaré.

Se levanta y yo miro a Liam.

—De seguro debe ser una mocosa.

En ese momento entra Robert y, detrás de él, su hija, pero no alcanzo a verla, al parecer es bajita de estatura.

—Señores, les presento a mi hija Rose.

Se hace a un lado y, al ver a la chica, mis ojos se abren como platos. Por su expresión sé que también me reconoció.

—¡Tú! —decimos al mismo tiempo.

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