el guardaespaldas
el guardaespaldas
Por: sara o
capitulo 1

Hoy es un día hermoso. Me levanto y me doy una ducha rápida para bajar a desayunar con mi familia.

—Hola, buenos días —ambos me dan un beso en la mejilla, invitándome a sentarme con ellos.

—¿Cómo estás, princesa?

—Bien, papá, amanecí con mucha energía —digo emocionada, mientras ambos me sonríen.

—Querida, ¿qué tal si ahora me acompañas a comprar unas cosas? —dice mi madre terminando su café.

—Claro —mi padre se retira para ir a trabajar y yo me dispongo a hacer algunos trabajos pendientes de la universidad.

Bueno, les contaré algo de mí. Tengo 19 años y estudio Administración de Empresas, ya que mi padre maneja una cadena de hoteles y quiere que, más adelante, tome yo el control de todo.

Si me preguntan por mi físico, soy bajita, mido 1.62, tengo cabello castaño y mis ojos son color miel. No me puedo quejar de mi cuerpo, puesto que mi madre hace que lo mantenga en forma, así que mi cuerpo, como dice ella, es perfecto.

—Hola, amiga —Mila me saluda por la cámara de la videollamada.

—Mila, ¿cómo estás?

—Algo aburrida, ¿salimos hoy?

—Claro, pasa por mí a las 9 pm, ¿te parece?

—Sí, amiga, bye, te quiero.

—Yo a ti, Mila. Mila es mi mejor amiga desde que tenemos 10 años. Nos conocimos en el instituto y desde ese momento no nos hemos separado, a pesar de que ella estudia diseño de modas siempre estamos juntas.

—Hija, ¿lista para irnos? —pregunta mi madre algo apurada.

—Sí, mamá - Tomo mi bolso, encaminándome a la puerta para salir. Al llegar al centro comercial, mamá, como siempre, empieza a comprar ropa como loca.

—Mamá, ¿no te parece que ya tienes mucha ropa? —mi mamá para en seco y me mira mal.

—Hija, para mí nunca es suficiente, además nos lo podemos permitir —sí, claro, todo lo que gastas es con el dinero de mi padre.

—Sí, mamá, pero me parece que ese dinero lo deberíamos aprovechar para ayudar a otros que sí lo necesitan.

—¡¿Por qué no te callas, Rose?! —grita mi madre, ya molesta—. Si vas a estar con esa actitud, mejor vete —ella sigue mirando sus cosas y yo, de la rabia, salgo dejándola sola.

Al llegar a casa me encuentro a mi nana Estela.

—Niña Rose, pensaba que estabas con la señora Noelia.

—Estaba —digo algo molesta.

—¿Pasó algo, mi niña? —pregunta, sentándose a mi lado.

—Mi mamá pasa, parece que no me quisiera —ella me abraza y yo permito que lo haga.

—No digas eso, Rose, entiende que tu madre es algo complicada —no creo que esa sea la palabra indicada para definir a mi madre.

—Yo solo quiero que por una vez en su vida se porte como una madre.

—Tranquila, mi niña, sabes que me tienes a mí —le sonrío, mientras le doy un gran abrazo.

—Lo sé, soy muy afortunada por tenerte a mi lado, nana.

Al llegar la noche, me coloco un vestido y me maquillo un poco. A las 9 pm llega mi amiga puntual, con un vestido bastante sexy.

—Vaya, amiga, vas con todo —digo riendo.

—Hoy vamos de cacería y no me contradigas —me río por su comentario y asiento.

—Ok, vamos.

El lugar está lleno de gente, así que mi amiga pidió un sitio VIP para las dos, ya que tenemos privilegios por ser hijas de grandes empresarios.

—¿Qué desean tomar, señoritas? —el mesero nos sonríe. Tengo que admitir que es bastante guapo, pero veo que mi amiga ya le echó el ojo.

—Trae dos margaritas —eso sí sonó coqueto. Mila le sonríe y este parece copiarle, porque le sonríe también.

Después de varios tragos, me encuentro bailando en la pista de baile sola. No soy de las chicas a las que le importe bailar sola, yo solo me dejo llevar por la música.

Cuando ya estoy cansada, decido ir por algo a la barra. Me meto como puedo y le digo al mesero:

—Dame una cerveza.

—Oye, ¿no ves que yo estaba primero?

Cuando me volteo, veo a un hombre bastante sexy. Su cuerpo está bien formado y ni hablar de su rostro, es perfecto.

—¿Ya terminó de repasarme? —miro los ojos de aquel extraño, parecen como dos faroles, una combinación de azul con algo de blanco.

—Disculpe, señor, pero yo no lo vi haciendo fila.

—Pues yo estaba primero, niñata —¿perdón? ¿Me dijo niñata? ... Ah, no, eso sí que no.

—Mira, imbécil, a mí no me llames así —le digo señalando su pecho.

—Es la verdad, más bien quítate —en esas llega el mesero con la cerveza, entonces mi bombilla se enciende.

Hay querido, no sabes con quién te metiste. Tomo la botella en mis manos y aprovecho que está distraído para tirarle la cerveza justo en su perfecta cara.

—Ahí tienes, por idiota.

Salgo del lugar con una sonrisa triunfante, sin importar los gritos e insultos de aquel hombre extraño.

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