Oficina de Adrien – Encuentro con JoséAdrien revisaba unos documentos en su oficina cuando su secretaria llamó a la puerta.—Señor Garcías, su amigo José ha llegado.Adrien levantó la mirada con una leve sonrisa.—Hazlo pasar.Unos segundos después, José entró con su característico aire despreocupado. Se veían mutuamente después de mucho tiempo, pero la confianza seguía intacta.—¡Cómo estás, amigo! —saludó José con energía.Adrien se levantó de su asiento y lo recibió con un fuerte abrazo.—¡José! Tanto tiempo. ¿Cuándo llegaste?—Ayer, pero estaba agotado. Ni fuerzas tuve para llamarte.—Eso explica por qué no supe nada de ti —dijo Adrien con una sonrisa—. Pero dime, ¿cómo estuvo el viaje?José se dejó caer en una de las sillas frente al escritorio.—Largo… pero provechoso. Y tú, ¿qué tal va todo?Adrien tomó asiento de nuevo y exhaló con satisfacción.—Bien, amigo. La empresa sigue creciendo. Estamos expandiéndonos más cada día.José asintió con interés.—Eso me gusta escuchar. Sab
Oficina de Adrien – Una decisión apresuradaAdrien tomó el comunicador y presionó el botón para comunicarse con Recursos Humanos. Su paciencia estaba al límite y necesitaba resolver el problema cuanto antes.—¿Sí, señor Garcías? —contestó una voz masculina al otro lado de la línea.—Necesito una secretaria con urgencia —dijo Adrien con tono firme—. Envíame a alguien de inmediato con su expediente en mano.—Sí, señor. Me encargo de inmediato.Adrien colgó y apoyó los codos sobre el escritorio. Se pasó una mano por el rostro, sintiendo la tensión en sus sienes. No tenía tiempo para entrenar a alguien nuevo, y lo último que necesitaba era una persona incompetente que retrasara su trabajo.Mientras cavilaba sobre su dilema, el jefe de Recursos Humanos estaba sumido en su propio dilema. Miró a su alrededor y evaluó rápidamente a los empleados disponibles. De pronto, su mirada se detuvo en una joven que trabajaba meticulosamente en su escritorio.Camila Morales… o más bien, Valentina Suárez
Camila se sentó en su nuevo escritorio y dejó escapar un suspiro. Sus manos recorrieron lentamente la superficie, observando los documentos que Patricia había dejado organizados. Todo estaba en su lugar, impecable… como debía estar.Pero su mente la traicionó.Recordó.Recordó su primer día en la empresa Ferrer. Recordó la impresión que le causó ver a Alejandro en persona, la confusión, los encuentros tensos, y… lo que vino después.Una punzada de dolor le atravesó el pecho. No podía evitarlo.Sintió la calidez de una lágrima deslizándose por su mejilla. Una sola.Rápidamente se la limpió con el dorso de la mano y respiró hondo. No. No podía permitirse esto.Se enderezó en su asiento y se dijo en voz baja:—Tú puedes con esto, Camila. Es solo temporal.Con un último respiro profundo, tomó el primer expediente y comenzó a leer. Era hora de trabajar.Después de dos horas de trabajo, Camila tomó el comunicador con un poco de nerviosismo. Apretó el botón y habló con voz firme:—Señor Garc
Uno de los Méndez, el de mirada más analítica, desvió la vista hacia Camila, quien hasta ahora solo había tomado notas. —¿Y usted qué opina, señorita? —preguntó con interés—. Nos ha estado observando con mucha atención. Camila sintió de inmediato la mirada de Adrien sobre ella. Él no dijo nada, pero con un leve asentimiento le dio permiso para responder. Respiró profundo y sonrió con seguridad antes de hablar: —Señores Méndez, entiendo sus preocupaciones. No es fácil confiar en una nueva alianza cuando su empresa ya tiene estabilidad. Pero si analizamos las tendencias actuales del mercado, verán que esta colaboración no solo les garantizará expansión, sino también ventaja competitiva sobre sus rivales. Los empresarios la miraron con mayor interés. Camila continuó con confianza: —Además, nuestro equipo ha desarrollado un modelo de integración que minimizaría riesgos y optimizaría los beneficios en menos tiempo del que cualquier otra empresa podría ofrecerles. Si necesitan datos es
El sonido de las copas al chocar resonó suavemente entre ellos. Camila bebió un sorbo, sintiendo las burbujas cosquillear en su garganta, mientras Adrien la observaba con detenimiento.—No esperaba que te desenvolvieras tan bien en la reunión —comentó, girando la copa entre sus dedos—. Lograste convencerlos con mucha facilidad.Camila sonrió con modestia.—Solo presté atención y les hablé en su mismo idioma. Creo que confiaron en mi explicación porque fui sincera.Adrien apoyó un codo sobre la mesa y la miró con interés.—Eres más que una simple secretaria, ¿cierto?Camila sintió un leve nudo en la garganta. ¿Había dicho algo que despertó sospechas?—No sé a qué te refieres —respondió con calma.Adrien sonrió levemente, sin apartar la mirada de ella.—A que hay algo en ti que no encaja del todo con este puesto. La forma en que te expresas, cómo analizas cada detalle, incluso cómo manejaste la situación con los Méndez… Me hace pensar que vienes de un mundo distinto.Camila bajó la mira
El teléfono de Adrien vibró sobre la mesa, iluminando la pantalla con un nombre que le hizo apretar la mandíbula: Martha.Suspiró y tomó la copa de whisky, dándole un trago sin apresurarse a contestar. José, quien lo observaba con atención, arqueó una ceja.—¿No piensas contestar? —preguntó, señalando el teléfono—. ¿Quién te llama a esta hora?Adrien dejó la copa sobre la mesa y deslizó el dedo por la pantalla, silenciando la llamada.—Es Martha —respondió con indiferencia.José chasqueó la lengua y se acomodó en su silla.—Sigue insistiendo, ¿eh?—No deja de molestar —gruñó Adrien—. Sigue empeñada en que no me divorcie, en que lo intentemos otra vez.José bebió un sorbo de su whisky y lo miró con calma.—¿Y por qué no lo intentas? Tal vez…Adrien lo interrumpió con una risa amarga.—No, José. Ya no la amo. Y, siendo sincero, no sé ni por qué me casé con ella en primer lugar.José frunció el ceño.—¿Cómo que no lo sabes?Adrien suspiró y pasó una mano por su cabello, su expresión endu
Andrés se quedó pensativo, sin saber qué hacer. Se pasó una mano por la cabeza, frustrado, mientras murmuraba para sí mismo:"¿Qué me está pasando con Sandra?"Sacudió la cabeza, tratando de aclarar sus pensamientos. "Debe ser por lo de nuestra hija… por eso estoy actuando así."Suspiró y finalmente entró al hospital. Al llegar a la sala de espera, vio a sus padres, Óscar y Emma, conversando con sus tíos y con Alejandro.Óscar lo miró con atención y preguntó:—¿Estás bien, hijo? Te veo pensativo.Andrés disimuló su inquietud y respondió con calma:—Estoy bien, papá.Alejandro lo observó por un momento, pero no dijo nada. Luego, se puso de pie y se despidió del grupo:—Cualquier cosa, me avisan.—Claro que sí, sobrino, no te preocupes —respondió Óscar. Luego, hizo una pausa y miró a Alejandro con seriedad antes de añadir:—Y quiero disculparme por lo que te dije hace un rato.Alejandro lo miró por un instante y luego respondió con tranquilidad:—No te preocupes, tío.Óscar asintió con
Margaret se acercó lentamente a Alejandro y deslizó sus manos alrededor de su cuello, sosteniéndolo con suavidad mientras lo miraba fijamente a los ojos.—Alejandro, quiero que intentemos ser una familia de verdad. No quiero que estés conmigo solo por compromiso o por nuestro hijo. Quiero que te sientas feliz a mi lado, que encuentres en mí a la mujer con la que puedas compartir tu vida… No quiero que me veas solo como la madre de tu hijo, sino como tu esposa, tu compañera.Su mirada reflejaba una súplica silenciosa, una necesidad de que él le respondiera de la manera que ella deseaba. Lentamente, Margaret se inclinó para besarlo, buscando su cercanía, su calor, pero antes de que pudiera hacerlo, Alejandro giró el rostro y se apartó con suavidad.—Lo siento, Margaret… —dijo en un tono pausado, casi resignado—. Estoy muy cansado. Ha sido un día largo y mañana tengo una junta importante. Lo mejor será que descanse.Margaret parpadeó un par de veces, tratando de ocultar la decepción en s