Andrés llegó al jardín y vio a Margaret sentada en un elegante sillón de mimbre, con una copa de vino en la mano. Su postura era tensa, su mirada perdida en la nada, y su expresión reflejaba rabia y desesperación.Sin dudarlo, Andrés se acercó y, con un movimiento rápido, le arrebató la copa de las manos.—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó con dureza, sosteniendo la copa lejos de su alcance.Margaret lo miró con irritación y extendió la mano con exigencia.—No te metas, Andrés. Dame esa copa.—No te la daré —replicó él con firmeza—. ¿Qué quieres, Margaret? ¿Perder al bebé? Si lo pierdes, Alejandro se alejará de ti definitivamente.Margaret apretó los puños con rabia y su mirada se llenó de resentimiento.—¿Y de qué me sirve tener a este mocoso si él no me mira? —espetó con furia—. Él solo piensa en esa maldita mujer.Andrés suspiró, tratando de mantener la calma. Sabía que Margaret estaba desesperada, pero sus palabras lo hacían comprender hasta qué punto estaba dispuesta a lle
Al llegar al club, Alejandro y Andrés bajaron del auto y entraron al elegante recinto. Las luces tenues, la música suave de fondo y el aroma a licor fino creaban una atmósfera exclusiva y relajante.Alejandro caminó con seguridad hasta una de las mesas privadas y, sin dudarlo, levantó la mano para llamar al mesero.—Tráenos una botella de whisky —ordenó con tono firme.El mesero asintió y se alejó rápidamente. Andrés lo observó con curiosidad, notando la tensión en los gestos de su primo.—Parece que realmente necesitas un trago —comentó Andrés con una media sonrisa, tratando de aligerar el ambiente.Alejandro se dejó caer en el asiento y soltó un suspiro pesado.—Necesito algo más que eso… pero por ahora, el whisky servirá.Chocaron sus vasos en un brindis silencioso antes de dar el primer sorbo.Alejandro fijó la mirada en Andrés; su expresión era fría, pero en sus ojos ardía una tormenta contenida.—Quiero que seas sincero conmigo —dijo con voz grave—. ¿Sabes dónde está Camila?And
Andrés tomó su vaso de whisky con calma, lo giró entre sus dedos y bebió un sorbo antes de clavar su mirada en Alejandro.—Dime algo, primo… ¿Qué estás dispuesto a perder por conquistar a Camila?Alejandro lo miró con el ceño fruncido, su paciencia al límite.—¿De qué demonios hablas?Andrés sonrió con suficiencia, apoyándose en el respaldo de su asiento.—Escucha bien, porque no lo voy a repetir. Yo, por Camila… soy capaz de entregarte el 25% de la empresa.El silencio que cayó sobre la mesa fue inmediato. Ricardo, que estaba bebiendo, se detuvo en seco, mientras Alejandro entrecerraba los ojos, analizándolo.Era justo lo que había estado esperando. Un cuarto de la empresa… un paso más hacia el control absoluto del legado de su abuelo.Pero al mismo tiempo, la oferta de Andrés tenía un precio demasiado alto.Alejandro apoyó el vaso sobre la mesa con un golpe seco, su expresión cambiando por completo.—¿Quieres apostarla como si fuera un maldito negocio?—No es una apuesta, primo —rep
Alejandro suspiró, dejó su vaso sobre la mesa y fijó su mirada en Andrés.—Sé que siempre hemos tenido rivalidades por la empresa —dijo con calma, pero con un tono que dejaba claro que estaba lejos de ceder—. Sé que siempre has querido estar al frente, pero no es mi culpa que yo sea mejor… y que mi abuelo me escogiera a mí.Los ojos de Andrés chispearon de rabia.—¡Cállate! —gruñó, apretando los puños sobre la mesa.Alejandro inclinó la cabeza con una sonrisa sarcástica.—Pero es la verdad, ¿o me equivoco?Andrés sintió cómo la ira lo consumía. Lo peor de todo era que Alejandro lo decía con esa maldita tranquilidad que lo volvía loco. Se levantó de golpe y lo fulminó con la mirada.—Tú siempre fuiste el consentido de mi abuelo —espetó, su voz cargada de rencor—. Nunca me permitió demostrarle lo bueno que era en los negocios. Siempre fue "Alejandro esto, Alejandro aquello". ¿Sabes qué? Un día mi padre me dijo que yo sería quien estaría al frente de la empresa porque soy el nieto mayor.
Andrés se tomó un vaso de whisky de un solo trago, tratando de asimilar todo lo que Alejandro le había dicho.—¿Por qué mi abuelo lo permitió? —preguntó con la mirada perdida.Alejandro bebió un sorbo de su whisky antes de responder con calma:—Porque habló con Sandra.Andrés frunció el ceño y lo miró con atención.—¿Qué dices?—Que Sandra le confesó que estaba enamorada de ti.Andrés sintió un leve estremecimiento al escuchar esas palabras.—¿Sandra… le dijo eso?Alejandro asintió.—Por eso mi abuelo no intervino en esa boda. Pensó que, con el tiempo, te darías cuenta de que tienes a una gran mujer a tu lado.Andrés dejó el vaso sobre la mesa, su mente luchando por procesar aquella revelación.—No puede ser…—Incluso me dejó una carta para ti —añadió Alejandro.Andrés levantó la mirada de golpe.—¿Una carta? ¿Para mí?—Así es —confirmó Alejandro, observándolo fijamente—. Una carta de nuestro abuelo.El corazón de Andrés latió con fuerza. Por un momento, olvidó el resentimiento, olvid
Capítulo 126Alejandro guardó el número en su teléfono y se quedó mirando la pantalla, indeciso. No sabía qué hacer, si llamarla o ir hasta donde estaba, verla a los ojos y decirle lo que sentía por ella. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones que lo mantenían en una lucha interna.Ricardo y Andrés lo miraban en silencio, esperando su reacción. Finalmente, Ricardo rompió el silencio.—Y bien, ¿qué piensas hacer? Ya tienes el número.Alejandro tomó su vaso de whisky y se lo bebió de un solo trago.—No sé qué hacer en verdad —admitió con sinceridad—. Creo que Andrés tiene razón, ella no me dirá dónde está.Andrés sonrió con cierta superioridad.—Ya te lo dije, la única manera es que viajemos juntos.Alejandro lo miró por un momento antes de asentir con la cabeza.—Está bien. Viajaremos. Solo hay que organizar los pendientes que tengo en la empresa. Tengo una reunión mañana.Ricardo interrumpió con seguridad.—Yo puedo estar al frente si quieres.Alejandro lo miró con gratitud
Capítulo 128 - El primer encuentroAlejandro entró a la sala de neonatología con el corazón latiéndole con fuerza. La enfermera, con una sonrisa comprensiva, se acercó con el pequeño envuelto en una manta azul y lo tomó entre sus brazos con delicadeza.—Tome asiento, señor Ferrer —le dijo con voz suave—. Voy a darle a su hijo.Alejandro tragó en seco. Su mirada se posó en el diminuto rostro del bebé, que dormía plácidamente. Sus manos temblaron un poco cuando la enfermera le indicó cómo sostenerlo.—¿Cómo lo cargo? —preguntó con cierta torpeza, sintiendo un nudo en la garganta.—Es simple, ponga una mano debajo de su cabeza y la otra sosteniendo su cuerpo. Con cuidado, pero con confianza —respondió la enfermera con ternura.Alejandro hizo lo que le indicaban y, por primera vez en su vida, sostuvo entre sus brazos a su hijo. Sintió su calidez, la suavidad de su piel, la fragilidad de su pequeño cuerpo. Algo dentro de él se quebró en ese instante y una lágrima solitaria resbaló por su m
Capítulo 129 - Verdades ReveladasCamila ardía en fiebre. Su cuerpo temblaba y su mente divagaba en un mar de delirios. Entre susurros febriles, llamaba a Alejandro, a su madre... nombres entrecortados que escapaban de sus labios sin que ella misma fuera consciente.Adrien no se movía de su lado. La había estado cuidando sin descanso, atento a cada movimiento, a cada gemido de dolor que escapaba de ella. Con preocupación, tomó su teléfono y llamó a su amigo.—¿Qué has averiguado de Valeria? —preguntó con urgencia.Hubo un silencio del otro lado de la línea, y luego su amigo respondió con voz tensa:—Adrien, no sé cómo decirte esto, pero... esa mujer murió hace tiempo.Adrien sintió que la sangre se le helaba. Sus ojos se posaron en Camila, aún dormida, su respiración irregular.—¿Qué estás diciendo? Eso es imposible...—No hay registros recientes de ella. Al parecer, alguien está usurpando una identidad falsa. Deberías llamar a la policía.—¿Estás loco? —espetó Adrien—. No haré eso. E