Adrien se quedó en silencio por unos segundos, mirando el informe que aún tenía en sus manos. Luego, levantó la vista y fijó su mirada en José, su tono serio y decidido.—Quiero que investigues a Valentina Suárez.José arqueó una ceja, sorprendido por la petición.—¿En serio quieres que la investigue? —preguntó, apoyando un codo en el escritorio con expresión intrigada.—Sí. Pero ya sabes, nadie en la empresa debe enterarse. Esto queda solo entre tú y yo. —Adrien entrecerró los ojos, dejando claro que era algo que le importaba más de lo que quería admitir.José lo miró con curiosidad antes de asentir.—Está bien, Adrien. Pero dime, ¿qué es lo que buscas exactamente?—Todo. Desde el día en que nació hasta ahora. Dónde vivió, dónde estudió, con quién se relaciona… quiero saberlo todo. Incluso sus gustos y lo que no le gusta.José silbó, divertido.—Vaya, eso sí es un interés profundo. —bromeó, pero al ver la expresión seria de Adrien, su sonrisa se desvaneció un poco—. Está bien, lo har
Adrien se acomodó en su asiento, cruzó los dedos sobre la mesa y miró a los Méndez con confianza antes de empezar a hablar.—Señores Méndez, antes que nada, quiero agradecerles por considerar nuestra empresa para este proyecto. Sabemos que no solo buscan un socio constructor, sino también un aliado estratégico que garantice calidad, innovación y, sobre todo, rentabilidad a largo plazo.Los empresarios asintieron con interés.—Hemos estudiado sus requerimientos y creemos que la mejor forma de llevar a cabo esta alianza es desarrollando un modelo de construcción sustentable, con materiales de alta calidad y tecnologías modernas que reduzcan los costos de mantenimiento a futuro.Uno de los Méndez, el más mayor, entrelazó las manos sobre la mesa y preguntó con curiosidad:—Su propuesta suena interesante, señor Garcías, pero necesitamos algo concreto. ¿Cuál sería su estrategia para diferenciarse de las demás constructoras que también están interesadas en este contrato?Adrien sonrió con se
Cuando los Méndez salieron de la sala, sus rostros serios mantuvieron la tensión en el aire. Uno de ellos, el mayor, se aclaró la garganta y dijo con voz firme:—Pueden entrar.Adrien y Camila se miraron por un instante antes de volver a la sala. Sus pasos resonaban en el elegante piso de madera mientras se sentaban nuevamente en sus respectivos lugares.Todos los presentes se miraron unos a otros, como si esperaran que alguien rompiera el silencio. Finalmente, el mayor de los Méndez habló con una sonrisa de satisfacción.—Después de analizar la propuesta y discutirlo a fondo… hemos decidido que sean ustedes quienes lleven adelante este proyecto.Camila sintió una oleada de alivio y emoción, pero antes de que pudiera reaccionar, Adrien soltó una risa triunfal y, sin pensarlo, la abrazó con fuerza.—¡Lo logramos, Valentina! —exclamó con entusiasmo.Sin darle tiempo a reaccionar, la levantó del suelo con facilidad, girándola en el aire con una risa genuina. Camila abrió los ojos con sor
Adrien se acercó a Camila con una expresión decidida, su mirada clavada en la de ella con intensidad.—Quiero invitarte a cenar esta noche.Camila parpadeó sorprendida. No esperaba esa propuesta, y menos después de un día tan importante.—No hace falta, señor. Solo hice mi trabajo, nada más. —respondió con cortesía, manteniendo la compostura.Adrien cruzó los brazos y la miró con una media sonrisa.—Este logro también es tuyo, Valentina. Y creo que amerita una celebración. Deberías sentirte orgullosa.Camila bajó la mirada y, con un leve suspiro, dijo con voz suave:—Usted fue quien cerró el trato. Si alguien debe festejar, es usted. Tal vez debería salir con alguien especial… su esposa, por ejemplo.Adrien frunció el ceño por un segundo y luego sonrió con un deje de diversión en su mirada.—No tengo esposa, Valentina. Y no voy a aceptar un ‘no’ como respuesta.Camila abrió los labios, dispuesta a insistir, pero él se adelantó.—Paso por ti a las siete. Así que termina de organizar to
Javier detuvo la moto frente a la casa de Camila y apagó el motor.—Llegamos. —dijo con una sonrisa mientras se quitaba el casco.Camila hizo lo mismo y bajó con cuidado, acomodándose el cabello que había quedado desordenado.—Gracias por traerme, Javier. De verdad, lo aprecio mucho.Él se encogió de hombros, restándole importancia.—No te preocupes, Valentina. Cada vez que pueda, te traeré. No quiero que andes sola a estas horas.Camila le sonrió con gratitud.—Eres un buen amigo.—Lo sé. —respondió él con una sonrisa juguetona, haciéndola reír.—Descansa.—Tú también.Ambos se despidieron y Camila entró a su casa con el corazón más ligero, pero su mente aún estaba llena de pensamientos.Subió las escaleras con pasos lentos y cerró la puerta de su pequeño cuarto. Dejó su bolso sobre la silla, se quitó los tacones y se deshizo de su ropa con un suspiro cansado.Entró al baño y abrió la ducha, dejando que el agua caliente relajara sus músculos tensos. Cerró los ojos y, sin poder evitar
Alejandro estaba en su cuarto, terminando de ajustarse la corbata cuando escuchó unos suaves golpes en la puerta.—¿Quién es? —preguntó mientras se revisaba en el espejo.—Soy yo, tu madre.—Pasa, madre.La puerta se abrió y su madre, Isabel Mendoza de Ferrer, entró con la misma elegancia y porte de siempre. A pesar de su mirada serena, Alejandro notó un destello de preocupación en sus ojos.—¿Cómo amaneciste, hijo? —preguntó con suavidad.—Bien, madre. —respondió él, aunque su tono no sonaba del todo convincente.Isabel entrecerró los ojos, analizándolo con esa mirada perspicaz de madre que todo lo ve.—No me mientas, Alejandro. Te noto tenso.Él soltó un suspiro, pero decidió no darle más vueltas al tema.—No es nada de qué preocuparse. Solo asuntos de la oficina.—Siempre dices lo mismo. —murmuró Isabel con un tono que denotaba incredulidad.Alejandro cambió de tema rápidamente.—Madre, ¿cómo está mi sobrina? ¿Tienes noticias de ella?Los ojos de Isabel se suavizaron con ternura.—
Alejandro llegó al hospital pocos minutos después de la ambulancia. Apenas estacionó el auto, salió apresurado y entró por las puertas de emergencia. Su mirada se movió de un lado a otro hasta encontrar a su madre de pie, con el rostro tenso.—Mamá, ¿qué pasó? —preguntó, acercándose a ella.Isabela lo miró con preocupación.—Margaret empezó a tener contracciones apenas llegó. La están atendiendo ahora mismo.Alejandro frunció el ceño. No podía ser. Aún faltaba tiempo para el parto.—¿Y el bebé? —preguntó con voz grave.—Están intentando retenerlo. Si nace ahora, puede ser riesgoso.Antes de que Alejandro pudiera responder, la puerta de la sala de emergencias se abrió y un médico salió con expresión seria.—¿Familiares de Margaret Carter?Alejandro y su madre se apresuraron hacia él.—Soy el padre del bebé. ¿Cómo está?El doctor los miró con calma profesional.—La caída provocó contracciones prematuras. Estamos administrándole medicación para detener el trabajo de parto. Queremos prolo
Alejandro salió de la habitación con el ceño fruncido, frotándose la nuca con cansancio. Al levantar la mirada, vio a su madre conversando con Andrés en el pasillo. Isabela y Andrés voltearon al verlo acercarse.—¿Cómo está Margaret? —preguntó Isabela con preocupación.Alejandro suspiró, cruzándose de brazos.—Está dormida. El médico dice que hay que mantenerla en observación por si hay alguna complicación.Isabella asintió con alivio.—Eso es lo mejor. Lo importante es que tanto ella como el bebé estén bien.Alejandro miró a Andrés, notando su expresión serena y neutral.—¿Cómo está mi sobrina? —preguntó Alejandro, recordando que la hija de Andrés también había estado en el hospital.Andrés le sostuvo la mirada con naturalidad y asintió.—Está mejor, gracias por preguntar. Si todo sigue así, mañana le darán el alta.—Me alegra escuchar eso. —respondió Alejandro con sinceridad.Andrés sonrió levemente.—Sí, todos estábamos preocupados. Pero gracias a Dios, todo salió bien.Alejandro