Alejandro llegó al hospital pocos minutos después de la ambulancia. Apenas estacionó el auto, salió apresurado y entró por las puertas de emergencia. Su mirada se movió de un lado a otro hasta encontrar a su madre de pie, con el rostro tenso.—Mamá, ¿qué pasó? —preguntó, acercándose a ella.Isabela lo miró con preocupación.—Margaret empezó a tener contracciones apenas llegó. La están atendiendo ahora mismo.Alejandro frunció el ceño. No podía ser. Aún faltaba tiempo para el parto.—¿Y el bebé? —preguntó con voz grave.—Están intentando retenerlo. Si nace ahora, puede ser riesgoso.Antes de que Alejandro pudiera responder, la puerta de la sala de emergencias se abrió y un médico salió con expresión seria.—¿Familiares de Margaret Carter?Alejandro y su madre se apresuraron hacia él.—Soy el padre del bebé. ¿Cómo está?El doctor los miró con calma profesional.—La caída provocó contracciones prematuras. Estamos administrándole medicación para detener el trabajo de parto. Queremos prolo
Alejandro salió de la habitación con el ceño fruncido, frotándose la nuca con cansancio. Al levantar la mirada, vio a su madre conversando con Andrés en el pasillo. Isabela y Andrés voltearon al verlo acercarse.—¿Cómo está Margaret? —preguntó Isabela con preocupación.Alejandro suspiró, cruzándose de brazos.—Está dormida. El médico dice que hay que mantenerla en observación por si hay alguna complicación.Isabella asintió con alivio.—Eso es lo mejor. Lo importante es que tanto ella como el bebé estén bien.Alejandro miró a Andrés, notando su expresión serena y neutral.—¿Cómo está mi sobrina? —preguntó Alejandro, recordando que la hija de Andrés también había estado en el hospital.Andrés le sostuvo la mirada con naturalidad y asintió.—Está mejor, gracias por preguntar. Si todo sigue así, mañana le darán el alta.—Me alegra escuchar eso. —respondió Alejandro con sinceridad.Andrés sonrió levemente.—Sí, todos estábamos preocupados. Pero gracias a Dios, todo salió bien.Alejandro
Apenas la puerta se cerró tras Alejandro, Margaret apretó los puños con rabia contenida. Su respiración se volvió agitada y, en un arranque de furia, tomó una almohada y la lanzó con todas sus fuerzas contra el suelo.—¡Maldito seas, Alejandro! —gruñó entre dientes, con el rostro encendido de ira—. ¡Me las vas a pagar!Sus ojos ardían con resentimiento mientras se ponía de pie con esfuerzo. Su vientre le recordaba que debía tener cuidado, pero su odio la impulsaba. Caminó de un lado a otro de la habitación, sintiendo cómo la rabia la consumía.—Sé que sigues así por esa maldita mujer... —susurró, apretando los dientes—. Pero te juro, Alejandro, que me encargaré de que nunca la encuentres.Su respiración se volvió más pausada, pero su mirada seguía encendida de determinación.—Si tengo que matarla con mis propias manos, lo haré.Se detuvo frente al espejo y observó su reflejo. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de dolor y obsesión. Alejandro debía ser suyo, no de otra. Y si esa
Guardó el número de Valentina Suárez en su móvil bajo un nombre discreto.—Veamos qué tan difícil será encontrarte ahora… —Susurró para sí misma con una sonrisa maliciosa.Con pasos firmes, se dirigió al área de radiografías, donde sabía que Andrés y su hija estarían. Se apoyó contra la pared y cruzó los brazos, impaciente.A los pocos minutos, la puerta de la sala se abrió y Andrés salió de la mano con la pequeña, quien tenía una sonrisa al ver a su madre esperándola.—Mamá, me hicieron muchas fotos por dentro —dijo la niña con emoción.Sandra sonrió dulcemente y se agachó para acariciar su cabello.—Eso es genial, mi amor. Seguro todo saldrá bien.—¿Cómo salió la radiografía?Andrés la miró con cautela.—Aún debemos esperar los resultados —dijo Andrés, tomándole la mano a su hija—. Vamos a la habitación.Sandra asintió y caminó a su lado, pero su mente seguía maquinando.Pronto, Alejandro sabría dónde estaba la mujer que tanto buscaba. Y cuando eso sucediera… Camila pagaría por habe
Sandra tomó su bolso y se puso de pie, pero antes de marcharse, miró fijamente a Alejandro.—Espero que no le digas nada a Andrés de que fui yo quien te lo dijo.Alejandro la observó con frialdad y asintió.—No te preocupes, Sandra. No le diré nada.Ella lo estudió por unos segundos, como asegurándose de que decía la verdad. Luego suspiró y alisó su ropa.—Bien. Ahora, si me disculpan, me retiro. Mi hija me espera.—Adiós, Sandra —respondió Alejandro, sin apartar la mirada de ella.Ricardo simplemente le hizo un leve gesto con la cabeza mientras Sandra se alejaba con paso seguro.Cuando desapareció entre la gente, Ricardo rompió el silencio.—¿Y ahora qué harás?Alejandro tomó su taza de café y la giró entre sus manos, pensativo.—Ahora que sé quién es y dónde buscarla… voy a encontrarla.Su tono era decidido. No dejaría que Camila—o mejor dicho, Valentina Suárez—siguiera escapando de él.Ricardo sacó su teléfono y escribió un mensaje rápido. Lo envió a uno de los investigadores con e
Camila terminó de ajustarse el vestido negro que abrazaba su figura de manera elegante y sofisticada. Se miró en el espejo una última vez, respiró hondo y salió de su habitación. Sus tacones resonaban suavemente en las escaleras mientras descendía.Adrien, que la esperaba en la entrada, levantó la mirada al verla y esbozó una sonrisa llena de aprobación.—Te ves hermosa.Camila sintió un leve calor en sus mejillas, pero mantuvo la compostura.—Gracias.Adrien, sin apartar la vista de ella, abrió la puerta del auto con cortesía.—Después de ti.Camila subió al auto y él hizo lo mismo, acomodándose a su lado. Con un leve movimiento de la mano, Adrien le indicó al chofer que arrancara.—Y dime —dijo con voz relajada, mirándola con interés—, ¿cómo te sientes trabajando para mí?Camila desvió la mirada por la ventana un instante antes de responder.—Bien… es un reto. No esperaba que todo fuera tan intenso.Adrien sonrió de medio lado.—¿Intenso en qué sentido?—En todos —respondió ella, en
El mesero ya les había servido el vino, y ambos tenían sus copas en la mano mientras revisaban el menú. Camila pasó la mirada por los platillos, pero su mente viajó a otro lugar. Recordó las cenas elegantes en las que acompañó a Alejandro, las reuniones en restaurantes de lujo, los brindis con empresarios… y, sobre todo, la forma en que él la miraba cuando pensaba que nadie más lo notaba.—Valentina… Valentina —la voz de Adrien la sacó de sus pensamientos.Camila parpadeó y levantó la vista.—Lo siento, no te escuché… estaba pensando.Adrien la observó con curiosidad, apoyando un codo sobre la mesa.—¿Puedo saber en quién pensabas? Claro, si quieres decírmelo.Camila sonrió levemente, dejando la carta a un lado.—En mi mamá y en mi hermanita.Adrien notó la melancolía en su voz y relajó su postura.—Debes extrañarlas mucho.Camila asintió, girando la copa entre sus dedos sin beber.—Sí… demasiado.Adrien tomó un sorbo de su vino antes de hablar.—Si algún día quieres hablar de ellas,
El mesero llegó con una sonrisa profesional, sosteniendo su libreta y esperando las órdenes.—¿Han decidido qué van a ordenar? —preguntó cortésmente.Camila bajó la mirada a la carta nuevamente, aunque en realidad no estaba prestando mucha atención. Aún tenía en la mente las palabras de Adrien.—Eh… sí, yo quiero la pasta a la carbonara y una ensalada —dijo al fin, cerrando la carta.Adrien la observó con una leve sonrisa antes de dar su propia orden.—Para mí, un filete término medio con vegetales salteados —dijo con firmeza—. Y tráiganos otra copa de vino.El mesero asintió y se retiró con las órdenes.Camila respiró hondo y se atrevió a levantar la vista, encontrándose con los ojos oscuros de Adrien, que no habían dejado de observarla con intensidad.—¿Sabes? —dijo él, inclinándose un poco sobre la mesa—. Me gusta que seas directa, Valentina. Pero no creas que eso me asusta.Ella entrecerró los ojos, sintiendo que esa cena estaba tomando un rumbo peligroso.—No intento asustarte —r