Adrien se acercó a Camila con una expresión decidida, su mirada clavada en la de ella con intensidad.—Quiero invitarte a cenar esta noche.Camila parpadeó sorprendida. No esperaba esa propuesta, y menos después de un día tan importante.—No hace falta, señor. Solo hice mi trabajo, nada más. —respondió con cortesía, manteniendo la compostura.Adrien cruzó los brazos y la miró con una media sonrisa.—Este logro también es tuyo, Valentina. Y creo que amerita una celebración. Deberías sentirte orgullosa.Camila bajó la mirada y, con un leve suspiro, dijo con voz suave:—Usted fue quien cerró el trato. Si alguien debe festejar, es usted. Tal vez debería salir con alguien especial… su esposa, por ejemplo.Adrien frunció el ceño por un segundo y luego sonrió con un deje de diversión en su mirada.—No tengo esposa, Valentina. Y no voy a aceptar un ‘no’ como respuesta.Camila abrió los labios, dispuesta a insistir, pero él se adelantó.—Paso por ti a las siete. Así que termina de organizar to
Javier detuvo la moto frente a la casa de Camila y apagó el motor.—Llegamos. —dijo con una sonrisa mientras se quitaba el casco.Camila hizo lo mismo y bajó con cuidado, acomodándose el cabello que había quedado desordenado.—Gracias por traerme, Javier. De verdad, lo aprecio mucho.Él se encogió de hombros, restándole importancia.—No te preocupes, Valentina. Cada vez que pueda, te traeré. No quiero que andes sola a estas horas.Camila le sonrió con gratitud.—Eres un buen amigo.—Lo sé. —respondió él con una sonrisa juguetona, haciéndola reír.—Descansa.—Tú también.Ambos se despidieron y Camila entró a su casa con el corazón más ligero, pero su mente aún estaba llena de pensamientos.Subió las escaleras con pasos lentos y cerró la puerta de su pequeño cuarto. Dejó su bolso sobre la silla, se quitó los tacones y se deshizo de su ropa con un suspiro cansado.Entró al baño y abrió la ducha, dejando que el agua caliente relajara sus músculos tensos. Cerró los ojos y, sin poder evitar
Alejandro estaba en su cuarto, terminando de ajustarse la corbata cuando escuchó unos suaves golpes en la puerta.—¿Quién es? —preguntó mientras se revisaba en el espejo.—Soy yo, tu madre.—Pasa, madre.La puerta se abrió y su madre, Isabel Mendoza de Ferrer, entró con la misma elegancia y porte de siempre. A pesar de su mirada serena, Alejandro notó un destello de preocupación en sus ojos.—¿Cómo amaneciste, hijo? —preguntó con suavidad.—Bien, madre. —respondió él, aunque su tono no sonaba del todo convincente.Isabel entrecerró los ojos, analizándolo con esa mirada perspicaz de madre que todo lo ve.—No me mientas, Alejandro. Te noto tenso.Él soltó un suspiro, pero decidió no darle más vueltas al tema.—No es nada de qué preocuparse. Solo asuntos de la oficina.—Siempre dices lo mismo. —murmuró Isabel con un tono que denotaba incredulidad.Alejandro cambió de tema rápidamente.—Madre, ¿cómo está mi sobrina? ¿Tienes noticias de ella?Los ojos de Isabel se suavizaron con ternura.—
Alejandro llegó al hospital pocos minutos después de la ambulancia. Apenas estacionó el auto, salió apresurado y entró por las puertas de emergencia. Su mirada se movió de un lado a otro hasta encontrar a su madre de pie, con el rostro tenso.—Mamá, ¿qué pasó? —preguntó, acercándose a ella.Isabela lo miró con preocupación.—Margaret empezó a tener contracciones apenas llegó. La están atendiendo ahora mismo.Alejandro frunció el ceño. No podía ser. Aún faltaba tiempo para el parto.—¿Y el bebé? —preguntó con voz grave.—Están intentando retenerlo. Si nace ahora, puede ser riesgoso.Antes de que Alejandro pudiera responder, la puerta de la sala de emergencias se abrió y un médico salió con expresión seria.—¿Familiares de Margaret Carter?Alejandro y su madre se apresuraron hacia él.—Soy el padre del bebé. ¿Cómo está?El doctor los miró con calma profesional.—La caída provocó contracciones prematuras. Estamos administrándole medicación para detener el trabajo de parto. Queremos prolo
Alejandro salió de la habitación con el ceño fruncido, frotándose la nuca con cansancio. Al levantar la mirada, vio a su madre conversando con Andrés en el pasillo. Isabela y Andrés voltearon al verlo acercarse.—¿Cómo está Margaret? —preguntó Isabela con preocupación.Alejandro suspiró, cruzándose de brazos.—Está dormida. El médico dice que hay que mantenerla en observación por si hay alguna complicación.Isabella asintió con alivio.—Eso es lo mejor. Lo importante es que tanto ella como el bebé estén bien.Alejandro miró a Andrés, notando su expresión serena y neutral.—¿Cómo está mi sobrina? —preguntó Alejandro, recordando que la hija de Andrés también había estado en el hospital.Andrés le sostuvo la mirada con naturalidad y asintió.—Está mejor, gracias por preguntar. Si todo sigue así, mañana le darán el alta.—Me alegra escuchar eso. —respondió Alejandro con sinceridad.Andrés sonrió levemente.—Sí, todos estábamos preocupados. Pero gracias a Dios, todo salió bien.Alejandro
Apenas la puerta se cerró tras Alejandro, Margaret apretó los puños con rabia contenida. Su respiración se volvió agitada y, en un arranque de furia, tomó una almohada y la lanzó con todas sus fuerzas contra el suelo.—¡Maldito seas, Alejandro! —gruñó entre dientes, con el rostro encendido de ira—. ¡Me las vas a pagar!Sus ojos ardían con resentimiento mientras se ponía de pie con esfuerzo. Su vientre le recordaba que debía tener cuidado, pero su odio la impulsaba. Caminó de un lado a otro de la habitación, sintiendo cómo la rabia la consumía.—Sé que sigues así por esa maldita mujer... —susurró, apretando los dientes—. Pero te juro, Alejandro, que me encargaré de que nunca la encuentres.Su respiración se volvió más pausada, pero su mirada seguía encendida de determinación.—Si tengo que matarla con mis propias manos, lo haré.Se detuvo frente al espejo y observó su reflejo. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de dolor y obsesión. Alejandro debía ser suyo, no de otra. Y si esa
Guardó el número de Valentina Suárez en su móvil bajo un nombre discreto.—Veamos qué tan difícil será encontrarte ahora… —Susurró para sí misma con una sonrisa maliciosa.Con pasos firmes, se dirigió al área de radiografías, donde sabía que Andrés y su hija estarían. Se apoyó contra la pared y cruzó los brazos, impaciente.A los pocos minutos, la puerta de la sala se abrió y Andrés salió de la mano con la pequeña, quien tenía una sonrisa al ver a su madre esperándola.—Mamá, me hicieron muchas fotos por dentro —dijo la niña con emoción.Sandra sonrió dulcemente y se agachó para acariciar su cabello.—Eso es genial, mi amor. Seguro todo saldrá bien.—¿Cómo salió la radiografía?Andrés la miró con cautela.—Aún debemos esperar los resultados —dijo Andrés, tomándole la mano a su hija—. Vamos a la habitación.Sandra asintió y caminó a su lado, pero su mente seguía maquinando.Pronto, Alejandro sabría dónde estaba la mujer que tanto buscaba. Y cuando eso sucediera… Camila pagaría por habe
Sandra tomó su bolso y se puso de pie, pero antes de marcharse, miró fijamente a Alejandro.—Espero que no le digas nada a Andrés de que fui yo quien te lo dijo.Alejandro la observó con frialdad y asintió.—No te preocupes, Sandra. No le diré nada.Ella lo estudió por unos segundos, como asegurándose de que decía la verdad. Luego suspiró y alisó su ropa.—Bien. Ahora, si me disculpan, me retiro. Mi hija me espera.—Adiós, Sandra —respondió Alejandro, sin apartar la mirada de ella.Ricardo simplemente le hizo un leve gesto con la cabeza mientras Sandra se alejaba con paso seguro.Cuando desapareció entre la gente, Ricardo rompió el silencio.—¿Y ahora qué harás?Alejandro tomó su taza de café y la giró entre sus manos, pensativo.—Ahora que sé quién es y dónde buscarla… voy a encontrarla.Su tono era decidido. No dejaría que Camila—o mejor dicho, Valentina Suárez—siguiera escapando de él.Ricardo sacó su teléfono y escribió un mensaje rápido. Lo envió a uno de los investigadores con e