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Capítulo 2. Hermosa dama.

Oriel Moreau

La veo retirarse de la oficina y sonrío un poco más.

Esperanza es una mujer interesante, no creí que la volvería a ver después de que me tiró el té encima en aquella cafetería, vaya suerte tengo de encontrar aquí como mi secretaria.

Danielle entra y me mira acercándose, se sienta frente a mí, me quito los lentes de sol para mirarlo mejor.

— Por poco descubre que no estoy ciego — suspiro, el castaño mira hacia la puerta para luego mirarme.

— Sigo sin entender por qué haces creer a todo el mundo que aun estás ciego, hace 2 años que te operaste, Oriel — miro hacia el ventanal.

— Tengo cosas que descubrir, Danielle, sobre todo tengo que seguir fingiendo para descubrir quien ha estado poniendo en crisis la empresa que mi abuelo dejó, sobre todo, saber quién asesinó a Gabrielle — lo veo mirar hacia otro lado — Tu hermano fue un buen hombre que estuvo a mi lado todos estos años, incluso él sabía quién era mi esposa — miro los lentes.

— Entiendo… empiezo a comprender a donde quieres llegar con esa farsa… en cuanto a tu ex esposa… — lo miro, parece dudoso.

— No quiero saber cómo se veía mi ex esposa, si me dejó por mi ceguera y por pobre, o por otra razón, ya no me importa — me pongo los lentes y me cruzo de brazos recostándome en la silla — Ahora hay una hermosa dama en la cual estoy interesado, y es esa Esperanza — Danielle niega levantándose.

— A las 3 es la reunión con los inversionistas, trata de no será obvio con tu mirada, porque creo que Esperancita parece dudar un poco — se va y miro hacia la puerta.

(…)

Los noruegos hablaban y hablaban, a mi lado se encuentra Esperanza con una sonrisa fingida explicando el asunto que había dejado Malcolm, había muchos proyectos y reuniones que terminaron en mis manos después de que Malcolm dejara el puesto de Ceo y me lo regresara a mí.

Claro, esto mis padres no lo saben, pero no hace mucho descubrí algunos papeles a mi nombre, tal vez, después de la muerte de mi abuelo, haya dejado un testamento de cual yo no estaba enterado por el simple hecho de estar ciego.

— Bien, al parecer lo que quieren es hacer una colaboración de nuestra marca con la suya — asienten y me quedo callado.

— Si, señor Moreau, lo siento — se disculpa y trato de no rodar los ojos. Miro el documento recordando todo lo que me comentó Danielle ayer sobre este acuerdo, vaya que Malcolm no supo elegir buenos inversionistas.

— Siento que hayan tenido que viajar de muy lejos, pero tengo que rechazar este proyecto, su empresa no tiene lo que estamos buscando — me levanto, la castaña se levanta igual sin decir nada, quiero creer que se dio cuenta de que este proyecto no iba para ningún lado.

Los noruegos se levantaron mirándose intentando detenernos.

— Fue un gusto vernos, señores — habla ella, desde que la escuché hablar, mi mente ha estado divagando entre mis recuerdos, intentando encontrar a la persona a la que se me hace parecida su voz.

Me guía fuera del restaurante como toda una experta, lo que me hace curioso.

— ¿Cómo sabes ayudar a un ciego? — pregunto viendo que llegamos al carro, se detiene, por su rostro parece estar nerviosa.

— Tenía un conocido que era ciego… — responde sin dar más detalle, lo que me da más curiosidad — Estamos cerca del carro — dice abriendo la puerta del copiloto, me hace entrar y luego cierra para respirar con calma, es hermosa, pero haces unos gestos graciosos.

(…)

Observo un poco a la castaña que revisa documento por documento, mientras que yo nada más me limitaba a escuchar conversaciones que se realizaron unos meses antes a pedido de Malcolm que no sabía que yo había recuperado la visión. Detengo la reproducción de un audio y suspiro.

— Ya debe ser tarde — siento que me mira — Puede regresar — continuo, parece levantarse con rapidez, como sí no le gustara estar en el mismo espacio que yo encerrada.

— Buenas noches… — esta por irse, pero detiene su paso para voltearse a mirarme — ¿Está bien que me vaya y no lo acompañe? — sonrío un poco.

— Soy ciego, no invalido, señorita Esperanza — la veo sonreír, suspira mirándome de una manera que no puedo lograr descifrar para nada.

— Bien, me iré — asiento y se va cerrando la puerta, espero un buen rato hasta que por fin pude quitarme los lentes de sol.

De pronto las luces se apagan después de dos horas en la que me encontraba mirando algunos documentos, por la ventana cubierta por una cortina, puedo ver la silueta de un hombre pasar, me levanto en silencio tomando las gafas, entro al armario y escucho como la puerta se abre.

Espero con paciencia hasta que abro la puerta dándole en la cara, noto un arma con silenciador y era más que claro que alguien me quiere muerto por alguna razón. Veo que se mueve, toma el arma y dispara, pero soy más rápida y la esquivo.

Sigue disparando hasta que logro salir de ahí dejando mi bastón después de lanzarle una patada en el estómago que lo priva del aire, entro en el ascensor esperando que luego las cámaras de seguridad sirvan de algo, aun que este arriesgando mi plan de permanecer ciego.

Al llegar al lobby me encuentro con Danielle que se acerca y me mira, me aflojo la corbata un poco buscando un poco de aire.

— ¿Por qué te ves agitado? — frunce el ceño sin entender.

— Alguien ha mandado a matarme — mira a su alrededor y me ayuda a salir del edificio comenzando a llamar a la policía mientras me siento en el escalón a la entrada de la empresa.

— No le vi la cara, pero tenía un arma — me mira caminando de un lado a otro después de llamar, se detiene y me mira — Si alguien te ofrece dinero a cambio de dejarme, hazlo, acéptalo y vete del país — frunce el ceño.

— ¿Estás loco? Por poco no te matan, Oriel — niego poniéndome los lentes, escucho que llega la policía y se acercan unos oficiales mientras otros entran.

— ¿Lograron ver al ladrón? — Danielle al escuchar aquello lo miro de mala manera haciendo que el oficial me mirara apenado por la pregunta.

(…)

Me quito la corbata entrando al cuarto, calmándome un poco por lo ocurrido hace unas horas, por suerte, la castaña no se había quedado conmigo hasta tarde o también hubiera salido herida. Sé que no debería de dudar de mi familia, pero siempre los más cercanos son los menos leales.

Al sacarme el saco escucho el teléfono, lo saco del bolsillo y veo que es Danielle.

— ¿Sucede algo? — pregunto caminando hacia la cama, me siento esperando que el castaño responda.

— Lo siento, debo viajar, así que no podre seguir siendo su asistente, señor — cuelga y suspiro mirando el teléfono, de verdad que alguien está detrás de mí.

Sabia que esto iba a suceder, pero estaba bien, era mejor arriesgarme solo a arriesgar a más personas. Pero tendré que buscar a alguien que no se deje comprar, aun no es momento para yo mostrarme al mundo como el verdadero heredero.

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