Angus Roche estaba pensativo. Tenía una mano en la barbilla y con la otra, golpeaba con la yema de los dedos el escritorio. Mientras miraba detenidamente al marques Carl Renfield. Quien esperaba con impaciencia su respuesta.—Así que se quiere casar con ella — repitió.—Pasando por un cortejo claro. Aunque siendo sincero, preferiría casarme con ella cuanto antes.El señor Roche esbozó una amarga sonrisa. Si su esposa estuviera aquí con ellos, saltaría de la emoción al escucharlo.—Lord Renfield ¿Está usted seguro de su decisión? — Preguntó y lo vio asentir de inmediato — Voy a ser sincero con usted — la mano que tenía reposada en la barbilla se la pasó por el cabello y después se cruzó de brazos —Mi hija no tiene dote. Lo único que tenemos es esta casa, que por cierto, no es nuestra. Como lo han hecho circular varias damas de sociedad diciendo que pertenece a mi hermana. Lo único que poseemos es una modesta casa de campo en el condado de Kent. Se lo digo porque no quiero que haya malo
—Creo que ese no es asunto tuyo. El que lleva el título de vizconde soy yo y no tú. Tus sugerencias son bien recibidas, pero no voy a permitir que te expreses de esa manera de la familia de mi futura esposa. Máximo esbozó una sonrisa de amargura. Si algo le pasaba a su primo jamás se lo iba a permitir. Además el título de vizconde lo ostentaba él, si algo malo llegaba a pasar quien podría ocupar ese puesto sería Anastasio, siempre y cuando Carl no se hubiese casado. —Tienes razón. Quien lleva el título aquí eres tú. No Anastasio ni mucho menos yo. Solo espero que estés en alerta ante todo. Él se levantó de la silla, se despidió de su primo, pero antes de irse le lanzó una advertencia. —Cuando te hagan daño luego no digas que te lo advertir. Y con esas palabras se marchó, dejando a un Carl demasiado molesto. Su primo en ocasiones lo sacaba de quicio, para nadie era un secreto que él deseaba el título que había heredado por parte de su padre, pero no iba a permitir que él amargara
Tras un intercambio de miradas y sonrisas él le ordenó al cochero poner en marcha el carruaje.Al girar sobre sus talones, Anastasia se encontró con su madre, quien estaba cruzada de brazos y con una mirada curiosa.¿Y bien? — preguntó ella.Anastasia frunció el cejo, quería pasar de largo e irse a su habitación ignorándola, pero sería imposible.—Se ha ido — respondió sin dar detalle.Pasó a un lado de ella pero su madre la tomó del brazo.—No los dejé a solas a propósito para que sólo me digas “Se ha ido”. ¿Qué pasó? ¿Se quedaron de ver? ¿Te dijo que te cortejaría?—Descuida madre. Sólo he hecho lo que me has pedido. Sonreírle cuando dijera algo gracioso. Y no, hemos quedado únicamente de ir de paseo mañana temprano — No le reveló las intenciones de Carl ni el beso en la mejilla.—Más vale que todo salga bien. Esta es tu oportunidad de ascender a la alta sociedad. No la pierdas.Y si habría sentido una pizca de felicidad por el beso, había desaparecido por la ambición de su madre.A
Era la décima vez que miraba su reflejo en el espejo de cuerpo completo. Trataba de encontrar algún defecto en su vestuario. Comprobó que el peinado estaba en perfecto estado y no hubiese un mechón rebelde.Dio media vuelta para contemplar su vestuario, llevaba un traje montar color crema y un sombrero en negro con una banda color blanco atado alrededor de él.Entonces por qué si se estaba perfecto ¿los nervios la estaban consumiendo por dentro? Podía incluso sentir como bombeaba su corazón y como sus latidos acelerados retumbaban en sus oídos. Incluso un ligero sudor comenzaba brotar de su frente y tuvo que retirarlo con un pañuelo.Tomó asiento en una orilla de la cama y su mente comenzó a divagar un poco. Temía por ella misma, sabía que en fondo si aceptaba ese cortejo iba a perder su libertad y no era que deseaba frenéticamente ir a un convento. Sino el principal temor que comenzaba a sentir era que durante ese cortejo era probable que perdiera el corazón.Haciendo a un lado que e
Una semana después…Habían pasado una semana y para nadie era un secreto que Carl Renfield estaba cortejando a Anastasia. Aunque Lady Percival tenía ligeras esperanzas de que no llegara a más que eso, aprovechaba cada ocasión en que se encontraban para hablarle de su hija y de lo maravilloso que tocaba el piano, algo que su cortejada no sabía hacerlo del todo bien.Tenía la amplía certeza que ella comenzaba a sentir afecto hacía él, se podría decir que más que afecto. Cada vez que la observaba discretamente en varias ocasiones la atrapó viéndolo y podía notar un brillo en sus ojos generado por algún tipo de emoción.Caminaba de un lado a otro por todo su estudio. Había mandado a su fiel lacayo en busca de la dama, esa noche le pediría matrimonio. Ya lo había organizado todo, una cena romántica en los jardines, bañados por los rayos de la luna.Se detuvo y sacó del bolsillo de su pantalón una cajita que contenía el anillo de compromiso, sonrió al verlo, una vez que estuviese en la mano
Esbozó una sonrisa al ver su reflejo en el espejo. Llevaba un precioso vestido blanco de cuello alto con encaje. Sus manos temblorosas acariciaban la fina tela de satín. Era el vestido más hermoso con el que una novia hubiese soñado. La tela había sido adquirida en Francia y para eso el propio Arlen había viajado para adquirirla en compañía de su madre. Mientras que Anastasia se quedaba en Cornwall para terminar de organizar todo.La boda se planeó en tan solo tres meses, pues Carl alegaba que no deseaba pasar otro mes sin ella a lo que Anastasia estaba de acuerdo. El banquete sería en la propiedad Renfield, la mayoría de Cornwall fue invitada a excepción de los duques Percival por lo que la condesa lo recibió como a un insulto a su persona y sobre todo a su familia, a lo cual tanto a Carl como a Anastasia no les quitaba el sueño.Sentía como su corazón latía desbocado, como si un varios caballos arrastraran un carruaje a toda velocidad, incluso hasta podía escuchar sus latidos. Estab
Tres años después…Había ido a visitarla como lo hacía con regularidad. Procuraba que con cada comentario halagador fuera quitando el caparazón donde ella se ocultó hace tres años. Alfred abrió la puerta y le indicó que la señora se encontraba en la sala de estar, pero antes de entrar en ella se detuvo justo en la entrada, ya que el gran danés que estaba recostado panza abajo a un lado de ella, pero al sentir su olor se puso en alerta, alzó el lomo y comenzó a gruñirle. Anastasio tragó con dificultad, era como si el animal percibiera sus malas intenciones.Anastasia al darse cuenta del cambio de humor en su mascota, acarició su lomo y siguió la mirada del animal.Esbozó una sonrisa al ver a Anastasio.―Deisy — dijo ella en tono sereno — Tranquila, solo es Anastasio.Pero Deisy no hacía ni el menor caso a su dueña y para esto ya se había levantado en sus cuatro patas para ponerse en guardia sin dejar de gruñir. Anastasio permaneció estático en su sitio, si ese animal lograra abalanzars
Mientras cortaba las espinas de un rosal rojo sus pensamientos divagaban. En su mente seguían frescas las palabras que le había dicho aquella mujer de cabello rojizo y ojos verdes.Regreso, venganza, la sangre de un ser…Pero inesperadamente un fuerte dolor la regresó a la realidad. Se había cortado el dedo índice de su mano derecha con el filo de las tijeras que estaba utilizando.“Habrá un pago… la sangre de un ser querido que jamás llegará a conocer”¿A qué se refería con eso? Todo era tan confuso que comenzó a dolerle la cabeza. Dejó a un lado el rosal para atender su herida y evitar que se le infectara. Se enjuagó con agua y se puso un pañuelo.De hecho no podía confiar en lo que le decían en estos tiempos, existía demasiada gente que lucraba con los sentimientos de las personas y sobre todo la desesperación con tal de ganar dinero. Pero ella simplemente al tocarla, le había dicho cosas escalofriantes sin recibir nada a cambio.¿Quién lo mandaba a meterse ahí? Nadie, solo él mism