Una semana después…Habían pasado una semana y para nadie era un secreto que Carl Renfield estaba cortejando a Anastasia. Aunque Lady Percival tenía ligeras esperanzas de que no llegara a más que eso, aprovechaba cada ocasión en que se encontraban para hablarle de su hija y de lo maravilloso que tocaba el piano, algo que su cortejada no sabía hacerlo del todo bien.Tenía la amplía certeza que ella comenzaba a sentir afecto hacía él, se podría decir que más que afecto. Cada vez que la observaba discretamente en varias ocasiones la atrapó viéndolo y podía notar un brillo en sus ojos generado por algún tipo de emoción.Caminaba de un lado a otro por todo su estudio. Había mandado a su fiel lacayo en busca de la dama, esa noche le pediría matrimonio. Ya lo había organizado todo, una cena romántica en los jardines, bañados por los rayos de la luna.Se detuvo y sacó del bolsillo de su pantalón una cajita que contenía el anillo de compromiso, sonrió al verlo, una vez que estuviese en la mano
Esbozó una sonrisa al ver su reflejo en el espejo. Llevaba un precioso vestido blanco de cuello alto con encaje. Sus manos temblorosas acariciaban la fina tela de satín. Era el vestido más hermoso con el que una novia hubiese soñado. La tela había sido adquirida en Francia y para eso el propio Arlen había viajado para adquirirla en compañía de su madre. Mientras que Anastasia se quedaba en Cornwall para terminar de organizar todo.La boda se planeó en tan solo tres meses, pues Carl alegaba que no deseaba pasar otro mes sin ella a lo que Anastasia estaba de acuerdo. El banquete sería en la propiedad Renfield, la mayoría de Cornwall fue invitada a excepción de los duques Percival por lo que la condesa lo recibió como a un insulto a su persona y sobre todo a su familia, a lo cual tanto a Carl como a Anastasia no les quitaba el sueño.Sentía como su corazón latía desbocado, como si un varios caballos arrastraran un carruaje a toda velocidad, incluso hasta podía escuchar sus latidos. Estab
Tres años después…Había ido a visitarla como lo hacía con regularidad. Procuraba que con cada comentario halagador fuera quitando el caparazón donde ella se ocultó hace tres años. Alfred abrió la puerta y le indicó que la señora se encontraba en la sala de estar, pero antes de entrar en ella se detuvo justo en la entrada, ya que el gran danés que estaba recostado panza abajo a un lado de ella, pero al sentir su olor se puso en alerta, alzó el lomo y comenzó a gruñirle. Anastasio tragó con dificultad, era como si el animal percibiera sus malas intenciones.Anastasia al darse cuenta del cambio de humor en su mascota, acarició su lomo y siguió la mirada del animal.Esbozó una sonrisa al ver a Anastasio.―Deisy — dijo ella en tono sereno — Tranquila, solo es Anastasio.Pero Deisy no hacía ni el menor caso a su dueña y para esto ya se había levantado en sus cuatro patas para ponerse en guardia sin dejar de gruñir. Anastasio permaneció estático en su sitio, si ese animal lograra abalanzars
Mientras cortaba las espinas de un rosal rojo sus pensamientos divagaban. En su mente seguían frescas las palabras que le había dicho aquella mujer de cabello rojizo y ojos verdes.Regreso, venganza, la sangre de un ser…Pero inesperadamente un fuerte dolor la regresó a la realidad. Se había cortado el dedo índice de su mano derecha con el filo de las tijeras que estaba utilizando.“Habrá un pago… la sangre de un ser querido que jamás llegará a conocer”¿A qué se refería con eso? Todo era tan confuso que comenzó a dolerle la cabeza. Dejó a un lado el rosal para atender su herida y evitar que se le infectara. Se enjuagó con agua y se puso un pañuelo.De hecho no podía confiar en lo que le decían en estos tiempos, existía demasiada gente que lucraba con los sentimientos de las personas y sobre todo la desesperación con tal de ganar dinero. Pero ella simplemente al tocarla, le había dicho cosas escalofriantes sin recibir nada a cambio.¿Quién lo mandaba a meterse ahí? Nadie, solo él mism
Cuando en ese momento ella alzó la mano para acariciar la mejilla fue detenida por otra mano fuerte, que la apretaba sin la más fina delicadeza.—No te atrevas a tocarla — su voz era dura como una roca.- O sufrirás las consecuencias.—Inuy…¿Qué? — Interrumpió él de golpe — ¿Te sorprende verme vivo?Ella asintió sin comprender en absoluto su comportamiento.—No veo porque. Si tú eres el intelecto todo esto.—Carl no comprendo lo que estás diciendo.Anastasia seguía sin comprender su reacción, tenía demasiadas dudas como por ejemplo ¿Dónde había estado estos tres años? ¿Por qué la acusaba de algo que no lograba ni siquiera comprender?Él esbozó una media sonrisa, soltó la mano de Anastasia y se levantó de la cama, caminando de un lado a otro mientras su esposa lo seguía con mirada.—Sabes, no sé si eres buena actriz o tienes demencia.Ella se levantó de la cama y se paró justo en frente de él.¿Por qué te comportas así? ¿Dónde estuviste estos tres años?¿En serio?Él arqueó una ceja, c
El mismo día de la boda, en otro punto del Cornwall…Estaba en su camarote, es anoche iban a dejar un cargamento para Arlen H., si fuera por él, dejaría a ese perro sin nada. La última vez que se habían visto el muy bastardo les había jugado una mala pasada con esos malditos oficiales.¿Cómo carajos iba a saber que tenía contacto con oficiales?Debía andarse con cuidado de él, un día de estos seguramente les tendería una trampa y ahora sí que se les acabaría el negocio.—Señor — escuchó a HoyoPero él simplemente estaba en otro sitio que no fuera ahí.—Señor — volvió a repetir el joven.¿Qué pasó, Hoyo?—Hemos llegado al punto — informó — Ya se envió un bote al encuentro.El capitán asintió.¿Y?—Me informan que aún no llega Arlen H. señor.El hombre frunció el entre cejo, a aparte de traer su cargamento debían esperar a que apareciera ese imbécil.—Que alisten todo en cuanto llegue.Cinco minutos más tarde estaban reunidos todos.—Sabes que detesto la impuntualidad, Arlen.Esbozó una
¿A qué se refiere, milord? — preguntó un poco confundido el hombre.Carl le indicó que tomara asiento en una de las sillas que estaban en frente de él.—La condesa — dijo cuándo su fiel hombre tomó asiento por fin — ¿Con que frecuencia sale de la mansión? ¿Cuántos hombres la han visitado desde mi ausencia? ¿Cuándo le duró el luto?Alfred no lograba comprender, en lo único que prestaba atención era en las preguntas que su amo le formulaba y en la inmensa cicatriz que tenía en la mejilla.¿Quién le hizo esa herida, milord?Carl se removió incomodo en su lugar, a pesar de que con él existía mucha confianza, no estaba preparado para revelarle lo que su esposa y su hermano habían hecho con él el día de su boda. Era probable que Alfred cobrara venganza en contra de Arlen, al que por cierto él mismo ya le estaba pasando factura con los intereses altos que le cobrara su mercader.—Limítate a responder.—La señora casi no sale — comenzó a explicar — Las únicas personas que la visitan son la ma
Lo primero que hizo al entrar a su habitación fue arrojar las botas a un rincón sin importancia y cerró la puerta de un sonoro golpe. Se recargó de espaldas a ella y permaneció ahí por un tiempo prolongado.Cerró los ojos e imaginó sus manos sobre su cuerpo, sus labios sobre los de ella que le quemaban a carne viva, el aroma dulce de su cuerpo se había impregnado en cada poro de su piel.Maldijo en su interior mientras se golpeaba la nuca contra la base de la puerta de caoba. Se suponía que había ido a su habitación con el único propósito de hacerle el amor —el cual cumplió — pero su intención era de hacerlo de una forma brutal, sin una pizca de sentimientos. En cambio, sus defensas se derrumbaron al verla en ese maldito camisón blanco y no sólo eso, sino que incluso consideró dormir a su lado. Escuchar su respiración pasiva, mecerse en los latidos de su corazón, embriagarse del calor que emanaba de su cuerpo.¡Maldita sea¡— Exclamó para sí mismo — Eres un débil Carl. Un maldito débil