Mientras cortaba las espinas de un rosal rojo sus pensamientos divagaban. En su mente seguían frescas las palabras que le había dicho aquella mujer de cabello rojizo y ojos verdes.Regreso, venganza, la sangre de un ser…Pero inesperadamente un fuerte dolor la regresó a la realidad. Se había cortado el dedo índice de su mano derecha con el filo de las tijeras que estaba utilizando.“Habrá un pago… la sangre de un ser querido que jamás llegará a conocer”¿A qué se refería con eso? Todo era tan confuso que comenzó a dolerle la cabeza. Dejó a un lado el rosal para atender su herida y evitar que se le infectara. Se enjuagó con agua y se puso un pañuelo.De hecho no podía confiar en lo que le decían en estos tiempos, existía demasiada gente que lucraba con los sentimientos de las personas y sobre todo la desesperación con tal de ganar dinero. Pero ella simplemente al tocarla, le había dicho cosas escalofriantes sin recibir nada a cambio.¿Quién lo mandaba a meterse ahí? Nadie, solo él mism
Cuando en ese momento ella alzó la mano para acariciar la mejilla fue detenida por otra mano fuerte, que la apretaba sin la más fina delicadeza.—No te atrevas a tocarla — su voz era dura como una roca.- O sufrirás las consecuencias.—Inuy…¿Qué? — Interrumpió él de golpe — ¿Te sorprende verme vivo?Ella asintió sin comprender en absoluto su comportamiento.—No veo porque. Si tú eres el intelecto todo esto.—Carl no comprendo lo que estás diciendo.Anastasia seguía sin comprender su reacción, tenía demasiadas dudas como por ejemplo ¿Dónde había estado estos tres años? ¿Por qué la acusaba de algo que no lograba ni siquiera comprender?Él esbozó una media sonrisa, soltó la mano de Anastasia y se levantó de la cama, caminando de un lado a otro mientras su esposa lo seguía con mirada.—Sabes, no sé si eres buena actriz o tienes demencia.Ella se levantó de la cama y se paró justo en frente de él.¿Por qué te comportas así? ¿Dónde estuviste estos tres años?¿En serio?Él arqueó una ceja, c
El mismo día de la boda, en otro punto del Cornwall…Estaba en su camarote, es anoche iban a dejar un cargamento para Arlen H., si fuera por él, dejaría a ese perro sin nada. La última vez que se habían visto el muy bastardo les había jugado una mala pasada con esos malditos oficiales.¿Cómo carajos iba a saber que tenía contacto con oficiales?Debía andarse con cuidado de él, un día de estos seguramente les tendería una trampa y ahora sí que se les acabaría el negocio.—Señor — escuchó a HoyoPero él simplemente estaba en otro sitio que no fuera ahí.—Señor — volvió a repetir el joven.¿Qué pasó, Hoyo?—Hemos llegado al punto — informó — Ya se envió un bote al encuentro.El capitán asintió.¿Y?—Me informan que aún no llega Arlen H. señor.El hombre frunció el entre cejo, a aparte de traer su cargamento debían esperar a que apareciera ese imbécil.—Que alisten todo en cuanto llegue.Cinco minutos más tarde estaban reunidos todos.—Sabes que detesto la impuntualidad, Arlen.Esbozó una
¿A qué se refiere, milord? — preguntó un poco confundido el hombre.Carl le indicó que tomara asiento en una de las sillas que estaban en frente de él.—La condesa — dijo cuándo su fiel hombre tomó asiento por fin — ¿Con que frecuencia sale de la mansión? ¿Cuántos hombres la han visitado desde mi ausencia? ¿Cuándo le duró el luto?Alfred no lograba comprender, en lo único que prestaba atención era en las preguntas que su amo le formulaba y en la inmensa cicatriz que tenía en la mejilla.¿Quién le hizo esa herida, milord?Carl se removió incomodo en su lugar, a pesar de que con él existía mucha confianza, no estaba preparado para revelarle lo que su esposa y su hermano habían hecho con él el día de su boda. Era probable que Alfred cobrara venganza en contra de Arlen, al que por cierto él mismo ya le estaba pasando factura con los intereses altos que le cobrara su mercader.—Limítate a responder.—La señora casi no sale — comenzó a explicar — Las únicas personas que la visitan son la ma
Lo primero que hizo al entrar a su habitación fue arrojar las botas a un rincón sin importancia y cerró la puerta de un sonoro golpe. Se recargó de espaldas a ella y permaneció ahí por un tiempo prolongado.Cerró los ojos e imaginó sus manos sobre su cuerpo, sus labios sobre los de ella que le quemaban a carne viva, el aroma dulce de su cuerpo se había impregnado en cada poro de su piel.Maldijo en su interior mientras se golpeaba la nuca contra la base de la puerta de caoba. Se suponía que había ido a su habitación con el único propósito de hacerle el amor —el cual cumplió — pero su intención era de hacerlo de una forma brutal, sin una pizca de sentimientos. En cambio, sus defensas se derrumbaron al verla en ese maldito camisón blanco y no sólo eso, sino que incluso consideró dormir a su lado. Escuchar su respiración pasiva, mecerse en los latidos de su corazón, embriagarse del calor que emanaba de su cuerpo.¡Maldita sea¡— Exclamó para sí mismo — Eres un débil Carl. Un maldito débil
Anastasia se cruzó de brazos mientras contemplaba esa escena. Esa mujer rubia lo abrazaba de una forma muy cariñosa, aunque no era es apalabra que buscaba, más bien la palabra correcta era “amorosa” como si se tratara del abrazo de dos amantes.¿Quién era esa mujer y de donde había salido?¿Por qué se dejaba abrazar de esa manera?Alzó una ceja mientras un sentimiento extraño comenzó a invadirla. Era esa clase de sentimientos que te hacían odiar, arañar, golpear o incluso agarrar a esa mujer de sus cabellos rubios para apartarlo de su marido.Pero lo que la había dejado sin habla era la forma de vestir, un poco vulgar y atrevido para su gusto. Llevaba un vestido rojo y con un abrumante escote que realzaba sus enormes senos.Carl se quedó petrificado sin saber qué hacer. Cuando abandonó a Amara en Toscana fue muy claro con ella al decirle que esto se había terminado y que se buscara otro amante ya que con fortuna él no podía saber si regresaría o no.Por más que trataba de apartarlo de
Arlen y Anastasia permanecieron varios minutos platicando en el jardín, hasta que él se despidió y como no quiso salir por la puerta principal para no toparse con el imbécil que tenía por cuñado, decidió cruzar el amplio jardín y salir por ahí.De hecho ella tampoco deseaba entrar a la casa y encontrarse con los dos, seguramente estaban en su despacho o probablemente observándola desde la sala. Deisy se acercó a ella, llevaba una pelota en el hocico, pero no estaba de ánimos como para jugar con ella. El animal al comprender el estado de su ama, soltó la pelota y recargó su cabeza sobre sus piernas, esperando un cariño de su parte.Anastasia esbozó una sonrisa y acarició el cabello sedoso del animal.—El clima aquí es fantástico, nada que ver al de Toscana.Escuchó la voz de Amara, pero decidió ignorarla aun y cuando ella tomó asiento a su lado. Pero un pensamiento atravesó como un rayo en su cabeza.¿El muy maldito estaba en Toscana, con ella?Mientras ella sufría amargamente su perdi
Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo de cabeza hacia los pies, su sola cercanía la alteraba considerablemente y cuando estuvo a punto de retroceder unos cuantos pasos él se lo impidió agarrándola de la cintura y atrayéndola a él. Anastasia se retorcía bajo sus brazos, odiaba tenerlo cerca, sentir la briza de su aliento cálido golpear contra sus mejillas. En otro momento esta escena hubiese sido romántica y se dejaría ser, pero las cosas eran distintas, él buscaba una venganza absurda y por si fuese poco su amante estaba bajo el mismo techo que ellos. Su traicionero subconsciente jugaba con ella con imágenes de él y su amante en una cama.—Suéltame —pidió ella, echando un poco la cabeza hacía atrás y verlo a los ojos.—No — él negó esbozando una media sonrisa — Contéstame con honestidad — hizo una pausa antes de preguntar — ¿Te pongo nerviosa?—No — respondió firme y sin titubear está vez, algo que la hizo sentirse orgullosa de sí misma.Carl arqueó una ceja, desde luego que no le c