—Pero hace dos días fuimos — dijo la joven.Al ver que era una conversación de mujeres, Arlen se levantó y se despidió de las dos mujeres, dispuesto a emprender la huida y ser el blanco de ella.—Si…huye, pero no vas a escapar. He conocido a un par de damas encantadoras que seguramente no podrás eludir.—No tienes idea de lo ansioso que estoy por conocerlas. — fingió una sonrisa.¿En serio? — preguntó emocionada.—No madre. Fue sarcasmo. — respondió haciendo una negación con la cabeza y sin dejar de sonreír.Pero antes de irse, Arlen sacó un costal del bolsillo de su pantalón y se lo entregó a su madre.―Haz que luzca hermosa.Al abrirlo sus ojos se agrandaron de la impresión. Había más de veinte monedas de oro, con esto fácilmente podría remodelar todo el guardarropa de Anastasia y el suyo.― ¿Dónde lo has conseguido? — preguntó ella.―Oye — Arlen alzó un dedo — Sin preguntas. Digamos que es fruto de un negocio que he estado haciendo y qué ha dado resultados.Y antes de que pudiera s
¿Sucede algo, milord? — preguntó la condesa Percival.—No, todo marcha estupendamente bien— respondió él con una sonrisa — Instrucciones personales que le daba a mi sirviente. Eso es todo.No había podido acercarse a esa bella dama como él hubiese deseado ya que Lady Percival acaparaba toda su atención. Había visto a la misteriosa dama bailar con varios caballeros, desde ancianos, hombres jóvenes que para él eran unos simples niños y con cada uno de ellos nunca paraba de sonreír, era su sonrisa natural o era falsa ya que nadie podría sonreír tanto en una sola noche.No prestaba atención lo que decía el grupo en el que estaba, escuchó de tras de él a su lacayo aclarar la garganta. Como buen caballero se disculpó con las damas y caballeros, giró sobre sus talones y esperó el informe de éste.Si se quedaban otra hora más ella no lo iba a poder soportar. Llevaba toda la noche fingiendo esa sonrisa. Si tuviera un espejo donde mirarse seguramente se vería estúpido.Su padre se acercó a ella
¿Sucede algo, milord? — preguntó la condesa Percival.—No, todo marcha estupendamente bien— respondió él con una sonrisa — Instrucciones personales que le daba a mi sirviente. Eso es todo.No había podido acercarse a esa bella dama como él hubiese deseado ya que Lady Percival acaparaba toda su atención. Había visto a la misteriosa dama bailar con varios caballeros, desde ancianos, hombres jóvenes que para él eran unos simples niños y con cada uno de ellos nunca paraba de sonreír, era su sonrisa natural o era falsa ya que nadie podría sonreír tanto en una sola noche.No prestaba atención lo que decía el grupo en el que estaba, escuchó de tras de él a su lacayo aclarar la garganta. Como buen caballero se disculpó con las damas y caballeros, giró sobre sus talones y esperó el informe de éste.Si se quedaban otra hora más ella no lo iba a poder soportar. Llevaba toda la noche fingiendo esa sonrisa. Si tuviera un espejo donde mirarse seguramente se vería estúpido.Su padre se acercó a ella
A medida que Lady Bernarda iba leyendo la invitación que había recibido por parte del vizconde Renfield su rostro comenzaba a cambiar de expresión. Primero mostraba incredulidad, pero cuando leyó la parte donde decía que estaban cordialmente invitados a un baile que ofrecería él joven Lord en su mansión un gritó de efusivo hizo resonar en toda la casa.En ese momento, su esposo, quien se encontraba en la biblioteca al escuchar los gritos de su mujer salió disparado y fue a su encuentro. La encontró dando saltitos de alegría por toda la sala, una gran sonrisa se dibujaba en sus arrugados labios.¿Qué ocurre? — Preguntó alarmado — ¡Tus gritos se escuchan por toda la casa, mujer!Ella dejó de saltar, su mirada iba de su marido al pedazo de papel que tenía entre sus manos.—Hemos recibido una invitación — explicó mientras agitaba en el aire el papel.¿No me digas? — Dijo fingiendo estar interesado — Me supongo que enviaras tus agradecimientos, pero que no podemos ir — comentó él — Con lo
—Me voy a ver como una mujer ansiosa por casarse, madre — dijo Anastasia una vez saliendo de la modista.—De ninguna manera. Simplemente te verás hermosa.—Pero…—Anastasia será mejor que no digas nada. Ese vestido se te vera bien y punto. Y por favor, cuando llegue el día del baile espero verte accesible con el lord Renfield, recuerda que esta es nuestra oportunidad de oro para conseguir que se enamore de ti y te pida matrimonio.Anastasia se paró en seco y cruzo los brazos.¿Y ahora qué? — preguntó desesperada su madre.—Solo te falta ponerme desnuda en una bandeja y ofrecerme a él.—Anastasia no digas tonterías. Ese hombre te conviene. Podría salvarte de la ruina en la que nos encontramos.—Tengo una condición.Lady Bernarda se llevó ambos dedos a la cien, de tal palo tal astilla. Su hija era la viva imagen de su esposo, hasta para sacar sus condiciones en eso eran idénticos.—No estás en posición de hacer condiciones — dijo su madre. — Ahora camina y vamos de regreso a casa.Al ve
Angus Roche estaba pensativo. Tenía una mano en la barbilla y con la otra, golpeaba con la yema de los dedos el escritorio. Mientras miraba detenidamente al marques Carl Renfield. Quien esperaba con impaciencia su respuesta.—Así que se quiere casar con ella — repitió.—Pasando por un cortejo claro. Aunque siendo sincero, preferiría casarme con ella cuanto antes.El señor Roche esbozó una amarga sonrisa. Si su esposa estuviera aquí con ellos, saltaría de la emoción al escucharlo.—Lord Renfield ¿Está usted seguro de su decisión? — Preguntó y lo vio asentir de inmediato — Voy a ser sincero con usted — la mano que tenía reposada en la barbilla se la pasó por el cabello y después se cruzó de brazos —Mi hija no tiene dote. Lo único que tenemos es esta casa, que por cierto, no es nuestra. Como lo han hecho circular varias damas de sociedad diciendo que pertenece a mi hermana. Lo único que poseemos es una modesta casa de campo en el condado de Kent. Se lo digo porque no quiero que haya malo
—Creo que ese no es asunto tuyo. El que lleva el título de vizconde soy yo y no tú. Tus sugerencias son bien recibidas, pero no voy a permitir que te expreses de esa manera de la familia de mi futura esposa. Máximo esbozó una sonrisa de amargura. Si algo le pasaba a su primo jamás se lo iba a permitir. Además el título de vizconde lo ostentaba él, si algo malo llegaba a pasar quien podría ocupar ese puesto sería Anastasio, siempre y cuando Carl no se hubiese casado. —Tienes razón. Quien lleva el título aquí eres tú. No Anastasio ni mucho menos yo. Solo espero que estés en alerta ante todo. Él se levantó de la silla, se despidió de su primo, pero antes de irse le lanzó una advertencia. —Cuando te hagan daño luego no digas que te lo advertir. Y con esas palabras se marchó, dejando a un Carl demasiado molesto. Su primo en ocasiones lo sacaba de quicio, para nadie era un secreto que él deseaba el título que había heredado por parte de su padre, pero no iba a permitir que él amargara
Tras un intercambio de miradas y sonrisas él le ordenó al cochero poner en marcha el carruaje.Al girar sobre sus talones, Anastasia se encontró con su madre, quien estaba cruzada de brazos y con una mirada curiosa.¿Y bien? — preguntó ella.Anastasia frunció el cejo, quería pasar de largo e irse a su habitación ignorándola, pero sería imposible.—Se ha ido — respondió sin dar detalle.Pasó a un lado de ella pero su madre la tomó del brazo.—No los dejé a solas a propósito para que sólo me digas “Se ha ido”. ¿Qué pasó? ¿Se quedaron de ver? ¿Te dijo que te cortejaría?—Descuida madre. Sólo he hecho lo que me has pedido. Sonreírle cuando dijera algo gracioso. Y no, hemos quedado únicamente de ir de paseo mañana temprano — No le reveló las intenciones de Carl ni el beso en la mejilla.—Más vale que todo salga bien. Esta es tu oportunidad de ascender a la alta sociedad. No la pierdas.Y si habría sentido una pizca de felicidad por el beso, había desaparecido por la ambición de su madre.A