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Capítulo 1 De Regreso

De Regreso

Narrador

Cuba, La Habana

¡Mil veces estúpida!, se dijo una vez más mientras llevaba sus dos manos al rostro. No podía creer que hubiera caído en ese estupido juego de azar. Maldijo unas cien veces más, y se hizo una nota mental de no regresar jamás.

Después de años sintiéndose una puta princesa, de sentirse empoderada.... más poderosa imposible, volvía al lugar donde la miseria hizo de ella una persona triste.

Pero ya no era el caso. Ahora era millonaria, exitosa, soltera. Capaz de conseguirse su propio sistema solar, porque eso de pedir la luna no iba con ella, no solía ser caprichosa ni mimada.

Nunca pensó que su vida fuera a ser así, ni que iba a tener un futuro tan satisfactorio, ni soñando despierta al mil Plus por ciento lo llego a imaginar.¡Nunca! y mucho menos cuando se bañaba con un balde sin asa y un vaso desechable plástico q en algún momento contuvo un helado Nestlé que un enamorado le regaló. O cuando llevaba a remendar sus únicas sandalias una y otra vez para poder ir con ellas a la universidad pública, donde era de las peores vestidas pero de las mejores calificaciones.

Lo que la vida le había dado de pobreza se lo había retribuido de inteligencia. Y en serio que era muy pobre.

A sus 27 años, no solo había cambiado su país, había cambiado toda ella . Se había educado y refinado en todos los sentidos.

Para colmo su padre, que solo había leído un libro, al nacer la nombró Atenea, la jodida diosa  griega de la sabiduría; y así era tratada por sus compañeros hombres  de curso como una diosa, ya que sus curvas no los dejaban pensar, ni ver sus fachas pobres, ni siquiera se fijaban que llevaba 3 veces el mismo pantalón en la semana... pero  las chicas eran otra historia, ellas por su parte sencillamente la ignoraban.

No estaba bien quejarse del todo por el nombre que le había elegido su progenitor, al menos Atenea le gustaba más que Helena de Troya. Así que punto para papá y su elección.

Subió los hombros, suspiró y se obligó a calmar su mente, cosa que habitualmente no resultaba sencilla. Salió del frente del espejo y se cepilló los dientes. Tomaría sus cosas y se largaría y nunca jamás volvería.

No hay un pasado aquí para mi, ni siquiera un presente y ni posibilidad de inventarse un futuro en este lugar. Mi hogar ya no está aquí ... creo que nunca estuvo aquí. Solo son recuerdos.... sin más nada que buscar o encontrar. No hay mucho a que aferrarse, no hay nada aquí que le de sentido a mi existencia o que calme de alguna forma mi ansiedad, pensó analizando sus sentimientos.

Se metió en la cama de aquel hotel estúpidamente caro, y  de pésimos servicios. Pero así era casi todo en su antiguo país.

Cerró los ojos y tal como le había enseñado su divina psicóloga y mejor amiga, puso la mente en blanco y sin pensar se durmió . Porque sabía que si se le ocurría pensar en su vida se iba a desvelar y a la mañana siguiente tendría unas terribles ojeras de mapache boreal.

Su alarma sonó 4:45am y se levantó sin pensarlo. Se arrodilló y oro con fe a su dios. Pidió sabiduría y fuerza para entender su vida, y seguir adelante sin mirar nunca más atrás. Su amor y confianza dios era infinito.

Se puso de pie apoyándose en la cama y puso una toalla en el piso frío para practicar yoga por media hora. Meditar en silencio y ejercitar su cuerpo y su mente  eran uno  de los mejores placeres que había aprendido, ademas la mejor forma de controlar la impaciencia y las ganas de salir corriendo de allí.

Saludo al sol y siguió  con la postura de cuervo y fue cambiando lentamente a una perfecta postura de los ocho ángulos. En eso su teléfono sonó haciéndole perder totalmente la poca concentración que había logrado  y casi caee de bruces.

Casi me parto el hocico, Ufff pensó. Era increíble lo desconcentrara que se sentía, aunque se lo tratara de ocultar a ella misma. Sin mirar quien era deslizó el dedo por la pantalla y contestó secamente .

—Aray — dijo al colocar el celular en su oído mientras lo apretaba con su hombro y liberaba sus manos para abrir la maleta y sacar lo que necesitaba para arreglarse, el yoga había sido cancelado por el momento. Tendría una reunión en New York y de ahí volaría directo a Miami. Necesitaba lucir implacable.

— Gracias a tu dios que te ilumino a prender ese maldito teléfono. Creo que fue una pésima idea regalarte ese IPhone 11 en tu cumpleaños. No sabes usarlo . Podía haberte regalado un juego de mesa o una lapicera— dijo divertido David.

—Primero: no es solo mi dios, no tengo tanta suerte, segundo: buenos días, Tercero:  ¿qué haces despierto a esta hora? , ¿A quien te follaste anoche que amaneces tan feliz?— ella soltó todo junto y el no tuvo más remedio que sonreír. Así era Atenea Aray. Su preciosa diosa personal, una mente tan rápida como la de él, y su belleza era increíble. Aún recordaba la primera vez que la había visto arreglada como una señorita. Se había quedado babeando literalmente.

Ella siguió avanzando por la habitación y él le empezó a contestar mientras ella ya iba entrando al baño para ducharse.

— Bien, respondiéndote — dijo él—. Me conformo con lo primero: se que no toleras las bromas con tu fe; segundo: Buenos días mi diosa, ¿como amaneces de fea?, Tercero: estoy en el aeropuerto listo para abordar, así que llevo despierto buen rato — .Espetó, y aún del otro lado ella supo que Liam sonreía.

—Amanecí igual de fea, casi salgo al aeropuerto, obviamente si dejas de hablar como cotorra y cuelgas el bendito teléfono, ya que me dispongo a ducharme. Y olvidaste decirme con quien pasaste la noche— . Terminando esta frase colgó sin dejarlo responder.

Abrió la ducha y espero que el agua se templara mientras reía, definitivamente Liam David estaría molesto, realmente él odiaba cuando le colgaba. Ya era hora que superara ese detalle.

El agua no se calentó jamás. Terrible el hotel. Tendría que escribir en Booking.com para que nadie pagará tanto por tan pésimo servicio.

Salió del baño envuelta en una toalla después de haberse maquillado. Había resaltado sus ojos al delinearlos y ponerle máscara de pestaña. Su estilista personal la había enseñado a hacerlo como profesional, siempre la adulaba por ser la única mujer que conocía que no necesitaba pestañas postizas por lo larga y tupidas que eran las suyas propias.

— ¿De donde saliste mujer?— le había dicho aquel hombre con el cabello azul y vestido completamente de Armani —. Hasta ahora solo había maquillado a pura fea— .Le dijo mientras le hacía magia en el cabello con una tenaza.

Salió de su memoria, se apresuró a vestirse, faltaban quince para las 6:00 am, y su taxi estaría por llegar .

Se enfundo en un vestido ejecutivo Luis Vuitton y una chaqueta negra estilo Victoriano a juego, un par de zapatos siletto negros. Se miró en el espejo y su imagen la hizo sonreír.

Cerró su equipaje y llamó a la recepción por un Bellboy.

Dejo una propina en la mesa para la chica que limpiaría la habitación y saco otro billete para el chico que se ocuparía de sus maletas.

Al llegar a la recepción y cancelar su habitación la chica de la recepción de unos 20 años le informó que su taxi ya había llegado .

— Buenos días, que bueno porque llevo prisa— . Dijo a la chica —No había agua caliente en la mañana, solo arréglenlo . Gracias por todo— se despidió y salió a la acera, justo en frente de un amanecer hermoso. El malecón de la Habana era embriagante, siempre el mismo. El mismo lugar y el mismo amanecer, el malecón desnudó que la había hecho enamorarse de la mística Habana Vieja. Sufrir te hace vivir... se dijo.

La Habana vieja era así Real y Maravillosa, ocultaba las miserias y la vida de sus habitantes en su magia.

Subió al taxi y recorrió todo el Prado. Sintió añoranza por la niña que había sido, por su terrible vida pasada. Si no fuera porque llorar se le había bloqueado en su sistema, estaba segura que habría derramado alguna lágrima.

Veinte minutos después entró al aeropuerto y se dirigió a la sala de espera para abordar su vuelo. El jet privado de los Aray vendría por ella. Miro por el cristal y en ese momento lo vio aterrizar, con los colores blancos y azul tan característicos del apellido Israelita que llevaba. El avión llevaba en la cola  la Estrella de David de seis puntas, el emblema de los Aray. Un símbolo de paz y equilibrio.

(...)

Al llegar a la escalera del avión saludo al piloto. Que si era como los pilotos de las novelas, todo un bombón de hombros anchos y cara de príncipe de Disney. Al comenzar a subir la escalerilla apareció David saliendo en la cabina, con  un traje a su medida azul marino que opacaría a todos los príncipes azules y pilotos del mundo, y como siempre le sonrío. Una de esas sonrisas que apagan al sol.

—Hola mi diosa—. Le dijo mientras que la tomaba de la mano para abrazarla en el ultimo escalón, antes de entrar al avión, ella se quedó sin habla al verlo. No se imagino que vendría por ella cuando hablaron en la mañana a pesar de que él le dijo que estaba en el aeropuerto. Sencillamente pensó que volaría directo a New York. Pero se llenaba de emoción por el hecho de tenerlo allí.

—Gracias mi rey, no te imaginas lo que te extrañe— le dijo mientras le basaba la mejilla y lo abrazaba metiendo los dedos en su cabello.

—Pues claro que me tienes que extrañar, si olvidaste que el pobre Mark Zuckerberg te dio una herramienta para hacer video llamadas. Mi bella,  que el whatsap lo hicieron para usarse. No me contestaste ni una sola llamada. Y hoy en la mañana me cortaste  como siempre— le dijo molesto— .Odio cuando me dejas hablando solo— a pesar de sus palabras no era un reclamo, lo supo por la expresión de su rostro.

—Tú no sabes odiar “mi majestad”, no hay un corazón como el tuyo. Eres demasiado amor—.Le dijo seguido de hacer un mohín de disgusto —Olvidaste decirme con quien follaste anoche,  y te lo pregunté— lo acusó  mientras se separaba de él y tomaba asiento para abrocharse el cinturón puesto que el avión se estaba comenzando a mover.

— Anoche Atenea fue la peor noche de mis últimos años, aún no entiendo como te permití venir aquí sin un guardaespaldas después que rechazaste mi compañía, y para colmo apagas tu teléfono celular durante toda tu estancia — .Su  rostro se tornó muy serio.

Ella sintió la seriedad de sus palabras, bajo la mirada y solamente se excusó  —. ¿Ya te dije que extrañé?, Lamento haberte arruinado la noche, espero ...

— No importa— la interrumpió él mientras le pasaba unos documentos —.Solo me importa que estés bien— alegó  y su rostro volvió a mostrar una sonrisa—. En caso que estes mal aquí tienes trabajo, diosa maniática adicta. Ojalá tomaras tu vida personal como tomas el trabajo — soltó mientras tomaba en sus manos un café que le traía la azafata.

La chica le rozo los dedos una vez que le entrego la taza y lo miro con lujuria.  Luego se volteó  y  le ofreció a Atenea un Yogour griego y un recipiente con fresas y bananas cortadas en porciones pequeñas.

La chica a pesar de llevar  poco tiempo trabajando con ellos había tenido que estudiar los gustos de sus jefes para hacer bien su trabajo.

El gesto de la sensual azafata en las manos de Liam David no pasó desapercibido para Atenea que comenzó a sonreír  —Quizás arruine tu noche, pero me queda bastante claro que tuviste un amanecer feliz— musitó  mientras pasaba los documentos a la pequeña mesa que tenía en frente y empezaba a desayunar.

—¿Que?No—Él no pudo evitar atragantarse con el café y comenzó a toser cosa que hizo que la chica se le acercara e intentara ayudarlo.

Esto dio pie a que Atenea continuara riendo . Él se recuperó y levantó su mano en señal de que estaba bien y a la vez un aviso para que la chica no se le acercara otra vez a él.

—Después te llenas la boca diciendo que yo soy la adicta, y tú no puedes apartar las manos de la primera mujer que se te cruza en frente— bromeó ella mientras se llevaba una cucharada de yogour  a  la boca —. Ni siquiera me has preguntado si estoy bien— le dijo fingiéndose sufrida por ese hecho.

Él levantó la vista y se quedó fijo observando  los  gruesos y sensuales labios mientras ella se pasa la lengua limpiándose la comisura de los labios de los restos del cremoso y blanco yogour, sin reparar que estaba siendo observada. Liam David sintió  de pronto su cuerpo tensándose y se preguntó cómo sería pasar su propia lengua por aquella boca que era como un comercial de labiales, de esos que su hermana Athalia le obligaba a comprarle cuando eran chicos. En ese momento negó con la cabeza y se dio cuenta a donde iba su mente  y regresó a la conversación.

— No necesito preguntarte si estás bien,lo sé, me di cuenta que si cuando te escuche hablar por la mañana, y lo confirme cuando te vi llegar tan segura de ti como siempre, créeme que creí que te encontraría destrozada. Te conozco demasiado como para saber si estás mal con tan solo escuchar tu respiración, y eso fue exactamente lo que hice cuando hablamos en la mañana. A pesar de todo sigues en pie y no......no me acoste con la azafata, cómo estás sugiriendo . Eres una Pervertida de lo peor Atenea Aray, eres más pervertida que yo, no intentes darme ideas que no materializaré—. Terminó poniendo la taza en la mesa y se recostó a su asiento cerrando los ojos. Tenía una idea peor que las que Atenea sugería, una que ella no sospechaba. De nuevo lo asaltó la imagen de esos labios. Se asustó a sí mismo por sus bajos instintos pasionales hacia ella.

¿Que pasaba con él? Atenea era su mejor amiga y no podría dañar eso aunque quisiera devorarle la boca más que a ninguna otra mujer, pero ella solo contaba con él. Estaba sola en el mundo. Él era su familia, su único pilar fuerte.

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