Pedir perdón

Capítulo 32

—¡Raúl! ¡Raúl!

El guapo españolito levantó la cabeza, sorprendido por los gritos inconfundiblemente lanzados en su idioma que lo llamaban. Sus dos hermanas, tras los cristales de su oficina, lo saludaban emocionadísimas, saltando, agitando los brazos como gitanas por bulerías y dando un espectáculo digno de ellas dos. Raúl no sabía si esconderse o alegrarse. Lo cierto es que esas dos locas mujeres eran sus dos amores favoritos. Sonriendo se incorporó de la silla y fue a por ellas, abrazándolas en el aire, una en cada brazo.

Ciertamente, el muchacho había crecido y ellas dos, a pesar de ser sus hermanas mayores, no eran más que dos pequeños rabanitos a su lado. Mimosas lo besuquearon y poco les importó la mirada escandalizada de todos los trabajadores de aquella zona que, desde luego, jamás habían visto una cosa así. El afecto en público no está bien visto entre el pueblo nipón, así sea entre hermanos.

—Pensé que no vendrían a verme. T
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