A la mañana siguiente el despertador sonó a las 5:30, Angeline se levantó de un salto, estaba feliz, había conseguido un trabajo, bueno, no era un hecho aún, pero no dejó que pensamientos negativos la abrumaran y la hicieran flaquear.
Se vistió decentemente para asistir a la entrevista. Un vestido ejecutivo de corte recto en color negro de mangas pequeñas, acompañado con una chaqueta de listas negras y blancas haciendo juego, unos estiletos altos color negro y una elegante bolsa que le había prestado Josephine. Un sutil maquillaje y su cabello color cobre recogido en una hermosa coleta que su amiga le había hecho. Sus documentos estaban más que listos.
El contraste de su atuendo con su cabello color cobre y sus hermosos ojos azules la hacían ver hermosa. Se veía diferente a la chiquilla que siempre representaba. Pensé a sus 28 años, Angeline se veía de menor edad, quizás por su comportamiento tan infantil.
Después de la universidad, no consiguió ningún trabajo serio o propio de su profesión, así que, para no sumarle gastos a la generosidad de su amiga, a quien sus padres le habían comprado el departamento en una buena zona de Nueva York, tuvo que tomar un empleo de medio tiempo en un lujoso restaurante. En el otro medio tiempo trabajaba como recepcionista de una humilde oficina de contadores. Era eso o no tener nada. Así le ayudaba a Josephine con los gastos.
En el empleo del restaurante era mesera. El puesto se lo había ayudado a conseguir su novio Robert, para ese entonces lo era. Robert es hijo del dueño, así que le pidió a su padre como favor ayudarle a su novia y el favor se lo cobraría de otra manera.
La chica no vio problema alguno en trabajar para el padre de su novio. Angeline era muy inocente, por lo que Josephine se encargaba de persuadirla muchas veces. El otro trabajo lo consiguió por los anuncios en los diarios.
Robert le insistía mucho en que ya tenía mese de novios y no habían intimado, por lo que él le era muy insistente en el tema, en sus salidas el chico trataba de llegar a ese más allá, pero ella se la ponía difícil, no se sentía segura.
Robert le había insistido en que lo acompañara a una fiesta de uno de sus amigos. Era en su residencia por lo que le hizo ver qué no estarían solos para que ella no se negara y se sintiera segura en asistir.
Por su parte, Angeline le había pedido a su amiga que no la dejara sola, podía ser muy inocente pero no boba. Cuando las dos chicas llegaron el rostro de Robert se desencajo. Sus planes se veían frustrados.
Robert intentó de todo para que su novia le aceptara estar a solas con él, pero ella se negaba, decía no sentirse segura, así que el joven le armo una bronca diciendo que no lo amaba y que mejor terminaran.
Por un momento el joven se perdió del lugar, dejándola sola. Su amiga le pidió que dejara todo así y se marcharan, pero ella insistía en arreglar el asunto de una. Lo busco por todos lados y preguntó a sus amigos, nadie lo había visto.
El único y último pensamiento que le pasó por la cabeza fue buscarlo en el piso de las habitaciones. Y así fue. Angeline subió a la segunda plata de la casa y abrió puerta por puerta hasta encontrarlo en el último cuarto desnudo y entre las piernas de una pelinegra. Los dos estaban en plena faena.
Angeline le llamó a gritos y el chico solo sé rio de ella diciéndole que estaba cansado de sus rechazos. Que él quería sexo con ella nada más y como no cedía, él tampoco la esperaría cuál príncipe.
La pobre de Angeline se sintió burlada, gracias a Dios que no se había acostado con ese imbécil se dijo para darse ánimos, no se detuvo a discutir con él, no valía la pena hacerle escena de celos a un canalla como él, pero aun así sufría por qué creía que su ex no la valoró por tonta. Igual debía pasar la página.
Siguió en el trabajo del restaurante sólo hasta que las estupideces de Robert hicieron que su padre perdiera el lugar por pagar las deudas que su estúpido hijo había adquirido con criminales. El dueño los despidió a todos y sólo les pagó el mes de trabajo ya que no tenía el dinero para liquidar a cada uno.
En fin, solo quedaba el empleo en la oficina de contadores. La paga no era muy buena, apenas alcanzaba para sus propios gastos. Esa era la razón de buscar un mejor empleo, y si en el hotel la contrataban de tiempo completo y la paga era buena renunciaría al trabajo con los contadores.
Angeline llegó al lujoso hotel con tiempo de sobra. Estaba nerviosa, las piernas le temblaban, las manos le sudaban y el corazón le palpitaba muy rápido. Entro al hotel saludando al conserje con una linda sonrisa, llegó a la recepción y preguntó por el hombre dueño del nombre en la tarjeta de presentación.
La bella recepcionista le indicó como llegar a lo que ella aceleró el paso cuando vio el ascensor abrirse. En su intrépido proceder no vio al hombre con el que chocó y le hizo caer los documentos que llevaba en sus manos junto con su café.
—Es una estúpida— le gritó el hombre. —Por qué no se fija por dónde va. Mire lo que ha hecho—.
Angeline al ver su torpeza intentó ayudar al sujeto agachándose sin reparo alguno y recogiendo los papeles regados sin ningún cuidado.
—Lo siento, en verdad discúlpeme— decía ella roja de la vergüenza. —Lo lamento mucho, es que no lo vi, por favor perdone mi torpeza—.
Cuando el hombre la escuchó disculpándose, llevó la vista hacia ella, pues él también estaba arrodillado en el elegante e impecable piso recogiendo los papeles y tratando de que no se mancharan con el café.
Boris la miró anonadado, sus ojos nunca habían visto tan hermosa mujer. Su belleza llegaba más allá de lo imaginable. Sus ojos bajaron a sus rosados labios que se movían sin parar pronunciando quien sabe qué cosas pues sus sentidos se habían esfumado.
Cuando la chica elevó la mirada hacia él y sus ojos se encontraron una sensación de paz y calma lo estremeció. Nunca una mujer le había hecho perder la noción del tiempo y sobre todo la razón.
—Señor, por favor, permítame comprarle su café ¿Cómo le gusta?— decía ella entregándole los documentos que había recogido.
—¿Qué?— fue lo único que logró pronunciar.
—Su café ¿Cómo le gusta? Lo pedo comprar y compensarle el que le hice perder— dijo ella con una de sus geniales sonrisas.
—Ah, mi café, no, no se preocupe, ya no será necesario. Su torpeza me hizo perder las ganas de tomarlo— dijo tratando de recomponerse ante su tonto proceder.
—¿Disculpe?— reprochó Angeline ante las feas y ofensivas palabra del hombre.
—No la disculpo, mire lo que hizo. Es una torpe— dijo con enojo, quería hacer a un lado los sentimientos que aparecieron cuando la vio.
Eso no podía pasar, él no debía sentir ningún tipo de emoción hacía una mujer, eso lo alejaría de sus planes y lo volvería débil.
Angeline se sintió ofendida. Quien se creía que era ese hombre para humillarla de esa manera. Sintió un coraje que le hizo hervir la sangre y sin pensarlo le propinó una sonora bofetada que le hizo girar el rostro.
—¡Es usted un imbécil!— expresó con rabia, sus ojos se llenaron de lágrimas por la impotencia de no ser un igual, pero con la humillación no se iba a quedar. —Le acabo de pedir disculpas y le ofrezco pagar su café, pero usted es un arrogante de m****a que cree que por tener más puede humillar a quien se le dé la gana. ¡Idiota!—.
Angeline entró inmediatamente al ascensor y presionó el botón del piso correspondiente. Las puertas se cerraron inmediatamente.
Boris se llevó la mano a la mejilla golpeada y apretó la mandíbula por el coraje. —Esa chica si que golpea duro— pensó. —Espero no volverla a ver, porque si no me las pagará, nadie me reta y se va sin recibir su merecido—.
Boris llegó a su oficina. Ya estaba un poco más calmado. Reorganizó los documentos del contrato con una empresa de alimentos experta en nutrición. Quería que su hotel manejara buenos estándares alimenticios y su cheff le había recomendado que buscará una empresa que se encargara del suministro de alimentos de muy buena calidad.
Esa mañana se había reunido temprano con el nuevo proveedor, por lo que a la hora del insistente apenas llegaba al hotel.
Unos golpes en la puerta le hicieron detener su labor. —Pase— dijo.
—Hola mi bello Ángel ¿Cómo estás el día de hoy?— el saludo de Cris le hizo lanzar un pesado suspiro, se arrojó en la silla de su escritorio y colocó los codos en los reposa brazos.
—Bien y mal— respondió.
— Explícame tu ambigüedad. ¿Qué te pasó?— quiso saber Cristopher.
—Bien, porque cerré el negocio con Healthy Food— dijo con emoción por el logro alcanzado. —Y mal, porque una tonta tropezó conmigo y derramó mi café y por poco arruina el contrato ya firmado—.
Al recordar el suceso su rostro se endureció y su semblante cambió a uno de enojo total, mientras se llevaba la mano a la cara tocando nuevamente la mejilla golpeada.
—Bueno, eso no es muy grave para que te dañes la mañana no crees— dijo Cris intentando animarlo.
—Lo que me enoja es que me golpeó cuando le dije que sus disculpas no valían nada ante su torpeza— dijo molesto.
—¿Qué? Te golpeó, a ti, al gran amo y señor del universo y del Inframundo. Pagaría por verlo— dijo haciendo enojar más a Boris.
—No vas a pagar por nada. No volverá a suceder. Espero no volverme a topar con ella porque me pagará bien caro el golpe—.
—Espero verlo— Boris torció el rostro. —Vine para decirte que ya te tengo secretaria. Se ve que es muy buena. No tiene mucha experiencia, pero yo lo veo más como un punto a favor—.
—¿Cómo una persona sin experiencia va a ser un punto a favor, dime?— quiso que Cris le aclarara lo obvio.
—Hay Ángel, la ventaja es que puedes moldearla a tu gusto. No viene con mañas de otros empleos— le aclaró Cris. —Ve el lado positivo, se ve que aprende rápido y es muy linda— lo último lo dijo levantando las cejas de forma insinuante.
—Si no estuviera tan apurado te diría que busques a otra. Muéstrame sus papeles y dile que pase, quiero saber quién es— Cris le entregó la carpeta con los documentos de la chica y se levantó inmediatamente para llamarla.
Boris aprovechó el momento para guardar los documentos del contrato de suministros alimenticios, por lo que al levantar la vista para ver a la mujer que entró se quedó paralizado cómo una piedra y su rostro se desencajo.
La joven entró sonriente y a la vez nerviosa, había escuchado decir que el jefe era un maldito ogro. Pero Angeline no contaba que aparte de ser un maldito ogro también era un maldito imbécil.
Los dos se miraron a los ojos y se lanzaron una furiosa mirada. El odio era mutuo.
—¿Tú?— dijeron al unísono.
—¿Qué, ya se conocían?— preguntó Cris.
—Es la torpe de la que te hablé— dijo Boris frunciendo el ceño y apretando los labios por el coraje.
—No pienso trabajar para ese imb... para ese señor— dijo ella muy enojada. —Lo siento señor Cristopher, pero mi dignidad vale más que el dinero que me ofreció. Otra estaría más que gustosa por trabajar aquí, pero yo no. Que tengan buen día—.
Angeline no espero palabras de los dos hombres frente a ella y se retiró cerrando la puerta con cuidado. Suspiró pesadamente, al saberse desempleada y con pocas posibilidades de encontrar algo mejor.
Caminó a paso rápido hacia el elevador, sintiendo un nudo en su pecho, una tristeza embargó su corazón y las lágrimas se acumularon en sus ojos. No se iba a permitir llorar por las palabras de un hombre como ese, que la trató como una b****a.
El mal rato pasaría en cualquier momento, así que se dispuso a calmarse mientras bajaba hacia el lobby. Seguiría buscando, empleos era lo que más había en Nueva York, eso pensaba ella.
Una semana había pasado y aún Boris no conseguía secretaria. Tres mujeres habían llegado y tres habían sido despedidas. La última que llegó ese día salió de allí llorando y pidiendo que jamás la volvieran a llamar.La oficina de recursos humanos estaba hasta el tope de trabajo y Cristopher no paraba de entrevistar mujeres y hombres para el puesto. Había que poner un alto al berrinche del millonario.—Boris, ya decídete. No podemos seguir así todos tienen asuntos que atender, el hotel no se maneja solo y aquí hay bastante personal— le reclamaba Cris. Debía persuadir a su amigo a que parara su capricho por una excelente secretaria y se amoldara a la que llegara.—Solo necesito una maldita secretaria, sino puedes conseguirme una entonces llama nuevamente a Yamile. Pídele que vuelva. La necesito— la suplicante voz de Boris le
La tomó del brazo y la haló hacia él. El cuerpo de Angeline chocó con su torso y ella se quejó apenas lo vio.—Veo que se está divirtiendo mucho— fue lo único que se lo ocurrió decirle. No entendía por qué cada vez que estaba junto a ella las palabras lo abandonaban.—Eres el imbécil. ¿A caso me estás siguiendo? ¿Te faltó decirme algún otro insulto? A no me digas, vienes por otra cachetada— dijo ella intentando mantener el equilibrio, pues ella no estaba a costumbrada a tomar demasiado.Boris la miraba curioso. Esa mujer lo descolocaba. Un extraño instinto le hacía querer mirarla, tocarla y hasta desearla. No entendía el por qué, pero desde aquel caótico encuentro su cuerpo y su mente la anhelaban.—Tiene una boca muy sucia— dijo con una seductora mirada que ella no asimil&oa
Hola Josep— saludó Angeline entrando por la puerta después de haber salido temprano a trotar y entrenar unas horas.—Buenos días, pensé que dormirías hasta tarde— respondió su amiga. —Llegaste en la madrugada. ¿Cómo te fue?—.Angeline hizo un mohín mientras se dirigía a la mesada de la cocina. Durante lo que quedaba de la noche pensaba en todo lo que le estaba pasando, su mente no la dejó dormir tranquila haciéndola rememorar toda la infinidad de sensaciones que el imbécil del café le hizo sentir consolo unos besos y unas cuantas caricias.—Por qué esa cara. ¿Acaso Oscar se portó mal?— preguntó su amiga colocando frente a ella una taza de café y un plato con el desayuno.—Ni me lo recuerdes. El idiota no paraba de meterme mano— dijo mientras apoyaba un codo sobre la
Lamento haberle hecho venir de esta manera tan repentina señorita Vanse, pero realmente estoy muy... desesperado— dijo Cris lanzándose con zozobra encima del escritorio extendiendo los brazos para tomar entre sus manos las manos de la mujer sentada frente a él.—Me apena mucho su situación, pero su llamada fue muy... persuasiva— dijo la mujer viendo con asombro el desesperante actuar del señor Cristopher y haciendo referencia al valor del salario ofrecido si aceptaba ser la secretaria del señor Wood.Angeline no supo en qué momento había perdido su dignidad. Incontables veces se había negado a aceptar tan descabellada propuesta, pero el sueldo mensual que le ofreció el señor Cristopher la puso a dudar, la suma ofrecida y la cuantiosa bonificación mensual, fueron suficientes razones para permitirle otra oportunidad al imbécil. En realidad, el señor Cristop
Con todo mi ser— dijo Boris rozando sus labios sobre los s de Angeline. —¿Quiere empezar usted o quiere que lo haga yo?—Angeline estaba envuelta en una nebulosa de placer, no entendía lo que le sucedía, su cuerpo estaba siendo prisionero de una excitante y extraña sensación.—No sé cómo hacerlo— dijo ella cerrando los ojos imaginando esos carnosos y pecaminosos labios sobre ella.La fuerza de voluntad de Boris se fue por el caño cuando la vio cerrar los ojos y entreabrir la boca para respirar.Las palabras de Angeline fueron el detonante que necesitaba para comprender que ninguna otra mujer lo descolocaba y le hacía arder la sangre de placer.Besó los labios de Angeline suavemente, decidió disfrutar de la suavidad y la dulzura de su boca. Era la boca más provocativa que haya podido besar, no esperó su permiso y se aventuró
Después de que Boris se marchara, Angeline se tumbó en su cama, como de costumbre, a llorar por el mal rato que pasó, agradecía que su amiga no estuviera presente esa noche, porque si no, no sabría cómo explicarle lo que le sucedía.Angeline, se sentía tonta por sufrir por un hombre que no le había hablado de nada romántico, no había hecho promesas, pensaba en medio de lágrimas, no juró amor, ni le prometió fidelidad, no había nada entre ellos.Solo había caído en los encantos de un seductor. Se había dejado arrastrar por su misteriosa mirada y sus seductores labios, se dejó hechizar por sus enigmáticos ojos y sus lujuriosas palabras. Eso era lo que le sucedía, se había ilusionado con sentimientos que desconocía, la curiosidad por saber que se sentía estar un con un hombre como su jefe la habían h
Ya había pasado casi una semana desde que Angeline regresó a su trabajo y su jefe aún no aparecía. —Gracias a Dios esta semana no hay reuniones sino no sabría que hacer— pensó.Le parecía extraño que el imbécil no haya dado señales de vida, ni llamadas, ni mensajes, nada, incluso hasta el señor Cristopher tampoco había pasado por el lugar.—Será que le pasó algo y yo no me he enterado— pensaba. Angeline estaba angustiada, su jefe era muy puntual y nunca faltaba.—Se habrá tomado muy enserio mi desplante y se suicidó. No es muy egocéntrico. Seguramente se fugó con la pelicastaña de su novia, sí eso es. Como lo dejé viendo un chispero, encontró consuelo dónde mejor le parecía—. Angeline seguía absorta en absurdos pensamientos acerca de su jefe y en un
Angeline dormía plácidamente, las medicinas no solo le aliviaban el dolor, sino que también la hacían descansar un poco más. Josephine había viajado fuera de la ciudad por trabajo, así que ella permaneció el resto de los días de su recuperación en casa de Eliot.—Ya despertó?—Aún no, pero pronto lo hará, todavía es temprano. ¿Necesitas algo?—Viene nuestro viejo amigo, así que...—Pierde cuidado, yo me haré cargo.Caroline preparó un té de hierbas, de esos que solo ella sabía mezclar. El sabor era desagradable, pero el efecto calmante y relajante no tenía comparación.—Buenos días, pequeña dormilona. ¿Cuéntale a esta vieja como te sientes hoy? —saludó Caroline entrando a la habitación que le habían asignad