Habían pasado cuatro días desde la muerte de mi madurito. No salía del cuarto, pasaba los días en la mecedora que tenía en el balcón de la habitación que daba al jardín de la casa; así hiciera frío, sol, lluvia y dependiendo del clima me ponía una cobija encima de lana, en las noches si ingresaba al cuarto, pero no lograba conciliar el sueño y prefiero estar en cualquier parte del cuarto menos en la cama, porque ya no estaba mi marido.En el día me sentaba a ver si la brisa se llevaba el sentimiento de tristeza, como dijo el padre en su sermón. Él dijo algo muy certero, no podía ser egoísta y querer tenerlo a mi lado cuando sabía del dolor en su cuerpo. Mis padres no me habían dejado sola, ellos se encargaron de mis hijos, aunque cuando llegaban del colegio; ya sea por mi padre o por David que se ofreció a recogerlos, me obligaba a recibirlos.Luego me encerraban en el cuarto. Mis amigos me visitaban, así no hablará mucho, se quedan un momento compartiendo conmigo en el cuarto y luego
Terminé de empacar una vez más todo mi equipo, si ese degenerado de Athan cree que se van a burlar de nosotros, no saben lo que era un santandereano berraco. Si ese pendejo llegaba a salir, me importará una mierda, pero indagaré hasta encontrar como compraron a los jueces o dejo de llamarme David Guzmán.Eran las ocho de la noche, no quería cocinar, desde que Guillermo andaba con novia, ni la pasaba en el apartamento, a toda hora estaba con Natalia. Tomé el celular para marcarle y en ese momento se iluminó la ventana de mi habitación por un fuerte relámpago. ¡Mierda! Comenzó a llover. A pedir domicilio.Terminé mandándole un mensaje para ver si le pedía algo especial para la cena, su respuesta fue: que su suegra ya le había dado cena y llegaba más tarde. «¿Pizza?», ni modo, eso cenaré. Dejé todo organizado y fui a la cocina, a un lado de la nevera estaba el directorio de los domicilios, pedí una mediana de carnes y criolla, Guillermo acabará con el resto.Cerré la puerta corrediza del
Llevaba a Blanca en mis brazos, esperé a que llegara Guillermo y le pedí el favor de que condujera, mientras yo me deleitaba con mi Brisa dormida. A mi sobrino le sorprendió verla en el apartamento, pero no dijo nada. Seguía profunda, tenía cuatro días de no dormir y eso en cualquier momento le pasaba factura. Llegamos a su casa, le había escrito con antelación a la señora Cristal de nuestra salida para llevarla.No hubo poder humano que la despertara, así que volví a ser el encargado de llevarla hasta su habitación, quitaron el cobertor y la dejé en su cama. Su madre le quitó los zapatos, ella tenía puesta mi ropa y me adelanté a justificarlo.—Llegó completamente mojada, le presté ropa mientras se secaba la suya. Mi sobrino la trajo, muy ahora se la entrego. —me sentí un adolescente justificándome. ¡Carajos!—Gracias, hijo. —La vi sonreírme a don Humberto.Ahora estaba en problemas, van a creer que me aproveché o algo así. Sin embargo, aunque no haya habido morbo, si me aproveché pa
Ingresé al salón de Egan en el colegio, en dos días viajábamos a Grecia para la lectura del testamento de mi difunto esposo. No tenía idea lo que iba a pasar, pero papá tenía razón. A mí no me interesaba el dinero, pero era el legado de mi marido para sus hijos y bastante que lo vi trabajando para ellos. No había sido fácil superar la muerte de Deacon, día a día luchaba para salir de la cama y dar un paso a la vez cómo lo sugirió la vieja Cristal.Pero en la soledad de la habitación, lloraba hasta quedarme dormida. Cada vez que veía a mis hijos arreglados para ir al colegio se me partía el alma, Deacon era quien los llevaba, solo cuando viajaba yo lo hacía, y ese vacío me mataba, él se fue a un viaje de donde no tendrá regreso. Ver a Egan tan callado; él era un lorito, eso a uno como madre nos golpeaba, trataba de darle apoyo, pero era irónico.Cuál de los dos esté más necesitado, era consciente que había estado un poco ausente. En cambio, Adara me demostraba ser más fuerte, ella, aun
Ver a mis hijos abrazando a David como si lo conocieran de muchos años o existiera una conexión más profunda en ellos, fue una realidad fuerte de asimilar. Adara, desde que la rescató lo idolatraba y en ella lo podría entender un poco, estaba ese factor salvador. Pero Egan… Mi hijo me desconcertaba por ese apego que había desarrollado desde la muerte de su padre.¿Se aferró en estas pocas semanas por la ausencia existencial que tuve? Al menos él se aferró a alguien que parece disfrutar de esa cercanía. Los vi saludarse entre los amigos, —él nunca me saludaba—. Por eso cuando se acercó casi se paraliza el corazón y luego se aceleró al punto de querer salirse por mi boca.—Hola, Blanca.Me dio un beso en la mejilla y toda la piel se erizó, era una traicionera. Debía de estar como un tomate, además el cabezón de Alejandro alzó la ceja ante mi reacción de asombro. ¿Por qué ahora me hace esto?—Estamos en el aeropuerto, podemos buscar unos bomberos.Casi lo mato, juro que esta vez seré yo
Ellos tenían razón en el fondo, lo que menos deseaba era que mi brisa me rechazara, si ya había esperado tanto, unos meses más no serían problemas. —miré a Alejandro.—Esto me recuerda a una canción. Tal vez les cae a los dos.Alejandro comenzó a cantar y sonreí ante las letras. Era la canción de Roberto Oñate, interpretada por los hermanos Zuleta y se llamaba Por qué callas.» Se te nota que me quieres…Carlos y yo nos miramos, chocamos las botellas de cerveza y continuamos escuchando las palabras de nuestro amigo cantor.» No entiendo el juego que tienes conmigo…En el coro comenzamos a cantar los tres, alzamos las cervezas y cantamos a dúo con Alejo. No había nada mejor que pasar un momento complicado con verdaderos amigos. Sin duda, tienen la razón, debía de esperar solo un poco. «Dale un año». —Esas fueron las palabras de Deacon antes de morir. Un año para luego lanzarme a conquistarla.» Fíjate que yo tengo un corazón repleto pa´ darte amores…Había callado por trece años, que i
Entre más lo pensaba, más me asustaba, traté de calmarme y volvía a mirar a los niños. Pero el corazón me latía a mil, esto… y si analizaba bien lo que proponía con su nuevo acuerdo… ¡Mierda! Miré a Corban quien ya lo hacía, luego a Blanca y a los niños una vez más. El pecho subía y bajaba, terminé mi recorrido visual en mis amigos. Alejandro me escrutó y Carlos llegó a mi lado.—Estás pálido.—Lee esto.Las manos seguían temblándome. Vi que Brisa tenía ganas de preguntarme algo, dado a mi reacción.—¡Eh! Ave María, hermano. —Se le salió el paisa al abogado—. Mierda ahora… ¿Qué piensas hacer? —Alejo se acercó.—Están dando mucho visaje, ¿qué pasa?Carlos le pasó la carta. Respiré profundo, ya era el heredero, luego podía devolverlo, pero… él tenía razón, al darme todo no se meterán con la mujer de mi vida y mis niños. «¿Mis niños?» —¿Qué estás pensando David?— El silbido de Alejandro me hizo mirarlo.» ¡Nojoda! Ahora eres multimillonario.Si a uno se le salió el paisa a este le brotó
Aún no tenía muy claro lo hecho por Deacon, pero sí estaba segura de que no lo hizo con mala intención. Varias veces me preguntó si tomaría la presidencia de los hoteles hasta la edad adulta de nuestros hijos. Y puede haber estudiado la carrera de hotelería, pero no quería estar siempre señalada por su familia. Desde que me casé con él fui asediada y no quería eso.Además, yo amo estar en casa, cuidando a mi familia y trabajando de manera alejada. Los planes turísticos para parejas fueron un éxito y eso lo seguía manejando a distancia. Pero el tener reuniones, citas, mirar presupuestos, publicidad y estar en una pelea de titanes en el gremio no gustaba mucho.—Blanca, Deacon no te dejó desamparada, todo lo contrario. —miré a Corban, sentí la mirada de David—. Es cierto que todo se lo dejó a David, pero nada podrá ser vendido a menos que tú lo apruebes. Tu esposo te dejó por fuera de las garras y los tentáculos de la organización en la que anda metido Athan. Si eras poseedora de todo,