Había pensado mientras llegaba a verlo en cómo podía abordar mi situación. No sé si fue obra divina que no encontrara vuelo hasta la noche. Me quedé todo el tiempo en el aeropuerto, sentada en la sala de espera y cambiando de nalga de un lado al otro cuando se me dormía. De la incredibilidad pasé a ira, luego a la decepción al sentir que no confió en mí, ¡soy su esposa!Con el paso de las horas y mientras lloraba por el miedo que tengo y al mismo tiempo aferrándome a la esperanza de poder hacer algo, el cual parece haber sido detectado a tiempo. Comprendí que no venía al caso enojarme con él, si le agrego un problema conmigo no es bueno para su recuperación, eso agravaría más su enfermedad, he escuchado lo de la actitud positiva, la cual ayudaba mucho para las células.Por eso muérdete la lengua Blanca Varela y no le harás sentir a Deacon tus ganas de apachurrarlo a punta de cocotazos, si de algo debe de servir el dinero en sus cuentas bancarias, que lo gaste en su salud, y yo debía e
Vi partir a David y lo que me dijo, no le iba a dar mente, no ahora. Ingresé a la habitación, el doctor ya no se encontraba. Deacon permanecía inclinado; ni acostado, ni sentado sobre esa cama. Nuestras miradas se entrelazaron… David dijo que no llorara, que fuera fuerte, pero una cosa era decirlo otra hacerlo, el labio me tembló y comencé a balbucear.—Amor…—Deaacooon…Y como si fuera una niña corrí a su lado, me subí a la cama para aferrarme a su cuerpo, sus brazos me envolvieron, comenzó a besar mi cabello, mi frente, y mis ojos hinchados.—Te amo Blanca.Yo no podía hablar, todo el cuerpo me dolía sin haber recibido un solo golpe, solo lo abrazaba tan fuerte como si con ese acto podría evitar que la muerte me lo arrebatara.» Lamento habértelo ocultado, —se le quebró la voz—, pero el mismo día en que me dijeron que tenía cáncer, un Torbellino latino apareció en mi vida, —me aferré más a su bata de enfermo—. Tú, todo lo que ha significado tu presencia en mi vida ha sido mi medicin
Desperté en la cama de Deacon, se supone que debía ser yo quien lo cuide y proteja, no al contrario. Recordé la razón del desmayo, y comencé a hiperventilar, un médico me inyectó algo.—Calma amor, ya adelanté el vuelo, César se encuentra moviendo todas sus influencias. Encontraremos a nuestra hija.No le digan a una madre eso y menos después de enterarse de que su esposo se estaba muriendo, el dolor en el pecho era abrumador, la zozobra de no saber si mi hija se encontraba bien, que no la hayan violado, manoseado… Eso que me pusieron me había atontado. No había hablado, me sentía lenta, no sé qué castigo andaba pagando, para vivir tales golpes uno tras otro.» Debemos viajar Blanca, tus padres están desesperados y tus amigas no han dejado de escribirte. ¿Puedo contar contigo? —quise hablar, pero no pude, los brazos de mi esposo me envolvieron—. Sé que esto es muy fuerte para ti Blanca, no has terminado de asimilar mi noticia cuando ahora nos aqueja lo de nuestra hija. Pero debemos sa
El trastorno que tenía con el sueño me iba a costar un par de días metido en la cama. Salía de día de un lugar y llegaba de día a mi destino. Salía de noche y llegaba de noche, y no era lo mismo dormir en una silla de avión por más que sea un jet sofisticado. Salí de noche de Grecia y llegué de noche a Bogotá, Jenaro me recogió.—Señor David, —le sonreí. Me quitó el morral y la guardó en la cajuela del carro—. Señor lo llevo a alguna parte primero o directo a la casa del señor César.—A mi apartamento Jenaro, debo cambiarme y buscar mi equipo.Tenía rato de no utilizar mi arma, de hecho, la última persona a quien maté fue al hijo de puta de Garriga. No he matado a muchos, porque mientras estuve buscándolo me encargué de la inteligencia más que en combatir en la selva, aunque estuve en dos enfrentamientos, solo disparaba a la loca, pero asumo que a alguien debí de darle de baja. Esa no era mi intención para estar en ese grupo. Pero por mi entrenamiento sé manejarlas, sé pelear, tengo e
Verla tan mal me partía el alma, además de admirarla a un más, seguía en pie, soportando todo lo que en este momento pasaba por su vida, al ingresar al carro de Cesar, Deacon ingresó conmigo.—¿Desde cuándo les pusiste vigilancia?César iba de copiloto y Jenaro al volante. Lo miré, otro que se ganaba mis respetos, el cáncer de hueso era uno de los más dolorosos y él se veía tranquilo.—Cuando me dijiste que te amenazaban con ellos. Deacon…—Si mi hermano tiene que ver con esto, me regresó contigo a Grecia y lo muelo a golpes, así se me terminen de partir los huesos y lo refundiré en la cárcel.—Solo necesito conseguir los celulares de los secuestradores para hacer el rastreo, si tu hermano se encuentra implicado, y yo lo doy por hecho. Enciérralo.Llegamos al barrio donde esperaba Jaime con su equipo, nos detuvimos a dos cuadras de la casa y la policía no llegó con sus sirenas. Era la una de la mañana. El plan era subir al rejado; Jaime y yo bajaríamos por una de las tejas, ingresaría
Esto no se lo deseaba a nadie, a nadie. La bendita zozobra me agobiaba y ni para llamar a Deacon a ver cómo iba el operativo. Me había quitado todo el esmalte de las uñas con las mismas uñas, en un acto que vi necesario con tal de controlar mis nervios. Maju andaba igual, Samuel y Maco se habían puesto uno en cada lado de ella, así le daban fuerzas. Por ratos hacia el rosario, le había bajado a la intensidad. Otras veces se me venía la situación de Deacon y reventaba en llanto.Mis amigas no me preguntaron nada, entendieron que no era el momento o solo me dieron tiempo para abordar el tema, aún me debatía en sí contar todo o esperar a encontrarme más tranquila, aunque no creo que vuelva a estar tranquila. Lo cierto era que hasta el momento no había preguntado por la enfermedad de mi marido. Y se los agradecía. —El abrazo de Virginia fue mi dosis de; «aquí estamos amiga, llora si lo necesitas».—¡Voy a darle un chancletazo a Carlos!Estalló Fernanda. Esa intervención fue como un alivio
La vi partir, y me quedé con este sin sabor de tenerla a si sean por unos segundos entre mis brazos, debía agradecerle a Fernanda su intervención cuando se abalanzó sobre mí. No aparté la mirada de Blanca hasta que el carro de los Katsaros desapareció de mi vista.—No fue nada, —le di un beso en la frente—. Se les notó demasiado el anhelo que se tienen el uno al otro.—No digas eso. He ocultado muy bien mis sentimientos.—Pero a las brujas conocedoras del amor, no nos pueden mentir, eviten estar solos, cerca, juntos.—Fernanda…—David, tú eres gasolina y ella una cerilla. El día en… se escuchará feo, pero una vez Deacon muera, solo será cuestión de tiempo para que en ustedes enciendan la hoguera, —no dije nada—. Evita quedarte cerca, tú no mereces ser el segundo de una mujer, Deacon no merece una infidelidad y Blanca no se sentirá bien si por algún momento de locura el cuerpo le gana a la sensatez. Así que la solución de ustedes es estar lo más lejos posible o con metiches alrededor.
Ese cambio de mirada entre los dos no me gustó. Seguían mintiéndome y mi enojo era con Deacon, David no me debía lealtad, pero mi marido sí. Y estaban cansando de verme como una niña. El recién llegado le entregó un celular, además lo dicho no fue de mi agrado.—Es Athan, si le contesto lo pongo en alerta.Un frío recorrió todo el cuerpo, por el amor de Dios, ¿se atrevió a meterse con mis hijos?—Entonces ¿qué sugieres?—El jet está en el aeropuerto, nos vamos tú y yo a Grecia. ¿Hay material para inculparlo?—Sí, pero una afirmación de su parte sería la cereza del pastel, cuando vuelva a timbrar, graba la conversación, deja que él hable primero.David, en vez de haber sido un subversivo, debió de meterse al ejército. «Tenía una razón de peso para pertenecer a esa organización.» —dijo una voz en mi mente. Mi esposo me miró.—No me voy a ir de aquí, ya te lo dije Deacon. Los dos arreglaremos tu maleta.—A veces eres muy terca.—Es parte de tu penitencia.Su mirada cambió, me abrazó. Vol