Una vez más, alguien estaba mencionando a Evangeline y haciéndola culpable de algún conflicto. Al principio, Samira era la única que aseguraba que Evangeline estaba detrás de todos los problemas que habían tenido hasta entonces. Después la culpó Damon, por el escape de Samira. Luego Norman, diciendo que fue su amante y que lo manipuló para que acabara con su esposa. Finalmente, Angelo, que la acusaba de planear que Alister creyera que Samira lo había engañado. Pero, ¿porqué? Si Evangeline en verdad hizo todo esto, ¿cuál era el motivo? ¿Qué razones tendría? El Alfa entendió que debía seguir indagando, y para ello, debía hablar con la persona más "cercana" a ella. En cierto modo, conocía a Evangeline y sabía que no era de muchas amistades. Sabía que no tenía una amiga con la que frecuentaba. Sin embargo, había alguien que atendía todos sus caprichos desde que era una cachorra. Se podría pensar que era su padre, pero no. En realidad, era Ofelia, su sirvienta y la única que podía entra
Alister y Samira llegaron a la ciudad y, al no estar en su coche, tuvieron que tomar un taxi. Alister había abandonado su forma de lobo, sabiendo que continuar en esa forma por la carretera sería demasiado peligroso. Una vez en su forma humana, ambos subieron al taxi y se dirigieron hacia su destino.Samira, visiblemente molesta, mantenía la mirada fija en la ventana. Alister, por su parte, intentó romper la tensión. —Escucha —dijo con voz calmada—. En lugar de seguir tan enfadada, solo disfruta del cambio de ambiente. No tendrás que hacer nada, soy yo quien tiene asuntos que resolver. Tú podrás quedarte en la casa de la ciudad y estar tranquila. No estaré detrás de ti todo el tiempo ni controlaré tus movimientos. Tendrás tu espacio, y podrás estar en el jardín si lo deseas. Solo estaremos allí un par de días. Si termino lo que tengo que hacer rápido, regresaremos antes de lo previsto. Samira lo miró con frialdad. —Bueno, no es como si tuviese otra opción, ya que me trajiste a la f
Ofelia se mantenía de pie frente a Alister, en lo que sus manos temblaban ligeramente y trataba de disimular su ansiedad bajo una expresión neutral. Alister, por su parte, se encontraba mirándola en silencio. El Alfa dejaba que el peso de su mirada y el incómodo silencio se instalaran en el aire, haciendo que la tensión creciera lentamente en el estudio. Ofelia sentía el pulso acelerado en su garganta, el silencio la ponía cada vez más nerviosa. Sabía que algo estaba mal, pero no tenía idea de qué esperar.Finalmente, Alister rompió el silencio una vez más, con su voz autoritaria llenando el espacio.—Entonces, comenzaré ahora, Ofelia —articuló—. Dime, ¿alguna vez has visto a Evangeline hacer algo que consideres incorrecto?Ofelia sintió como si su corazón hubiera dado un vuelco. No había anticipado que la conversación girara en torno a Evangeline. Había esperado que tal vez se tratara de algo trivial, alguna tarea descuidada o algo de menor importancia. Pero apenas escuchó el nombre
Evangeline caminaba de un lado a otro en su habitación, con las manos temblorosas mientras se mordía la uña del pulgar con desesperación. Sentía un nudo en el estómago y su mente estaba nublada por el miedo y la ansiedad. Ofelia la había puesto en alerta: Alister estaba haciendo preguntas, y esa era una señal peligrosa. Evangeline sabía que cuando Alister empezaba a sospechar, no descansaba hasta descubrir la verdad.—¿Qué hago? —murmuraba para sí misma, deteniéndose solo para mirar hacia la puerta cerrada, como si esperara que en cualquier momento alguien entrara con malas noticias. El simple pensamiento de ser descubierta le provocaba una sensación de asfixia.Pero, luego de pensarlo detenidamente, intentó calmarse. Alister no sabía nada, o al menos eso pensaba. Si él ya hubiera descubierto algo, no estaría preguntando a Ofelia ni indagando en el asunto, sino que simplemente habría actuado, como siempre lo hacía. Alister no era alguien que perdía el tiempo con especulaciones, y eso
Ricardo cortó la llamada realizando un chasquido de lengua. Estaba visiblemente molesto, frustrado por la forma en que Evangeline le había hablado con esa actitud de superioridad que tanto detestaba. Sin embargo, sabía que tenía que cumplir su parte. Guardó el teléfono en su bolsillo y, como se encontraba en la empresa, se dirigió hacia la oficina de su líder en Nexus, aún pensando en la conversación reciente. Frente a la imponente puerta de la oficina del Alfa, quien tenía el nombre de Froilán. Ricardo respiró hondo, pues sabía que no era alguien con quien se pudiera hablar de manera casual. Tocó la puerta, esperando la respuesta. Desde dentro, se escuchó una voz firme y distante. —Adelante —articuló. Ricardo abrió la puerta y se encontró con la mirada fría del Alfa, sentado tras su amplio escritorio. Sin darle mucha oportunidad, el Alfa lo miró de manera inquisitiva, dejando claro que no estaba de humor para trivialidades. —Ricardo, ¿tienes algo importante que decir? —preguntó,
Alister tenía a Ofelia sujetada por el cuello, con sus dedos firmes alrededor de su garganta mientras la miraba fijamente con ojos llenos de furia y sospecha. La habitación estaba en silencio, pero el aire entre ambos estaba cargado de tensión.—Habla, Ofelia —exigió Alister, apretando un poco más—. ¿Por qué estás avisando a Evangeline sobre nuestra conversación? Eso debía quedar entre tú y yo. Si no hay nada que ocultar, ¿por qué le estás informando todo esto? Dime la verdad, y sé clara. Ofelia, con la voz entrecortada por el dolor y la falta de aire, procuraba no entrar en desesperación, pero era casi imposible. —No es por nada, Alfa, por favor... tenga piedad —suplicó ella, temblorosa.Alister no se inmutó, apretando aún más su agarre.—¡Habla de una vez! —rugió.Ofelia cerró los ojos con fuerza y, entre jadeos, comenzó a explicar.—Solo lo hice porque pensé que quizás Evangeline había hecho algo que lo haya enfurecido... Entonces le pregunté directamente si había cometido algún
—N-No entiendo porqué me dice eso, Alfa —expresó Ofelia—. Evangeline es... es inocente... —¡Basta! —gritó Alister en lo que su paciencia se agotaba. Ofelia estaba petrificada, paralizada ante el furioso grito del Alfa. Sus ojos se abrieron de par en par, llenos de pánico, y antes de que pudiera controlarse, un chillido escapó de sus labios. Alister, imponente y lleno de ira, le gritó directamente en la cara y su voz retumbó en el espacio como el trueno antes de la tormenta—. ¡Basta, Ophelia! Estoy harto, cansado de que me mientan en la cara, de que mi propia familia, mi propio Clan, los miembros de mi manada, me vean como un completo imbécil. ¡Dímelo de una vez! Porque, como te advertí, si no hablas por tu propia voluntad, tomaré medidas drásticas para hacerte hablar, y te aseguro que no te gustarán para nada.Ofelia comenzó a temblar, pues un miedo profundo sacudió todo su cuerpo. Sabía que no había escapatoria. Sus labios se movieron torpemente mientras trataba de encontrar las pal
Alister estaba perdido. No sabía cómo manejar toda la marea de emociones que lo inundaba: la rabia, la culpa, el arrepentimiento. Cada una de ellas lo consumía como un veneno lento que se expandía por su cuerpo, haciéndolo sentirse asfixiado. Ahora que conocía la verdad, ahora que todo había salido a la luz, ¿qué se suponía que debía hacer? Su mente estaba hecha un caos, pero una cosa era clara: Samira jamás lo perdonaría.Había escuchado una y otra vez sus súplicas, sus intentos desesperados por explicarle lo que había ocurrido, pero él nunca quiso escucharla. En cada oportunidad, él la había silenciado, ignorado, cegado por lo que creía que era la verdad. En su mente, la imagen de la traición estaba grabada a fuego. Pero esa imagen no era más que un cruel engaño, una mentira cuidadosamente orquestada para separarlos. Todo había sido manipulado, diseñado para romperlos, y lo peor de todo es que él había caído en la trampa como un tonto.Samira trató de salvarlo de esa mentira, de hac