Los hombres que llegaron con Yimar y Jonás levantaron al Alfa con cuidado y lo subieron a su propio coche. El médico se ubicó frente al volante y el motor rugió cuando éste pisó el acelerador, mientras el cuerpo herido de Alister reposaba en el asiento trasero. Por otro lado, en el auto de Yimar, Samira había sido forzada a subir. El Beta se colocó en el asiento del piloto y los otros dos hombres, que habían aparecido en su forma de lobo, se ubicaron en el asiento trasero con Norman en su estado inconsciente. Ambos vehículos empezaron a moverse, mientras que en el de Yimar se desataba una discusión. —Déjame ir, Yimar —insistió Samira—. ¡No quiero volver a esa casa, ni deseo volver a pasar mis días encerrada en un cuarto sin luz ni sonido! Yimar mantenía la mirada fija en la carretera, con la expresión endurecida, incapaz de mostrar compasión. —No, Samira. No te dejaré ir. Tampoco lograrás que te tenga lástima, digas lo que digas —aprovechó la oportunidad para expresarle lo q
Evangeline asintió, aunque sus pensamientos estaban en otra parte. Había algo más en todo esto, algo que le resultaba inquietante. Dejó a su padre con Alister y se dirigió hacia un rincón apartado de la casa. Sacó su teléfono y marcó un número que había memorizado hace tiempo.La loba tenía conexiones secretas con el Clan Abyss. Su principal "cómplice" era Ricardo, uno de los miembros de confianza del Alfa de dicha manada. Evangeline marcó a su número y el tono de llamada sonó varias veces antes de que la voz de Ricardo contestara al otro lado.—¿Qué ocurre? —cuestionó en voz baja, como si también estuviese cuidando que nadie lo escuchara—. Habla rápido que no tengo mucho tiempo.—Ricardo, ¿qué demonios está pasando? —replicó ella, con un tono de rabia—. Necesito respuestas, y las necesito ahora.Hubo una pausa antes de que Ricardo respondiera.—Primero que nada, ¿a qué te refieres exactamente? ¿Crees que puedo leer tus pensamientos? —dijo con un toque de sarcasmo.—Nuestro Alfa está
Yimar permanecía en la habitación de Alister, observando cómo Jonás trataba con cuidado las heridas del Alfa. La luz del sol se filtraba a través de las pesadas cortinas, creando sombras alargadas que hacían que la atmósfera en el cuarto se sintiera aún más opresiva. Alister yacía sobre la cama, con el rostro rígido como si la rabia no lo abandonara ni en sus sueños. Yimar estaba inquieto, no solo por el estado de su líder, sino por lo que ocurriría después. Sabía que la paz que tanto necesitaban dependía de las decisiones que se tomarían en las próximas horas.Uno de los hombres que había ayudado a cargar el cuerpo de Alister en el coche se acercó con cautela, interrumpiendo sus pensamientos.—Señor, ¿qué haremos con los humanos? —preguntó—. ¿Los llevamos al calabozo?Yimar dejó escapar un suspiro largo y profundo, en lo que sus ojos se clavaron en el cuerpo inmóvil del Alfa. Decidir el destino de Norman no requería mucha reflexión, él iría directo a la prisión, no había duda de eso
El ambiente era incómodo, mientras Yimar y Samira se miraban fijamente, cada uno con su propia perspectiva sobre la situación. Samira se mantenía firme, con los puños apretados, sintiendo cómo cada fibra de su cuerpo se tensaba ante la posibilidad de que la obligaran a volver a la celda oscura.No iba a ceder, no otra vez, y eso era un hecho.—No entraré allí, Yimar. No importa lo que digas —repitió Samira, con la voz más baja pero aún determinada, y con un tono que delataba el cansancio emocional.Yimar la observó en silencio. Sabía que ella era una simple humana, pero era la mismísima mate del Alfa y eso la hacía dejar de ser una más del montón. Se había vuelto bastante fuerte, pero, en ese momento, lucía vulnerable, tan desgastada, que algo dentro de él titubeó por un segundo. Aun así, su lealtad al Alfa era inquebrantable. Debía cumplir con su deber.El aire en la habitación parecía espesarse, cargado de un silencio incómodo. Fuera, las sombras comenzaban a alargarse, dando a todo
Alister se encontraba en la amplia sala de la casa del bosque, en donde se suponía que el aire era fresco y ligero. Sin embargo, en ese momento, el oxígeno era difícil de respirar debido a las circunstancias. Las paredes que demostraban la antigüedad de la estructura parecían cerrarse sobre él mientras observaba a Samira, quien permanecía de pie frente a él. Alister había escuchado la verdad hacía tan solo unas horas, una verdad que había sacudido su mundo: Norman no era el padre del hijo que Samira esperaba, y la revelación lo había dejado en una encrucijada. El lobo en su interior rugía por respuestas, por acción, y eso lo mantenía ansioso e inquieto. Había sido herido profundamente, traicionado, o al menos, eso era lo que él había creído hasta ahora. Pero al mismo tiempo, había una extraña sensación de alivio, una liberación que no podía ignorar. Si Norman no era el padre, ¿qué significaba eso? ¿Quién era, entonces, el responsable? ¿Angelo, quizás? ¿O es que era suyo? Se acercó
Luego de que Yimar llevara a Samira a su nuevo cuarto, Alister permaneció en su misma posición, con la expresión pensativa. Sin embargo, no se había quedado solo. Allí aún se encontraba Evangeline, quien había presenciado la escena y había oído todo. Cuando los demás se retiraron del sitio, la loba se aproximó rápidamente al Alfa. Sus pasos eran silenciosos, pero su presencia vibraba y no podía pasar desapercibida.—Alfa, no debió haberse levantado de la cama —manifestó ella, con una mezcla de preocupación y reproche—. Necesita descansar. Nada de esto es tan urgente como su salud, tiene que cuidarse.Alister se quedó mirando a Evangeline, con los pensamientos enredados por la conversación que había escuchado entre Samira y Norman. Recordó con claridad cómo Samira había acusado a Evangeline de haber tenido un romance con Norman mientras todavía estaba casado con ella. Norman, quien fácilmente podría haber negado la acusación y afirmar que Samira estaba equivocada, en lugar de eso lo a
Alister estaba en su estudio, con su rostro marcado por la frustración. A pesar de sus heridas, no podía soportar quedarse inactivo. Los libros y documentos esparcidos sobre el escritorio frente a él reflejaban su urgencia por retomar el control. Sus pensamientos se arremolinaban, cada uno más oscuro e inquieto que el anterior.—Alfa, usted debería estar en la cama, no aquí —dijo Yimar, entrando en el estudio con una mirada preocupada.Alister levantó la vista, mostrándose determinado, aunque lucía claramente agotado.—Tengo muchas cosas que hacer, Yimar —respondió con firmeza—. No puedo permitirme descansar. Si me quedo en cama, solo estaré desesperado porque hay tantas cosas con las que hay que lidiar.Yimar frunció el ceño y se sobó la frente, reflejando su agobio. —Alfa, entiendo que quiera seguir adelante con sus actividades, pero no está bien. Sus heridas todavía no han sanado y, si se esfuerza demasiado, podría empeorar. No podrá pensar con claridad si no se cuida y podría ter
Alister había pasado los últimos días en una especie de trance, encerrado en su propio mundo mientras su cuerpo sanaba lentamente. Las heridas físicas iban cicatrizando, pero las emocionales aún estaban frescas. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a la realidad y, cuanto antes, mejor. Con respecto a Samira, cada vez que se cruzaban por los pasillos, el aire entre ellos se volvía espeso y cargado de emociones contenidas. Generalmente, Samira trataba de no salir mucho de su habitación, pero si salía y se cruzaba con Alister, los dos se miraban de reojo, con los labios sellados, incapaces de encontrar las palabras adecuadas para llenar el abismo que se había formado entre ellos. Samira evitaba cualquier tipo de confrontación, manteniéndose en silencio, aunque podía sentir la presión en el ambiente cuando estaban cerca.Alister, por su parte, había decidido mantener la distancia. Sabía que cualquier intento de hablar con ella en ese momento sería en vano. Antes de estar fr