Alister había llegado a la iglesia, siguiendo el rastro de Samira. Sabía que los sacerdotes veían a los hombres lobos como criaturas malditas, resultado de pactos demoníacos, así que dudaba para entrar. Sin embargo, su determinación por encontrar a Samira era más fuerte que cualquier historia. Dentro de la iglesia, el sacerdote observaba el exterior a través de una pequeña ventana. Vio a Alister, quien llevaba un largo rato parado frente a la capilla. El sacerdote creyó que el hombre quizás quería entrar pero su vacilación lo hacía quedarse allí, por lo que salió y se acercó a él para ver si podía ayudarlo. —Buenas días, hijo. ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó el Padre con calidez. Alister lo miró con dureza, pero al instante trató de relajar la mirada, procurando que la historia de los sacerdotes como cazadores de licántropos no lo afectara tanto como para delatarse él mismo. —Estoy buscando a una mujer llamada Samira. Sé que está aquí. Es urgente que hable con ella. El sacerdot
Norman pisó el acelerador, intentando escapar de Alister. Sabía que si no se daba prisa, el Alfa podría llegar a alcanzarlos y no quería correr ese riesgo. A pesar de que Norman maniobraba hábilmente entre los autos, Alister mantenía el ritmo, pegado a su parachoques. El tráfico era denso, con el sol aún alto en el cielo, pero Norman esquivaba a los vehículos que se interponían en su camino, haciendo zigzags y cruzando semáforos en rojo. En una de esas maniobras, casi lo chocan de frente, pero logró esquivarlo por un pelo. Samira estaba sentada junto a él y se aferraba al asiento, aterrada. Mientras Norman hacía todo lo posible por evadir a Alister, su celular comenzó a sonar. Su corazón se aceleró aún más, temiendo que fuera su jefe. No podía permitirse no contestar, pero tampoco quería que Samira viera la pantalla. Si se trataba de Evangeline, eso solo complicaría las cosas. Resignado, tomó el celular con una mano, manteniendo la otra en el volante y contestó rápidamente sin dar t
El sol era opacado por las sombras de los altos árboles del bosque, creando un ambiente tenso y opresivo. Norman manejaba con fuerza el volante, haciendo lo posible por maniobrar el vehículo en el terreno cada vez más difícil de transitar. Las ramas arañaban al coche y las llantas patinaban sobre el lodo en algunas partes, mientras el motor rugía, luchando contra la resistencia del suelo. Samira, a su lado, se aferraba al cinturón de seguridad, tratando de estabilizarse en el asiento mientras el auto se sacudía violentamente. La sensación de desamparo crecía en ella, cada salto, cada bache la hacía sentir que estaba más cerca del peligro.—¡Norman! ¡¿Qué demonios estamos haciendo aquí?! —Samira gritó, con la voz temblando de pánico mientras observaba el oscuro bosque que los rodeaba. La familiaridad del lugar solo intensificaba su miedo. Sabía que este no era un lugar seguro, no después de todo lo que había pasado allí.Norman no respondió, pues estaba concentrado en mantener el cont
Alister, con los ojos fijos en los licántropos que se movían entre los árboles y que lo habían acorralado, sabía que el enfrentamiento era inevitable. Tras un instante, después de que se aseguraron de que el Alfa ya no tenía salida, el primer lobo, un enorme animal de pelaje oscuro y ojos cafés, se lanzó sobre él sin previo aviso, con sus fauces abiertas, buscando destrozar a su presa. Alister, con la velocidad de un rayo, alzó su puño y conectó un golpe devastador en el lobo, haciéndolo volar varios metros hasta estrellarse contra un árbol. El impacto fue tal que el tronco crujió bajo la fuerza del cuerpo del lobo, pero Alister sabía que su ventaja en su forma humana era limitada. Aunque era fuerte, tremendamente fuerte, no podía hacer frente a toda una manada de licántropos en su forma actual. Sus ojos se volvieron hacia Norman y Samira por un breve instante. Sabía lo que tenía que hacer, pero también era consciente de las consecuencias. Por un momento, Alister se vio vulnerable.
Alister se hallaba herido y agotado, tendido en el suelo mientras los lobos enemigos finalmente se retiraban, dejándolo cubierto de lesiones. Samira, impulsada por la preocupación, bajó rápidamente del auto para intentar ayudarlo. El Alfa, aunque se encontraba debilitado, aún era consciente de lo que ocurría a su alrededor. Su respiración era pesada y sus ojos estaban entrecerrados, pero seguía alerta. Samira corrió hacia él, casi tropezando en su prisa, y se arrodilló a su lado. Sintió el calor de su sangre en sus manos mientras trataba de verificar cuán graves eran las heridas. Con un tono de desesperación, le gritó a Norman, quien seguía dentro del coche. —¡Norman, baja del auto! ¡Alister está muy herido, tenemos que ayudarlo! El hombre, que había observado todo desde el vehículo, no tenía ninguna intención de involucrarse con esos "monstruos" como él había decidido llamarlos. Quería salir de allí cuanto antes, así que salió del auto y caminó en dirección a Samira. Su objetivo n
—Deja de decir tonterías —regañó Samira—. No necesito nada de ti.Norman refunfuñó para sus adentros, en lo que observaba a Samira estar al pendiente de Alister y se negaba a mover al licántropo herido.—Pero míralo, Samira —lo apuntó con la mano—. No podemos llevarlo en esas condiciones, ni siquiera en esa forma. ¿Qué van a pensar de nosotros si lo llevamos al hospital y decimos que en realidad es un hombre lobo? Nos encerrarán en un psiquiátrico.—No lo llevaremos al hospital, sino a la casa del bosque —expuso ella, a lo que Norman frunció el ceño.—¿Casa del bosque? ¿Qué casa del bosque? —cuestionó, cuando de pronto recordó que Evangeline le comentó sobre ello, y que Alister tenía a Samira encerrada allí.—Alister tiene una casa en el bosque —explicó ella—. Sé dónde queda. Aunque... —se tornó pensativa—. Tardaremos bastante en llegar si vamos por nuestra propia cuenta, y Alister debe ser atendido de inmediato...—No voy a cargar con esto, Samira —declaró nuevamente—. Por si se te o
Norman se quedó estupefacto al oír lo último. ¿Qué estaba diciendo? ¿Que ya no le interesaba él? Se resultaba difícil creerlo. —¿Ya no me amas? ¿C-Cómo es eso posible? —dio unos pasos hacia ella y la tomó de los hombros con firmeza—. N-No puedes decirme eso, estás mintiendo... Lo dices para hacerme sentir mal, para que sienta culpa, pero en el fondo tú me adoras, lo sé, sé que lo soy todo para ti... —Lo eras, antes de que intentaras matarme —quitó las manos de Norman, haciendo un gesto de desagrado—. Pero eso se acabó —se alejó de él y se aproximó a Alister, colocándose en cuclillas delante suyo. Mientras tanto, Norman no dejaba de hablar, buscando la manera de poner las cosas a su favor, pero Samira apenas lo escuchaba. —Estás enojada por lo de Evangeline, y lo entiendo, te juro que lo entiendo, pero no me mientas ni te mientas a ti misma. Me lo prometiste cuando nos casamos, que nunca dejarías de amarme pasara lo que pasara... —¿Si? Pues tu prometiste protegerme y serme
Los hombres que llegaron con Yimar y Jonás levantaron al Alfa con cuidado y lo subieron a su propio coche. El médico se ubicó frente al volante y el motor rugió cuando éste pisó el acelerador, mientras el cuerpo herido de Alister reposaba en el asiento trasero. Por otro lado, en el auto de Yimar, Samira había sido forzada a subir. El Beta se colocó en el asiento del piloto y los otros dos hombres, que habían aparecido en su forma de lobo, se ubicaron en el asiento trasero con Norman en su estado inconsciente. Ambos vehículos empezaron a moverse, mientras que en el de Yimar se desataba una discusión. —Déjame ir, Yimar —insistió Samira—. ¡No quiero volver a esa casa, ni deseo volver a pasar mis días encerrada en un cuarto sin luz ni sonido! Yimar mantenía la mirada fija en la carretera, con la expresión endurecida, incapaz de mostrar compasión. —No, Samira. No te dejaré ir. Tampoco lograrás que te tenga lástima, digas lo que digas —aprovechó la oportunidad para expresarle lo q