Alister sintió cómo la ira se apoderaba de él al escuchar la burla en el tono de Norman cuando dijo que Samira se le había perdido. La sangre le hervía al pensar que ella, en su desesperación, había buscado ayuda precisamente a él. Pues claro, como eran amantes, no le sorprendió, pero sí lo enfadó. —Escucha, no me importa en lo más mínimo lo que tú y Samira tengan —refunfuñó Alister—, pero ella tiene un deber conmigo. Ustedes dos son las peores basuras con las que me he cruzado y, si es por mí, preferiría no tener que saber nada más de esa mujer. Sin embargo, no puedo dejarla ir hasta asegurarme de que el hijo que espera no es mío.Aunque dijo aquello, el Alfa en realidad estaba convencido de cumplir su amenaza pasada: si el hijo no era suyo, mataría al niño, al padre y a Samira. Norman, aunque al principio parecía confundido por las palabras de Alister, pronto recordó la historia que habían montado con Evangeline. Por un momento lo olvidó, pues como todo era mentira, le costaba tene
Alister se enfureció con las palabras de Norman. Cuando este último le sugirió que solo quería controlar a Samira porque estaba obsesionado con ella, la ira de Alister creció. Norman había tocado una fibra sensible, y el Alfa, lleno de enojo, intentó mantener la calma, pero le resultaba difícil.Alister ni siquiera sabía con certeza qué sentía por Samira en esas circunstancias. Estaba profundamente herido, creyendo que ella le había engañado, pero al mismo tiempo, no podía soportar la idea de dejarla ir, aunque no estuviera seguro si era por el asunto del bebé o porque simplemente no podía concebir que ella estuviera con otro hombre.Antes de que pudiera responderle a Norman, Alister sintió que el rastro del olor de Samira se alejaba. Los hombres que había enviado para que la buscaran le habían informado que ella estaba en el albergue, y al llegar allí, Alister pudo oler su aroma distintivo. Sin embargo, empezó a darse cuenta de que el olor se estaba disipando, lo que significaba que
Después de que Alister propinara un golpe que dejó a Norman en el suelo, éste se levantó adolorido, sintiendo la sangre corriendo por su boca. Justo cuando estaba a punto de seguir al Alfa dentro del albergue, su celular comenzó a sonar insistentemente. Se detuvo y miró la pantalla, esperando ver el nombre de su jefe, ya que trabajaba para Nexus, la empresa rival de Between the Clouds. Sin embargo, el nombre que aparecía era el de Evangeline.Con un tono enfadado, contestó.—Hola, Evangeline.Ella respondió con un tono ligero pero claramente inquieta.—Wow, te oyes bastante mal. ¿Acaso está pasando algo?Norman, aún más irritado por la llamada, contestó con impaciencia.—¿Para qué me llamas? ¿Qué quieres ahora? —cuestionó.Evangeline, sorprendida por su actitud, respondió con sarcasmo.—Tch, qué genio. Te llamo para saber cómo va todo, ya que no me has dicho nada desde lo del hospital. ¿Acaso pudiste solucionar las cosas con Samira? ¿Ya la llevaste a tu casa? —interrogó, a lo que Norm
Alister había llegado a la iglesia, siguiendo el rastro de Samira. Sabía que los sacerdotes veían a los hombres lobos como criaturas malditas, resultado de pactos demoníacos, así que dudaba para entrar. Sin embargo, su determinación por encontrar a Samira era más fuerte que cualquier historia. Dentro de la iglesia, el sacerdote observaba el exterior a través de una pequeña ventana. Vio a Alister, quien llevaba un largo rato parado frente a la capilla. El sacerdote creyó que el hombre quizás quería entrar pero su vacilación lo hacía quedarse allí, por lo que salió y se acercó a él para ver si podía ayudarlo. —Buenas días, hijo. ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó el Padre con calidez. Alister lo miró con dureza, pero al instante trató de relajar la mirada, procurando que la historia de los sacerdotes como cazadores de licántropos no lo afectara tanto como para delatarse él mismo. —Estoy buscando a una mujer llamada Samira. Sé que está aquí. Es urgente que hable con ella. El sacerdot
Norman pisó el acelerador, intentando escapar de Alister. Sabía que si no se daba prisa, el Alfa podría llegar a alcanzarlos y no quería correr ese riesgo. A pesar de que Norman maniobraba hábilmente entre los autos, Alister mantenía el ritmo, pegado a su parachoques. El tráfico era denso, con el sol aún alto en el cielo, pero Norman esquivaba a los vehículos que se interponían en su camino, haciendo zigzags y cruzando semáforos en rojo. En una de esas maniobras, casi lo chocan de frente, pero logró esquivarlo por un pelo. Samira estaba sentada junto a él y se aferraba al asiento, aterrada. Mientras Norman hacía todo lo posible por evadir a Alister, su celular comenzó a sonar. Su corazón se aceleró aún más, temiendo que fuera su jefe. No podía permitirse no contestar, pero tampoco quería que Samira viera la pantalla. Si se trataba de Evangeline, eso solo complicaría las cosas. Resignado, tomó el celular con una mano, manteniendo la otra en el volante y contestó rápidamente sin dar t
El sol era opacado por las sombras de los altos árboles del bosque, creando un ambiente tenso y opresivo. Norman manejaba con fuerza el volante, haciendo lo posible por maniobrar el vehículo en el terreno cada vez más difícil de transitar. Las ramas arañaban al coche y las llantas patinaban sobre el lodo en algunas partes, mientras el motor rugía, luchando contra la resistencia del suelo. Samira, a su lado, se aferraba al cinturón de seguridad, tratando de estabilizarse en el asiento mientras el auto se sacudía violentamente. La sensación de desamparo crecía en ella, cada salto, cada bache la hacía sentir que estaba más cerca del peligro.—¡Norman! ¡¿Qué demonios estamos haciendo aquí?! —Samira gritó, con la voz temblando de pánico mientras observaba el oscuro bosque que los rodeaba. La familiaridad del lugar solo intensificaba su miedo. Sabía que este no era un lugar seguro, no después de todo lo que había pasado allí.Norman no respondió, pues estaba concentrado en mantener el cont
Alister, con los ojos fijos en los licántropos que se movían entre los árboles y que lo habían acorralado, sabía que el enfrentamiento era inevitable. Tras un instante, después de que se aseguraron de que el Alfa ya no tenía salida, el primer lobo, un enorme animal de pelaje oscuro y ojos cafés, se lanzó sobre él sin previo aviso, con sus fauces abiertas, buscando destrozar a su presa. Alister, con la velocidad de un rayo, alzó su puño y conectó un golpe devastador en el lobo, haciéndolo volar varios metros hasta estrellarse contra un árbol. El impacto fue tal que el tronco crujió bajo la fuerza del cuerpo del lobo, pero Alister sabía que su ventaja en su forma humana era limitada. Aunque era fuerte, tremendamente fuerte, no podía hacer frente a toda una manada de licántropos en su forma actual. Sus ojos se volvieron hacia Norman y Samira por un breve instante. Sabía lo que tenía que hacer, pero también era consciente de las consecuencias. Por un momento, Alister se vio vulnerable.
Alister se hallaba herido y agotado, tendido en el suelo mientras los lobos enemigos finalmente se retiraban, dejándolo cubierto de lesiones. Samira, impulsada por la preocupación, bajó rápidamente del auto para intentar ayudarlo. El Alfa, aunque se encontraba debilitado, aún era consciente de lo que ocurría a su alrededor. Su respiración era pesada y sus ojos estaban entrecerrados, pero seguía alerta. Samira corrió hacia él, casi tropezando en su prisa, y se arrodilló a su lado. Sintió el calor de su sangre en sus manos mientras trataba de verificar cuán graves eran las heridas. Con un tono de desesperación, le gritó a Norman, quien seguía dentro del coche. —¡Norman, baja del auto! ¡Alister está muy herido, tenemos que ayudarlo! El hombre, que había observado todo desde el vehículo, no tenía ninguna intención de involucrarse con esos "monstruos" como él había decidido llamarlos. Quería salir de allí cuanto antes, así que salió del auto y caminó en dirección a Samira. Su objetivo n