C66: Estoy dispuesto a todo para que me perdones.
Samira despertó lentamente, parpadeando mientras sus ojos se acostumbraban a la luz. La primera cosa que notó fue el techo blanco del hospital, iluminado por luces fluorescentes frías y clínicas. El zumbido constante de los equipos médicos llenaba el aire, junto con el pitido ocasional de un monitor de signos vitales. Las paredes estaban pintadas de un azul pálido, casi gris, que intentaba, sin éxito, dar una sensación de calma. Cortinas blancas semi-transparentes rodeaban la cama, proporcionando una ilusión de privacidad.

Al girar la cabeza, vio una mesita de noche con una jarra de agua y un vaso desechable, al lado de una pequeña lámpara que emitía una luz cálida pero tenue. Había un ramo de flores en un florero barato, probablemente de plástico, situado en la esquina de la habitación, aunque las flores ya comenzaban a marchitarse. Un televisor pequeño estaba montado en la pared opuesta, apagado y con la pantalla reflejando la luz artificial de la habitación. Samira sintió una punz
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