La mañana siguiente en el hospital, el sol se filtraba a través de las cortinas de la ventana, llenando la habitación con una luz cálida y suave. Una enfermera iba caminando por el pasillo llevando el desayuno a Samira, a lo que se cruzó con Norman. —Yo se lo llevaré —dijo, tomando la bandeja de las manos de la enfermera. La enfermera, un poco sorprendida, asintió y se retiró sin decir nada. Luego de que Norman entrara al cuarto, Samira lo miró con fastidio. —¿Qué haces todavía aquí, Norman? —preguntó, mostrándose agotada. Norman colocó la bandeja cuidadosamente sobre las piernas de Samira. —No olvide que yo fui quien te trajo a este hospital, así que no me iré hasta asegurarme de que te encuentres bien —respondió—. Además, te traje el desayuno. Samira apartó la mirada, negando con la cabeza. —No quiero comer nada. Norman suspiró, tratando de encontrar las palabras correctas. —He escuchado de los doctores que estás esperando un hijo. Imagino que es del señor Fro
Los sentimientos de Samira eran un torbellino imparable de emociones mientras intentaba mantener la calma. La angustia por su situación actual, combinada con la presencia persistente de Norman, hacía que su dolor y frustración crecieran con cada segundo. Mientras miraba por la ventana del hospital, recordaba los momentos más oscuros de su relación con Norman, esos momentos que habían dejado cicatrices profundas e imborrables en su alma.Samira sentía un dolor punzante cada vez que pensaba en Alister. Su amor por él había sido verdadero y puro, pero su desconfianza y las acusaciones de infidelidad habían destruido todo. Alister no solo había roto su corazón, sino que también la había dejado sola y embarazada, enfrentando un futuro incierto sin el apoyo de la persona que más amaba.El rechazo de Norman era la gota que colmaba el vaso. ¿Cómo podía él, de todas las personas, atreverse a ofrecerle ayuda? Era como una bofetada en la cara, un recordatorio cruel de todas las promesas rotas y
El albergue estaba ubicado en una zona oscura de la ciudad, un lugar donde el bullicio nocturno nunca cesaba. Los sonidos de la noche eran una mezcla de risas, gritos, y el constante murmullo de la vida urbana. Samira, exhausta, había encontrado refugio en el albergue, acompañada por Norman que insistía en no dejarla sola. Sin despedirse, le dio la espalda y entró al albergue sin siquiera mirar atrás. Norman permaneció en el auto, observando con frustración cómo Samira desaparecía tras las puertas del refugio.Una vez dentro, Samira se dirigió al mostrador donde el encargado, un hombre robusto con una barba descuidada, la recibió con una expresión seria pero comprensiva.—Buenas noches. ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó el encargado.—Necesito un lugar para pasar la noche, por favor —respondió Samira. —Este lugar solo ofrece refugio a personas sin hogar —indicó el hombre. —Pues... ahora no lo tengo —manifestó en tono melancólico. El hombre la miró fijo por un instante, para luego p
Alister se preparó para ir a la ciudad en búsqueda de Samira, y como la casa en donde se hallaba estaba ubicada en lo profundo de un espeso bosque, era imposible llegar a la carretera en su forma humana en menos de tres días. Así que, cuando cayó la noche, se transformó en su forma de lobo en lo que sus ojos brillaban con determinación bajo la luz de la luna. La metamorfosis le permitió moverse rápidamente entre los árboles, cubriendo la distancia en solo unas horas. Alister no podía perder tiempo, la urgencia de encontrar a Samira lo consumía.Antes de partir, Evangeline intentó disuadirlo de que no lo hiciera. —Alfa, por favor, reconsidere su decisión —suplicó, con la voz cargada de preocupación y al mismo tiempo mostrando su desacuerdo—. No tiene por qué ir tras ella después de lo que ha pasado. Ni siquiera sabe si el hijo que está esperando es suyo. Lo ha engañado con dos hombres. ¿Por qué se empeña en encontrarla?A Alister le desagradaba que Evangeline le recordara aquello, así
Alister sintió cómo la ira se apoderaba de él al escuchar la burla en el tono de Norman cuando dijo que Samira se le había perdido. La sangre le hervía al pensar que ella, en su desesperación, había buscado ayuda precisamente a él. Pues claro, como eran amantes, no le sorprendió, pero sí lo enfadó. —Escucha, no me importa en lo más mínimo lo que tú y Samira tengan —refunfuñó Alister—, pero ella tiene un deber conmigo. Ustedes dos son las peores basuras con las que me he cruzado y, si es por mí, preferiría no tener que saber nada más de esa mujer. Sin embargo, no puedo dejarla ir hasta asegurarme de que el hijo que espera no es mío.Aunque dijo aquello, el Alfa en realidad estaba convencido de cumplir su amenaza pasada: si el hijo no era suyo, mataría al niño, al padre y a Samira. Norman, aunque al principio parecía confundido por las palabras de Alister, pronto recordó la historia que habían montado con Evangeline. Por un momento lo olvidó, pues como todo era mentira, le costaba tene
Alister se enfureció con las palabras de Norman. Cuando este último le sugirió que solo quería controlar a Samira porque estaba obsesionado con ella, la ira de Alister creció. Norman había tocado una fibra sensible, y el Alfa, lleno de enojo, intentó mantener la calma, pero le resultaba difícil.Alister ni siquiera sabía con certeza qué sentía por Samira en esas circunstancias. Estaba profundamente herido, creyendo que ella le había engañado, pero al mismo tiempo, no podía soportar la idea de dejarla ir, aunque no estuviera seguro si era por el asunto del bebé o porque simplemente no podía concebir que ella estuviera con otro hombre.Antes de que pudiera responderle a Norman, Alister sintió que el rastro del olor de Samira se alejaba. Los hombres que había enviado para que la buscaran le habían informado que ella estaba en el albergue, y al llegar allí, Alister pudo oler su aroma distintivo. Sin embargo, empezó a darse cuenta de que el olor se estaba disipando, lo que significaba que
Después de que Alister propinara un golpe que dejó a Norman en el suelo, éste se levantó adolorido, sintiendo la sangre corriendo por su boca. Justo cuando estaba a punto de seguir al Alfa dentro del albergue, su celular comenzó a sonar insistentemente. Se detuvo y miró la pantalla, esperando ver el nombre de su jefe, ya que trabajaba para Nexus, la empresa rival de Between the Clouds. Sin embargo, el nombre que aparecía era el de Evangeline.Con un tono enfadado, contestó.—Hola, Evangeline.Ella respondió con un tono ligero pero claramente inquieta.—Wow, te oyes bastante mal. ¿Acaso está pasando algo?Norman, aún más irritado por la llamada, contestó con impaciencia.—¿Para qué me llamas? ¿Qué quieres ahora? —cuestionó.Evangeline, sorprendida por su actitud, respondió con sarcasmo.—Tch, qué genio. Te llamo para saber cómo va todo, ya que no me has dicho nada desde lo del hospital. ¿Acaso pudiste solucionar las cosas con Samira? ¿Ya la llevaste a tu casa? —interrogó, a lo que Norm
Alister había llegado a la iglesia, siguiendo el rastro de Samira. Sabía que los sacerdotes veían a los hombres lobos como criaturas malditas, resultado de pactos demoníacos, así que dudaba para entrar. Sin embargo, su determinación por encontrar a Samira era más fuerte que cualquier historia. Dentro de la iglesia, el sacerdote observaba el exterior a través de una pequeña ventana. Vio a Alister, quien llevaba un largo rato parado frente a la capilla. El sacerdote creyó que el hombre quizás quería entrar pero su vacilación lo hacía quedarse allí, por lo que salió y se acercó a él para ver si podía ayudarlo. —Buenas días, hijo. ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó el Padre con calidez. Alister lo miró con dureza, pero al instante trató de relajar la mirada, procurando que la historia de los sacerdotes como cazadores de licántropos no lo afectara tanto como para delatarse él mismo. —Estoy buscando a una mujer llamada Samira. Sé que está aquí. Es urgente que hable con ella. El sacerdot