En lo que Samira avanzaba, el sonido de un río cercano llegó a sus oídos. Se dirigió hacia él con la esperanza de que el agua enmascarara su olor y dificultara que Damon la siguiera. Al llegar a la orilla se arrodilló, bebió ansiosamente y el agua fría la revitalizó.Era consciente de que no podía quedarse allí mucho tiempo, así que cruzó el río y continuó su camino, internándose más en el bosque. La oscuridad era densa, pero sus ojos habían empezado a acostumbrarse lo suficiente como para distinguir las formas a su alrededor. Avanzó con cuidado, evitando cualquier ruido innecesario. El cansancio comenzaba a hacer mella en su cuerpo, pero Samira se negaba a detenerse. La imagen de Damon rompiendo la puerta de la celda y persiguiéndola era una motivación suficiente para seguir adelante. No podía permitirse el lujo de descansar por tanto tiempo, al menos hasta hallar un escondite.Damon, por su parte, empezó a recuperarse y logró transformarse en lobo con el fin de destruir la puerta de
Samira, exhausta y abatida, fue conducida de regreso a la casa del bosque, siendo llevada por Alister. Éste bajó a la humana de su espalda y, acto seguido, se transformó en humano. La tomó del brazo y empezó a caminar, prácticamente arrastrándola hacia la prisión.Mientras atravesaban la casa, se cruzaron con Evangeline y ambas mujeres se sostuvieron las miradas. A Samira le sorprendió que la loba se encontrara allí, pues había pensado que nadie más de los miembros del Clan que vivían en la ciudad estaría en el bosque debido a que Alister lo había ordenado así.—Alfa, ¿qué ocurrió? —preguntó Evangeline, mostrándose angustiada.—Nada que debas saber —respondió él, tajante, y siguió su camino.Tras el intento fallido de escape, el Alfa decidió imponer un castigo más severo. Al llegar a la prisión subterránea, se cruzaron con Damon quien ya se había recuperado por completo y lanzó una mirada juzgadora a Samira, demostrando enfado por haberlo engañado. Alister y la mujer continuaron camin
Luego de que Samira fuera colocada en su celda, la puerta se cerró y los presentes se alejaron del sitio. Alister era quien caminaba por delante, hasta que detuvo sus pasos y giró hacia los hombres —Cael, retírate —ordenó y éste obedeció sin cuestionar, dejando al Alfa a solas con Damon.Alister miró al hombre y sus ojos, intensos y fríos, reflejaban el enojo que había sentido al enterarse del escape de Samira.—Damon —su voz resonó con un tono cortante—. ¿Cómo permitiste que Samira lograra escapar?Nadie más aparte de Damon custodiaba a la mujer ya que creían que bastaba con un solo guardia para vigilarla, pues siendo ella una humana, ¿cómo podría siquiera pensar en huir? No tenía ninguna posibilidad contra Damon y su fuerza. Sin embargo, Samira no usó su fortaleza física, sino que se valió de estrategias. Damon estaba avergonzado por esto, fue humillante que una humana lo haya burlado de esa manera. —Perdóneme, Alfa, no lo vi venir. Ella me engañó, fingió desmayarse y se me hizo
Alister se encontraba en su estudio, sumido en la penumbra del atardecer que se filtraba a través de las ventanas. No podía dejar de pensar en todo lo que estaba pasando. De pronto, en un momento de impulso, se levantó de su asiento y salió del estudio, dirigiéndose a la prisión. Minutos después, se encontraba en el pasillo que daba a la celda de Samira, pero allí permaneció sin moverse. Trataba de imaginar cómo estaría su mate ahora. La celda en en la que se hallaba ella estaba sumida en una oscuridad total. La falta de luz y sonido creaba un vacío inmenso, intensificando su aislamiento y la angustia que enfrentaba. La visión de ella en ese estado, completamente ajena a lo que sucedía fuera de la prisión, parecía intensificar el dolor en el pecho de Alister.Mientras observaba la puerta de la celda desde la distancia, una profunda preocupación comenzaba a atormentarlo. Su mente se llenaba de recuerdos felices, de tiempos en los que Samira estaba a su lado, compartiendo risas y caric
Evangeline, llena de curiosidad y con una inquietante necesidad de verificar el estado de Samira, se encontró en una encrucijada. Sabía que, aunque sentía una gran intriga de ver a Samira y comprobar cómo se encontraba, debía hacerlo sin despertar la sospecha de Alister. Había escuchado rumores y tenía la inquietante sensación de que la situación era peor de lo que aparentaba. Consciente de que el Alfa había establecido estrictas restricciones sobre el acceso a la prisión, Evangeline decidió actuar con cautela.Bajó a la prisión en un intento de evitar la detección. El pasillo oscuro y frío estaba custodiado por Damon, el guardia asignado. Evangeline sabía que Damon era un hombre lobo leal a Alister, y su deber era custodiar la prisión y garantizar que nadie interfiriera en el castigo impuesto a Samira. Pero ella tenía un propósito firme: ver por sí misma cómo estaba ella, no para hablar con la mujer, sino para observar la realidad de su situación.Damon, al notar la presencia de Evan
Con el paso del tiempo, Samira continuó en su celda de aislamiento total. Aproximadamente un mes después, cierta tarde, Evangeline estaba con Alister en su estudio. La habitación estaba llena de libros antiguos y el aroma a papel y tinta impregnaba el aire. Generalmente, Alister no acostumbraba estar acompañado por alguien en su estudio o en su oficina, ni siquiera Yimar estaba con él de esa forma. En la empresa o en la casa de la ciudad, solo entraba unos minutos para entregarle documentos o para decirle cosas importantes, luego se retiraba. En ocasiones, permanecía con él para trabajar, pero nunca se quedaba por mera compañía. Sin embargo, Alister se había acostumbrado a tener a Samira cerca cuando se hallaba en su oficina. Inconscientemente, extrañaba ese hábito. Por esa razón, permitía que Evangeline se quedara a su lado en el estudio. Evangeline, sentada en un sillón, observó a Alister mientras que éste leía un libro.—Alfa —pronunció ella, rompiendo el silencio—. Usted no ha
Samira quedó atónita ante la pregunta, necesitando varios minutos para procesarla. ¿Por qué Evangeline, su enemiga jurada, le ofrecería tal cosa?—¿Samira, no me oíste? —repitió Evangeline—. Contéstame, ¿quieres salir de aquí o no?Aun así, Samira tomó unos segundos más antes de responder, tratando de comprender las intenciones de Evangeline.—Sí. A decir verdad, quiero irme de aquí —respondió finalmente, con total sinceridad.—Bien, yo puedo ayudarte. Puedo sacarte de esta celda y facilitar tu escape.Samira la miró con asombro, intentando entender sus motivos.—¿Por qué harías eso? —preguntó, incrédula.—¿Por qué crees? —respondió Evangeline con desdén—. Porque estoy harta de ti. Aunque disfruto verte en esta celda, sigues siendo un estorbo en mi vida y en la del Alfa, y eso me desagrada. Prefiero verte lejos de aquí, aunque eso signifique liberarte.Samira se sintió atrapada en una confusión de emociones. La desconfianza hacia Evangeline se mezclaba con la desesperación de su situa
La noticia de que Alister planeaba mudar a Samira de la celda de aislamiento había obligado a Evangeline a tomar una decisión rápida. Pensaba que, si eso ocurría, Samira podría intentar nuevamente convencer al Alfa para que la escuchara. ¿Qué pasaría si esta vez sí lograba convencerlo? ¿Qué ocurriría si Alister empezaba a compadecerse y a analizar con más profundidad todo lo que había pasado? Él podría darse cuenta de ciertas irregularidades y descubrir la verdad oculta, que Evangeline fue la que armó todo el escenario para que Samira fuera repudiada. Si esto sucedía, todos sus esfuerzos no habrán valido la pena. ¡No podía dejar que eso pasara! No podía permitir que ella tuviera la oportunidad de hablar con Alister. Había visto cómo, incluso en el estado más deplorable, Samira mantenía una fuerza interior que podría persuadir al Alfa si le daba la oportunidad.Evangeline sabía que ese era el momento adecuado para actuar. No podía correr el riesgo de que todo lo que había conseguido ha