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Capítulo 5: Ser su tía

Siempre crecí escuchando a mi padre y a los humanos decir que hay mezclas de especies que pueden ser más oscuros y malos que los propios demonios del infierno, pero, creía que mi padre exageraba y que los humanos al no conocer las demás especies en el mundo, inventaban esas cosas, pero, ahora lo confirmo.

Porque solo eso explicaría porque en estos momentos Reymond me tiene a su lado, mientras su padre y mi reciente exnovio me observan fijamente intentando comprender todo lo que está sucediendo.

Pero, lo peor es que yo solo escuché como Reymond los invitó a entrar y me llevó a este incomodo encuentro, sin atreverme a decir o hacer otra cosa. Por eso, estoy aquí… en el lugar y con las personas equivocadas.

— Entonces, eres la prometida de mi hermano menor.

— Oh, Alan, ¿tanto me quieres ahora que me llamas hermano menor y no bastardo asesino? — pregunta Reymond aumentando el ambiente tensionado que ya hay con la mirada asesina que Nate me muestra.

— ¿Es verdad, Elise? ¿Lo que ha dicho mi tío es verdad? — pregunta Nate.

— No tengo porque responderle, señor Perasi. — digo con frialdad, recordando todo lo que vi la última vez que nos vimos.

Nate golpea con fuerzas la mesa, causando que de un pequeño salto por su reacción agresiva, pero, eso solo es una preparación para lo que pasaría después, porque Reymond, levanta la mesa que parece de mármol en la que podrían comer veinte personas.

Reymond, no avisa que lo hará, si no que, lanza la mesa al punto que esta queda contra la pared frente a nosotros, aturdiéndome por completo por dicha violencia.

— Que sea la última vez que vea que actúas agresivamente con mi prometida, porque si lo veo, el destino de la mesa será lindo en comparación a lo que te haré, mi querido sobrino. — dice Reymond, mencionando lo último con sarcasmo.

La mesa, que intentaba mantenerse completa, termina destruyéndose al punto que solo quedan escombros de lo que una vez fue una mesa.

‘Denle el descanso eterno a la mesa, como también a mi vida tranquila.’ Me digo mentalmente.

— ¡Reymond!

— ¡¿Qué pasa, Alan?! ¡¿No sabes controlar a tu hijo?! ¡Porque si no sabes cómo hacerlo, yo estoy más que dispuesto a enseñarle a como respetar a su tía! — grita Reymond.

Aunque no me agrada que hablen de un matrimonio que no he aceptado y menos, cuando conozco a ‘mi prometido’ hace dos horas, dejándome hasta ahora una idea de él muy negativa, me resulta agradable ver a Nate enojado.

Porque, ver el malestar en Nate, me dice que escuchar que seré su tía no le agrada y quizás, es eso lo que me impide corregir el error de un matrimonio inexistente y solo quedarme a ver que piensa hacer.

— ¿Tú no eras la novia de Nate? Él me acaba de informar de ello. — dice el señor Alan Perasi.

Es mi momento, la atención de todos está puesta en mí. Mi exsuegro, nunca me conoció porque siempre estaba ‘ocupado’ y su madre, solo me veía como una chica más que su hijo tomaba a su antojo.

Por lo que, mencionar que no somos pareja, no sería algo grande, después de todo, nunca me besé con él delante de alguien, ni intimé con él sexualmente. Ya que, aunque él lo deseaba mucho, le dejé en claro que hasta que no se hiciera pública nuestra relación y estuviéramos casados, no tendríamos sexo.

Así que, básicamente, éramos novios con besos inocentes, mientras él liberaba toda su lujuria en varias mujeres. Así que, si él jugó conmigo, yo puedo hacerlo, ya que, por más que lo desee, no puedo reducir el tamaño de su pene, el cual es su punto débil que no toleraría que alguien lo dañara.

‘Excepto, hacerme su tía. Ahora, tendría que respetar a la mujer que irrespetó de todas las maneras posibles.’ Me digo mentalmente, sintiendo como una maldad me impulsa a actuar de forma diferente.

— Creo que se ha equivocado, señor. Lo he tratado bien porque trabajamos en la misma empresa y mi prometido me ha pedido que cuide bien de él, pero, jamás sería su novia, no lo haría cuando tengo a mi prometido que lo supera en todo al menos cinco veces.

Todo queda en silencio y quizás eso me ayuda a escuchar como los dientes de Nate comienzan a sonar de forma desagradable, anunciando que explotará en cualquier momento, mientras Reymond parece el lado opuesto de las emociones de Nate, porque toma mi mano y la besa, para después, besar mi hombro.

— Cariño, basta, no pisotees así a mi sobrino, su masculinidad es frágil podría romperse por un comentario así. — dice Reymond en tono tan dulce que me resulta complicado comprender que este hombre fue el que hace poco lanzó una mesa muy pesada.

— Nos vamos ahora mismo. — dice el señor Alan notando que su hijo esta por explotar.

— Adiós, hermano mayor. — dice Reymond sonriente.

Él solo mira a su hermano con el mismo odio con el que lo ha mirado hasta ahora, para posteriormente, caminar hacia la salida.

— Despídete de tu cuñada, no es bueno que los mayores den muestra de una educación tan terrible. — dice Reymond causando que el cuerpo de su hermano se tensione.

— Adiós. — dice el señor Alan.

— ¿Es verdad que serás mi tía? — pregunta Nate tensionando su mandíbula. 

— Me conoces, Nate, no soy una persona que es intima con cualquiera, así que, si estamos anunciando nuestro compromiso a ustedes, es porque es verdad. — dice Reymond.

Nate, se levanta de su silla mirándome de forma tan gélida, que me hace sentir incomoda al punto de querer marcharme, pero, una mano se coloca sobre mi rodilla, dándome el apoyo para enfrentarlo. Misma mano que se lleva toda la atención de Nate, antes de marcharse.

— Se dice adiós, tía.

Nate, tensiona todo su cuerpo, pero, no es capaz de atacarnos, ni mucho menos ser descarado como lo fue conmigo hace poco tiempo. Sin embargo, no se marcha como lo hizo su padre, si no que, me mira fijamente.

— Tía, ¿puedo hablar contigo? Es algo del trabajo. — dice Nate.

— Es tarde para hablar de eso. — dice Reymond, pero, yo niego levantándome.

— Está bien, quizás sea importante.

Sé que Nate no me llamaría por algo del trabajo, pero, quiero escuchar lo que tiene para decirme. Quizás… solo quizás, haya reaccionado. Así que, lo sigo a la salida.

— Dile que estabas bromeando. — dice Nate girándose para mirarme con odio, cuando nos quedamos solos.

— No lo haré.

Nate me agarra con fuerza el brazo y me acerca a su cuerpo, lleno de marcas del sexo salvaje que tuvo hace poco.

— Ya te divertiste haciéndome pasar un mal rato, ahora ve y dile que serás mi puta hasta que me aburra, antes de que me hagas enojar y termines mal. — dice Nate con frialdad.

— ¿Crees que es mentira? Nate, seré tu tía. Ese era mi regalo de cumpleaños para ti, feliz cumpleaños, sobrino. — digo mientras el reloj suena al marcar las doce.

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