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Capítulo 4: Anunciarlo

Intento comprender como puede alguien saltar en una conversación de forma tan… impresionante. Por eso, pienso que es broma o que en el peor de los casos, escuché mal, pero, cuando miro al hombre frente a mí, no me da tiempo para pensar que eso sea posible.

— Estoy esperando tu respuesta.

— ¿Es este un efecto por beber mi sangre? — pregunto y él niega.

— Ya no tengo mi forma demoniaca notoria, así que, comprenderás que no hay manera de que pueda hablar y verme normal, si he perdido el control de mis pensamientos.

— Entonces, ¿Por qué me pregunta algo tan absurdo?

— Soy el hijo ilegitimo de mi madre. — anuncia él.

‘¿Cómo es posible que una mujer tenga un amorío con alguien más cuando tiene su hogar con su esposo e hijo?’ me pregunto mentalmente.

— ¿Cómo puedes ser el hijo ilegitimo? Según veo, usted es menor que el señor Perasi, así que, si ella está casada con el padre del señor Alan, quiere decir que usted…

— Mi padre nunca se casó con ella, porque al final, yo fui producto de una violación. —  informa Reymond y yo retrocedo en la cama.

— No puede ser.

— ¿No crees posible que los demonios abusen sexualmente de otras criaturas? Anteriormente te dije que la había tomado.

— Creí que no era tan… literal.

— Bueno, si lo es. Mi padre abusó de mi madre. Él fue un demonio en todo el sentido de la palabra. Así que, te preguntaré de nuevo, ¿No crees posible que los demonios abusen sexualmente de otras criaturas?

En realidad, si lo creo posible, porque muchos humanos son unos egoístas a los que solo les interesa lograr sus objetivos y no los medios que utilizaron para llegar a ellos. Sin embargo, es… difícil de comprender que sabiendo él su procedencia, lo mencione con tanta naturalidad a alguien tan extraño.

Porque es la primera vez que nos vemos, para que me cuente algo tan… difícil de explicar, pero, tal parece que eso a él no le interesa en lo absoluto, porque ni siquiera se muestra afectado.

— ¿Vas a violarme? — pregunto al notar en el lugar en el que me encuentro.

Mi pregunta, parece causarle gracia, porque me sonríe de una forma que no parece malestar, burla o sarcasmo. En realidad, parece muy genuina para ser por alguna de esas causas.

— No, Elise. No voy a abusar sexualmente de ti.

— ¿Estás seguro?

— Estoy seguro.

— ¿Por qué?

— ¿No lo sabes? Quien abuse de ti, podrás matarlo. No importa si es el mismísimo dragón Eros, podrías matarlo porque tu sangre es vida o muerte, dependiendo de cómo la tomen.

>> No me mataste, porque así lo decidiste, aceptaste que tu mana diera permiso para que mi cuerpo lo recibiera. Pero, si alguien intenta hacerte daño, entonces, tu sangre se mezclará con el mana que enviará un hechizo mortal.

— ¿Es eso posible?

— ¿No eres consciente del poder que tienes, Elise? Ni siquiera necesitas grabar hechizos tontos, solo debes pensar en que parte de tu esquema mágico usar y el poder que tienes se encargará del resto.

— ¿Cómo sabes tanto de mí?

— Porque tú eres mi solución, Elise. Llevo años buscándote y estoy seguro de que no soy el único que lo hace.

No me sorprende su respuesta, después de todo, venir de la familia más poderosa de magos, fue la causa de su eliminación, porque si uno no se somete a una familia que lo defienda, entonces es una amenaza para todos. Por eso, mataron a mi familia.

— Entonces, vas a usarme para matar a tu propio hermano y padrastro.

— Mi padrastro murió hace muchos años, él fue asesinado por tu familia. — confiesa Reymond y yo me quedo aturdida.

— Debes estar mintiendo. — digo escuchando un ruido extraño

— El padre de Alan si fue el esposo legítimo de mi madre, por eso, cuando supo del abuso sexual que experimentó su esposa, buscó a tu padre para vengarse con su ayuda. Pero, como no quiso ayudarlo, intentó matarte con el fin de someter a tu padre, pero, fue él quien perdió la vida.

Intento procesar lo que dice y de inmediato, niego porque no puedo aceptar que Nate y yo tengamos un destino tan retorcido. Mientras intento comprender lo que sucede, el ruido se hace más notorio, pero, a Reymond no parece importarle, por eso, me concentro en lo que estamos hablando.

— En fin, yo nací y es por eso, que Alan me odia, porque por el abuso de mi padre, yo nací y también, fueron asesinados sus padres. Durante muchos años, Alan quiso matarme y aunque él tiene toda la fuerza, poder y grandeza digna de un alfa, anhela el dinero, poder y fuerza que poseo.

— ¿A qué te refieres? — pregunto confundida.

— ¿No te das cuenta? No te has encontrado a un demonio cualquiera, Elise. Por eso, es que solo puede recurrir a trampas tontas para anunciar al mundo que no soy un hombre lobo simple. 

Es obvio que ellos tienen una enemistad de la que no quiero ser parte, por eso, me levanto decidida a finalizar mi encuentro con Reymond en este lugar y fingir que no he hablado con él.

— Te he ayudado, así que, es mi momento de irme, adiós. — digo de inmediato.

Él está por hablarme, pero, un reflector, nos hace colocar la mano cerca de nuestros ojos para poder recuperarnos del fastidio visual. Es entonces, cuando me doy cuenta de que la trampa de la que habla Reymond, es cierta.

Ya que, en el helicóptero se encuentra Nate con alguien con quien comparte rasgos faciales. Unos que en estos momentos, me causan desagrado ver.

— ¡Miren todos a mi querido hermano…! — dice el señor Perasi.

Las personas en el helicóptero, se miran entre sí, porque no parece que haya algo extraño. Pero, yo sí comprendo que hablaba el señor Perasi, ya que, presta atención a las extremidades de su hermano, que se ven perfectamente normales.

— ¡¿Qué haces ahí, Elise?!

— ¿En dónde más debería estar si no es con su prometido? — pregunta Reymond y yo abro mis ojos para mirarlo a él, con completo asombro.

— ¡¿Qué has dicho?! — pregunta Nate con evidente malestar.

Reymond, sin mi consentimiento, coloca su mano en mi cintura y se pega más a mi cuerpo al punto que mi espalda toca su pecho.

— ¿No lo han escuchado? Esta mujer, será mi esposa. — dice Reymond y yo siento que todos estos años lejos de la prensa, se han ido a la basura por una simple frase.

‘Estoy condenada.’ Me digo mentalmente.

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