39| EL uno del otro.

Helene sintió ese extraño calor dentro de su abdomen cuando las manos de Itsac la agarraron por las caderas para que se subiera a horcajadas sobre él.

Cuando sus pelvis se juntaron ella movió las caderas en círculos para maximizar la fricción entre ambos y la erección del hombre comenzó a hacerse firme bajo sus pantalones.

La lengua del rubio le exploró el cuello, lamió y succionó la suave piel de Helene y la apretó con fuerza contra su cuerpo y cuando sus mejillas estaban irresistiblemente rojas, la tomó de las caderas con fuerza y al mismo tiempo con una delicadeza y el gesto le erizó los vellos de la espalda a la muchacha y él la dejó caer de espaldas sobre la cama.

Itsac la miró desde arriba, con una mezcla de lujuria y duda, pero Helene ya no permitiría que la duda los consumiera, así que se quitó la blusa corta y el brasier dejando sus firmes y redondeados senos al aire. Itsac se relamió los labios, deseoso por probar la aureola rosada que lo invitaba, pero aún algo lo deten
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