Arantza era una mujer alta y aunque se veía tonificada, Helene logró ver debajo de su blusa unos fuertes brazos y un muy marcado abdomen. Parecía de verdad una completa soldado. Cuando Franco las presentó, la mexicana le dio un fuerte apretón.— ¿Así que tú eres la esposa de mi compatriota? — le dijo y Helene sintió.— Gracias por acompañarme a Rusia — la mujer negó.— No tienes que agradecérmelo, de verdad, quería ir, no podía quedarme de brazos cruzados sin ayudar una mujer tan valiente como tú —Helene se abrazó a sí misma.— No soy para nada valiente, últimamente todo el tiempo tengo miedo — pero Arantza negó.— ¿crees que tener miedo te hace menos valiente? todo lo contrario, enfrentar esos miedos es lo que te hace la mujer tan fuerte que eres. Cuando Aurora me contó todo lo que has hecho, la verdad no lo podía creer no, solo te quiero acompañar estoy, orgullosa de poder hacerlo — Helene sintió que las mejillas se le enrojecieron.— Bueno chicas, creo que tengo que irme ya — les d
Cuando Toro despertó, lo primero que sintió fue la cantidad de cables y cosas que tenía conectadas al cuerpo, un sonido insistente a su derecha y la luz del sol que entraba por la izquierda en una amplia ventana. Trató de abrir del todo los ojos, pero tenía tanto sueño y agotamiento que se le impedía abrir los párpados. Sobre su mano reposaba una mano cálida y pequeña, cuando entre abrió los ojos para observar vieron a Keira a su lado, sosteniéndole la mano. Trató de hablar, pero la voz de salió rasposa y ahogada.— Cariño — dijo después de un par de intentos, la cabeza de la mujer se levantó de golpe y cuando lo miró sonrió con alegría, luego se acercó y le dejó un casto beso en los labios — ¿cómo resultó todo? — le preguntó a él y ella asintió. — Bien, la cirugía fue larga, pero estuvo bien, tuviste mucha suerte. La bala no tocó ningún órgano importante y tuvo un orificio de salida, los médicos dicen que estarás bien y que no tendrás ninguna consecuencia — Toro sintió un enor
Aurora, Arantza y Helene entraron al pequeño cuarto de hotel que la rubia alquiló, era pequeño pero cálido, hecho de madera de arce con una hoguerita encendida en la chimenea que lanzaba humo y aroma pino por todo el lugar. Era una ciudad muy pequeña, tan pequeña que Helene pensó que básicamente era un pequeño pueblito. El frío lo envolvía con fuerza, los copos de nieve volaban por todas partes y chocaban contra la pequeña ventana de cristal que tenía la habitación.— Nunca me gustó este lugar — dijo Arantza — se me congela el cu1o y no pienso bien — Aurora se sentó en la cama se sentó en la cama y se estiró.— Bien, la verdad no tengo muy claro donde podemos comenzar, hace 2 semanas se vio al hombre entrar aquí, a este pueblo, pero nunca se vio volver a salir, los informantes de franco trataron de preguntar por él, pero la gente aquí es recelosa, no les gustan los forasteros y mucho menos y extranjeros, así que puede ser un poco complicado, imagino que deben estar acostumbrados a
Itsac había permanecido imperturbable a pesar de que el hombre lo electrocutó por más de una hora, parecía que después de un rato se comenzaba a acostumbrar al choque eléctrico, era un aparato que estaba diseñado únicamente para inmovilizar, así que utilizarlo como medio de tortura no era tan viable, de todas formas, por más que intentó electrocutar, Itsac no abrió la boca para tomarse la pastilla que le ofrecían, así que sin más remedio tuvieron que tomarlo entre todos los hombres y aplicarle una inyección en una de las piernas y esa inyección lo dejó tonto ,con la cabeza embotada, como si estuviera borracho. Pasó largo rato acostado boca arriba mirando el techo, intentaba moverse, Pero había algo que lo paralizaba, no era algo que lo paralizara físicamente, era algo más bien que lo mantenía mentalmente inmovilizado.Pasaba saliva, parpadeaba Y respiraba de forma consciente y no supo cuánto tiempo pasó así, pudo haber sido un día, dos días, un mes, no supo si se quedó dormido u ot
Helene sintió de nuevo el golpe de la decepción, era como un cuchillo afilado que se le clavaba en el vientre y cada vez hacía un agujero más y más grande. Miró a la mujer con todas la esperanza de que le dijera que una mentira, que eso no podía estar pasando, pero la otra la miró con frialdad.— por favor, ¿es verdad? — la mujer asintió con frialdad.— sí, creo que ya lo enterraron en el cementerio del pueblo — Helene negó con vehemencia.— por favor, tiene que ayudarme — dijo — mi esposo se está muriendo, necesito que lo cure — la mujer le dio la espalda mientras ponía la porcelana en el armario de arriba.— no sé de qué está hablando, ese hombre no era más que un borracho que le gustaba pelear en las cantinas, se había tardado demasiado antes de que lo mataran — Helene tuvo que hacer un poco de esfuerzo para entender lo que decía la mujer. Su inglés no era muy bueno, pero negó.— no se haga la idiota — le dijo ella con rabia y está vez se le prestó atención — usted no me quiere de
Helene se cruzó de brazos mientras el vagabundo las observaba a las tres, las miró con una mueca de morbosidad en su rostro quemado por el frío, luego guardó su billetera de nuevo en su abrigo y el hombre la miró con interés, le dijo algo en ruso, pero Helene no lo entendió muy bien, así que miró hacia Aurora para que ella se encargara de la situación. La rubia se acercó y le dijo algo al vagabundo, Pero él negó, luego cuando mencionó el nombre de Dimitri Miller los ojos de vagabundos se hicieron más pequeños, como si las mirara con desconfianza a Helene que sacó su billetera nuevamente y le mostró los billetes que tenía ahí, los sacó y casi se los restregó en la cara sacudiéndolos de un lado para otro, como si fuera un trozo de carne para un perro. El hombre pasó saliva, lo pensó por un par de largos segundos y luego miró a Aurora, le dijo algo, la rubia asintió y después tomó los billetes que ofrecía Helene y se los pasó al vagabundo que los guardó en el bolsillo, luego le dijo
Helene sintió miedo, tenía que tratar de convencer a Miller de que le ayudara, pero no sabía cómo hacerlo, no sabía cómo lo convencería de que fuera con ella hasta Colombia. Hubiese sido mejor poder traer a Itsac, pero las cosas se habían salido de control de una forma horrible. Aurora y Arantza caminaron tras ella, pero cuando estaban por llegar al confesionario, se detuvieron para que Helene caminara sola. Llegó al lugar, abrió la pequeña puerta de madera y se introdujo dentro era oscuro.Olía a humedad, pero estaba extrañamente cálido.― ¿padre? ― dijo la voz de un hombre al otro lado en ruso.― No ― dijo el Helene ― mi nombre es Helene Back ― le dijo en español, luego los repitió en inglés, había olvidado que las fronteras del idioma se habían en borrado ya. El hombre se quedó sin mencionar nada. Helene tuvo la tentación de abrir la puerta para ir con él.― Hablo español ― contestó él ya después de un rato ― no sé quién sea o lo que quieras, pero es mejor que te vayas ― tenía un
Helene salió el pequeño confesionario y se encontró con Aurora, luego ambas mujeres salieron corriendo tras Arantza y Miller. Cuando salieron la pequeña tormenta de nieve que azotaba el pueblo había aumentado, el viento les pinchaba las mejillas como agujas, así que Helene entrecerró los ojos para que el helado aguijón del frío no le entorpeciera la visión. Más allá, a unos 100 metros, se podía ver la figura alta de Miller corriendo. Arantza trataba de alcanzarla, pero parecía que el hombre corría más rápido. Las tres mujeres corrieron con todas sus fuerzas y aunque no lo perdían de vista, indiscutiblemente en cualquier momento lo harían, era rápido y alto, el cabello oscuro y largo se contoneaba hacia los lados mientras desaparecía por las intrincadas calles.― Deberías quedarte, no puedes correr, estás embarazada ― le dijo Aurora pero Helene se sentía bien, así que continuó corriendo a su lado.Después de doblar una esquina se toparon de frente con el bosque que rodeaba la ciudad o