108| La Consulta.

Cuando Itsac escuchó que las puertas del relevador se abrieron, apretó los puños y luego respiró profundo. Estiró la mano y tanteó el aire, luego dio un paso al frente. El ardor en la cabeza era leve, pero constante, lo sentía ahí palpitando como otro corazón dentro de su cerebro. Ciertamente no era oscuridad lo que veía, quedarse ciego no era como cerrar los ojos y ver oscuro, era no ver nada, nada, y era algo que para él era casi imposible explicar.

Dio un paso fuera del elevador y luego otro hasta que tocó la pared de enfrente, alguien a su lado le habló, pero Helene tenía razón, no solo sería una oscuridad perpetua sino una soledad perpetua, ya que no entendió ni una sola palabra de lo que la mujer le dijo, era como si le hubiera hablado en otro idioma y así, de repente, como llegó todo se desvaneció en un parpadeo.

Vio la pared tapizada frente a él y la vista se le aclaró en solo un segundo, se volvió hacia la derecha hacia donde había escuchado la voz femenina y se encontró con
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